Es difícil entender qué pretende ARENA con el ataque frontal y despiadado que ha desatado contra el gobierno de Mauricio Funes. Es como que estuviéramos en campaña electoral, pero para ello faltan cuatro años. Y, de todas maneras, lo más probable es que para entonces el escenario político haya cambiado sustancialmente, sobre todo si continúa la dicotomía entre el FMLN y el presidente Funes.
Escrito por Ernesto Rivas Gallont.13 de Junio. Tomado de La Prensa Gráfica.
La campaña de ARENA, que la inició como para conmemorar el primer año del gobierno de izquierda, está obviamente dirigida por Alfredo Cristiani, presidente del COENA, que cometió el error de decir que se necesitaba “estar loco” para invertir en El Salvador, lo que provocó sorpresa y al presidente a dirigir su propio ataque a Cristiani en su discurso de aniversario.
ARENA pretende, con su crítica, desestabilizar el gobierno de Funes, pero lo que está logrando es agudizar la percepción de desesperación que la población tiene de lo que fuera la primera fuerza política del país.
Si ARENA cree que insultando y despotricando al gobierno va a ganar popularidad, está equivocado. Por el contrario, su política se le puede revertir y causar más perjuicio interno que el que pretende causarle al gobierno.
Aceptando que un presidente necesita un partido para gobernar, las diferencias entre Funes y su partido han provocado que haya tenido que buscar y fomentar su propio grupo de apoyo en Ciudadanos por el Cambio y, además, busque fomentar alianzas con otros partidos de derecha, principalmente con GANA (archienemigo de ARENA) y por ósmosis con el PCN. Y a medida que el escenario político se agudiza, ese mutuo “entendimiento” va tomando fuerza.
Pero ese entendimiento entre seres disímiles, pegado con saliva como está, es aún muy frágil y su estructura se debilitará cuando el ex presidente Saca oficialice su participación como líder de GANA y potencial candidato a alcalde o diputado en 2012 y a presidente en 2014.
El escenario político demanda la existencia de una oposición seria, como también lo debería hacer la madurez política que los salvadoreños hemos alcanzado a costa de palos y decepciones, en medio de agitación política causada por regímenes prepotentes, abusivos y corruptos que acabaron con la paciencia popular.
Pero en El Salvador no tenemos noción de lo que es una “leal oposición” como llaman los británicos a la resistencia que el sector opositor hace al que está en el gobierno.
ARENA desperdició la oportunidad de convertirse en la “oposición leal” del gobierno de Funes, si solo hubiera reconocido el derecho de gobernar que le dieron los ciudadanos que votaron por él.
El derecho de ARENA fue legítimamente adquirido en las urnas, dado el estrecho margen que resultó en la votación. Eso es suficiente para reclamar el espacio político que le corresponde, pero desperdició la oportunidad.
Los problemas internos que lo afectaron a punto de un resquebrajo después de su derrota en las urnas causaron daño tal que no ha permitido que la dirigencia del partido piense lógicamente a modo de sacar ventaja de su desventaja y aprovechar la ablución que siguió después de la expulsión de Saca del partido, para reestructurarse y transfundir nueva sangre en sus venas políticas con el propósito de reclamar su nicho como el principal partido de oposición.
Hay motivos para criticar al gobierno actual de manera razonada. Pero con su crítica destructiva como estrategia política ARENA da muestras más de debilidad que de fuerza. ¡Qué lástima!
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