Carlos Mayora Re.05 de Junio. Tomado de El Diario de Hoy.
Craig Venter y su equipo científico ha vuelto a ser noticia. Antes, por la decodificación del genoma humano, ahora, por la fabricación de un organismo. Por primera vez, la vida de una célula no proviene de la división de otras, sino de la partición de un material genético artificial.
Desde el punto de vista técnico ha sido un logro espectacular. Desde la perspectiva de la ciencia ha abierto un debate importante: ¿Se puede hablar de "crear" vida o se debe hablar de copiar vida? Por ahora, de acuerdo con la información proporcionada por Venter, lo que se ha hecho es reproducir la cadena de ADN de una célula para introducirla en otra que, previamente, había sido privada de su información genética.
El descubrimiento abre un debate muy interesante: ¿hasta dónde se pueden manipular las leyes de la naturaleza? ¿Hay límite más allá del meramente técnico?
Sin embargo, por muy elaboradas elucubraciones que se hagan, a la vista están los logros que la humanidad ha ido haciendo por medio del descubrimiento, comprensión y dominio de la naturaleza. Como también son patentes los enormes problemas en que podemos enredarnos, si se abusa de la naturaleza en lugar de usar sabiamente de ella.
Y ya no se diga si el fantástico poder que el conocimiento aunado con la técnica produce, cae en manos de personas inescrupulosas, que podrían hacer un uso letal del mismo.
El descubrimiento de Venter, como los instrumentos creados por los hombres, no tiene una connotación moral en sí misma: puede ser usado para cosas muy buenas (atacar y destruir gérmenes patógenos, o producir bacterias comedoras de CO2, por ejemplo), o para acciones nefastas, como instrumentos para guerra biológica, control racial, eugenesia, etc.
Sin embargo, el temor de la creación de monstruos sigue vigente. El Frankenstein unicelular del Dr. Venter parece, a primera vista, inofensivo. Pero… la vida difícilmente se deja domeñar. Si no, allí están las cepas de microorganismos resistentes a los antibióticos, o la imposibilidad para el hombre de curar enfermedades virales, pues tanto en uno como en otro caso, los seres vivos se adaptan a sus enemigos (antibióticos, antivirales) y terminan tercamente sobreviviendo.
Después del logro alcanzado, el mismo Venter aboga para que los gobiernos creen regulaciones apropiadas, a fin de evitar los abusos que pueden llegar a perpetrarse en manos de científicos irresponsables. Legislaciones que, como muestra la experiencia, son necesarias pero casi nunca efectivas, pues en este campo cuadra perfectamente el dicho que reza que es imposible poner puertas al campo, y menos cuando ese campo, es el del ingenio humano y su capacidad de inventiva.
Esto, como coinciden todos los que saben al respecto, es sólo el principio. Pero, precisamente porque es el principio, hace falta que estemos muy claros acerca de los límites y posibilidades del invento. Si las cosas son como se están anunciando, más temprano que tarde, las personas que tienen responsabilidades dadas por el poder y el conocimiento, deberán pronunciarse, deberán actuar.
No sólo los gobernantes, no sólo los expertos en ética, sino también los políticos, los sociólogos, los científicos… Me parece que en unos años el conocimiento de las técnicas y principios relacionados con esta síntesis de la vida, terminará como lo ha hecho el enorme poder de destrucción y creación de energía, que dio a la humanidad el dominio sobre el átomo: al servicio de la humanidad pero siempre dentro de unos límites claros.
Dios quiera que la lección no la aprendamos por medio del horror (Hiroshima y Nagasaki), sino que seamos capaces de intuir no sólo los peligros que el descubrimiento conlleva, sino sus enormes beneficios para mejorar la vida sobre la tierra.
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