En todo caso, esta atmósfera partidaria, con los efectos irradiadores de la misma, es la menos propicia para alentar el clima de confianza, de tranquilidad y de seguridad que se requiere para empujar cosas tan vitales como la reactivación económica.
Escrito por Editorial.10 de Junio. Tomado de La Prensa Gráfica.
Hemos venido sosteniendo que, en esta precisa coyuntura política, los distintos actores partidarios parecen más despistados que nunca sobre sus propias identidades y sobre las decisiones que les permitirían posicionarse coherentemente frente a los desafíos del momento actual y de cara a las pruebas electorales que vienen. Aunque los desajustes y conflictos partidarios tienden a asumir, de cara al exterior de los mismos partidos, una connotación casi anecdótica, lo cierto es que todas estas confusiones y dimes y diretes contaminan el ambiente con más incertidumbre, cuando ya de ésta hay una gran saturación.
ARENA inició la cadena de la conflictividad interna, con la separación anunciada de un grupo de su representación legislativa que fue a formar otro partido político. Todo esto, como resultado de las pugnas que durante bastante tiempo estuvieron cubiertas por la frustrada intención de seguir en el poder, y que se destaparon con la derrota. Una especie de drama pasional, cuyas derivaciones son impredecibles. Y ahora hay pleito en el PDC, con lujo de exabruptos. Y no se sabe qué más podría seguir pasando. En el FMLN las cosas son distintas, pero de ninguna manera claras. Ahí el centro de la fricción está en las relaciones entre el gobernante y el partido: un conflicto que se matiza con algunas frases de ocasión, pero que se evidencia con sucesivas posturas frente a hechos concretos.
Nada de esto le conviene a nadie, y por eso es evidente que están prevaleciendo las emociones crudas frente a las evaluaciones racionales. Resulta curioso que, ante la alternancia, la ciudadanía haya reaccionado con tanta naturalidad y en cambio los actores partidarios, que deberían dar el ejemplo de transición responsable, estén tan descompuestos.
Lo preelectoral se acelera
Como es cada día más patente, en el país se necesita impulsar de veras la reforma política, porque los moldes están obsoletos, las prácticas se han quedado estancadas y los vacíos provocan crecientes deterioros. Una buena ley de partidos políticos y una reconfiguración del sistema electoral son, al respecto, imperiosas. Y más ahora, cuando las expectativas partidarias de cara a las elecciones de 2012 y 2014 están ya incidiendo en la realidad política, con toda la carga de incertidumbres que hemos señalado y más que podrían venir a medida que las fechas se avecinen.
A lo largo de las experiencias sucesivas de posguerra se ha podido ver una creciente ampliación de las etapas preelectorales en activo. Basta recordar que, en relación con las elecciones presidenciales de 2009, la precampaña comenzó en la segunda mitad de 2007. Esta vez, de cara a 2012, pese a que se trata de comicios legislativos y locales, que nunca han despertado mayores ansiedades, lo que enciende las expectativas es ver cómo va a funcionar en las urnas la recomposición del mapa partidario. Es la correlación de fuerzas, en un panorama tan cambiante, la que verdaderamente está en juego.
En todo caso, esta atmósfera partidaria, con los efectos irradiadores de la misma, es la menos propicia para alentar el clima de confianza, de tranquilidad y de seguridad que se requiere para empujar cosas tan vitales como la reactivación económica. Esto deben pensarlo bien los partidos, para actuar con la responsabilidad debida.
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