Beatriz Cortez.05 de Junio. Tomado de Contra Punto.
Hay que consumir en establecimientos que promueven los derechos humanos o que tienen propietarios latinos, y no apoyar financieramente a instituciones que posibilitan con sus fondos las políticas de odio racial.
LOS ANGELES- Aunque algunos se sorprenden por el odio anti-inmigrantes que ha llevado a aprobar la ley SB1070 en el estado de Arizona, el hecho es que no hay razón para sorprenderse. Es cierto que los Estados Unidos es un país formado por inmigrantes, sin embargo, también es cierto que es un país con una larga historia de odio por motivos raciales. Este odio no solamente se debe al legado colonial de eurocentrismo y de sentido de superioridad por sobre las pobalaciones nativoamericanas que tienen el derecho histórico de estar aquí, sino también por otros motivos más recientes.
La historia de migración de los Estados Unidos se ha repetido. De manera similar a las crecientes cifras de población que en la actualidad llegan a este país por medio de la migración, en la primera década del siglo XX el número de inmigrantes que entraba anualmente a los Estados Unidos se quintuplicó. De aproximadamente un cuarto de millón que llegaba a inicios del siglo veinte, tras la primera década el número anual de inmigrantes había sobrepasado los 1,300,000 inmigrantes. En esa época, la población de inmigrantes que llegaba ya no provenía del norte de Europa, como sus antecesores, sino del sur de Europa, particularmente de Italia, y del este de Europa, quienes particularmente eran judíos.
Las leyes migratorias de entonces cambiaron no solamente para apaciguar la ansiedad generada por el racismo, sino también las ideas provenientes de la eugenesia que llevaron en la primera década del siglo veinte a pasar leyes impidiendo la entrada a los Estados Unidos a personas que sufrieran de epilepsia o problemas mentales, incluso tuberculosis. Varios estados pasaron leyes impidiendo el matrimonio (con aras de impedir la procreación) a las personas que sufrieran de epilepsia o retrasos mentales. Otros estados, entre los que sobresalen Indiana, Illinois, Michigan y California, impidieron la procreación de toda una gama de “indeseables” por medio del establecimiento de centros de esterelización forzada.
Los proyectos eugenésicos como la Oficina de Registros Eugenésicos (ERO), cuyos archivos están disponibles en línea, obtuvieron apoyo de algunas de las familias de alcurnia y de institutos y fundaciones de renombre, entre los que se encontraban el Carnegie Institute, la Rockefeller Foundation, la familia del magnate ferrocarrilero E. H. Harriman, del millonario productor de jabones Samuel Fels, de John Rockefeller, así como de Harvey Kellogg, hermano del productor de cereales, Alexander Graham Bell, quien se interesó en el proyecto a partir de sus estudios sobre la sordera, Luther Burbank, cuyo apellido todavía demarca una ciudad en el área metropolitana de Los Ángeles, o David Starr Jordan, quien fue presidente de la Universidad de Stanford, entre muchos otros. Todos ellos apoyaron proyectos de mejoramiento de raza, de esterilización forzada o de eugenésica.
En 1924 se aprobó la Nueva Acta Migratoria (New Immigration Act) que redujo la migración del sur y el este de Europa en un 80%. Hacia finales de la década de 1920, en los Estados Unidos se había impuesto rígidos controles migratorios, el uso de esterilización forzada y leyes que impedían el matrimonio interracial. Entonces el movimiento eugenésico de los Estados Unidos se convirtió en un modelo a seguir para su contraparte alemana, y varias de las políticas nazis de exterminio de la población se modelaron a partir del ejemplo estadounidense. En 1939 Hitler dio la orden de dar inicio a la exterminación sistematizada de las personas con problemas de desarrollo mental a manera de preludio del holocausto.
Recuerdo que uno de los descubrimientos que más me impactó cuando me fui a vivir a Michigan entre 1999 y 2000 fue el de los tenebrosos edificios abandonados que quedaban como vestigio de los centros de esterilización forzada que existieron en aquel estado.
Esta historia no es muy diferente a la de la región centroamericana. El racismo en Centroamérica también tiene un legado colonial y una historia de eurocentrismo que ha impactado las políticas migratorias del Istmo. El 7 de mayo de 1909 el decreto 792 de la Asamblea Nacional Legislativa de Guatemala declaraba que “[n]o se aceptarán como inmigrantes a los individuos de raza mongólica, los reos de delitos comunes graves, que hubieren sido condenados o que se conceptúen prófugos, los que no ofrezcan las condiciones de buena conducta y moralidad requeridas, y los mayores de 60 años”. Algunas décadas más adelante, bajo la dictadura de Jorge Ubico, el 25 de enero de 1936 se aprobó el decreto 1781 de la República de Guatemala que incluía la siguiente cláusula: “Se prohíbe la entrada al país a los extranjeros siguientes: a) Por razones de interés social . . . cualquiera que sea la nacionalidad de las personas por nacimineto o naturalización: 1. de los individuos de raza amarilla o mongólica; 2. de los individuos de raza negra, salvo las estipulaciones de las leyes en vigor; 3. de los gitanos...”. En Costa Rica la línea de segregación todavía es visible a medida que uno conduce por la carretera que lleva de San José al puerto de Limón. En El Salvador, también hubo una ley contra el ingreso de negros al territorio nacional y el odio racial llevó al ejército a ejecutar decenas de miles de indígenas en enero de 1932.
A pesar de que los Estados Unidos es un país que cuenta con una admirable historia de lucha por los derechos civiles, es fundamental comprender que la fundación del Proyecto Minutemen de Arizona, o la ley anti-inmigrante SB1070 no es sino un eslabón más en una larga cadena de odio racial que ha dejado su mancha indeleble por todo el hemisferio. Sin embargo, este odio racial está fundado también en una historia de privilegio de clase que oculta un hecho fundamental: que en la actualidad este privilegio de clase se posibilita por medio del trabajo de inmigrantes latinoamericanos y también por el apoyo de grandes corporaciones, instituciones y fundaciones que se mantienen avantes gracias al consumo de aquellos que son directamente afectados por sus políticas racistas.
El boycott al estado de Arizona tiene sentido. Si la justicia, la igualdad y los derechos humanos no tienen sentido para quienes invierten en el odio, el capital sí. Como población directamente afectada por la migración, es importante que seamos también consumidores responsables. En el caso de Arizona, hay compañías y corporaciones que invierten en el odio anti-inmigrante. Estas incluyen al equipo de beisbol los Arizona Diamonbacks, a la sorbetería Coldstone Creamery, a la tienda de comida para mascotas Pet Smart, a las aerolíneas US Airways, y en general al estado de Arizona. Ahora que el Condado de Los Angeles se ha unido oficialmente al boycott contra Arizona, es importante aclarar que este boycott no significa que no hay que ir a Arizona, significa hay que ir para apoyar la lucha por los derechos civiles que se está llevando a cabo en Arizona, y que en Arizona hay que consumir en establecimientos que promueven los derechos humanos o que tienen propietarios latinos, y no apoyar financieramente a instituciones que posibilitan con sus fondos las políticas de odio racial.
Debemos boicotearles.
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