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2010/06/10

Co Latino-“Hoy no se fía… mañana sí” (1) | 09 de Junio de 2010 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

 René Martínez Pineda.10 de Junio. Tomado de Diario Co Latino.


El libro “Otras inquisiciones”, de Jorge Luis Borges –releído, al azar, junto a la carta que Juan Pablo Vizcardo les dirigió a todos los españoles americanos- me movió a tantear nuevamente el problema del tiempo y el espacio en las ciencias sociales, sin pretender –por supuesto- reconceptuar la realidad o la sociedad, pues, eso es trabajo pesado.
El autor me lleva de la mano a descubrir que, como un Platón con celular, miro la realidad a través de sus cien sombras, y esa revelación -tan milenaria como astral- hace que me pregunte si, en verdad, existe el país tan impresionante y lindo –o el país tan degradante y feo- del que se habla, dependiendo del lado en que le lata a uno el corazón: “El Salvador está cerca de salir de la recesión”; “el equipo de fútbol de la UES (para alegría de quienes amamos el fútbol, sin dejar de ser de izquierda) sube a la liga mayor”; “pueblo demanda empleo urgente”; “asesinan a motorista de ruta 30 en San Salvador”; “diputados gastan $800 mil en autos de lujo”; “impuestos y más gasto, o menos gasto y menos infraestructura”;… pero, para el jodido, todos los pactos fiscales y todos los inviernos son iguales.
Tal revelación, rasgándome la venda, me aclara que la realidad real no concuerda, para nada, con lo que mis ojos creen ver al asomarse a la calle; esa revelación me obliga, además, a pensar en una suerte de “teoría especial de la relatividad sociológica”, que me remita al punto sociocultural que exhume –con las lógicas del poder y la estructura social como palas forenses- la fantasmagoría funcionalista de movilidad y estratificación social en las que vivo, sin existir, porque no soy consciente de que deambulo en un tiempo-espacio que, sin ser ficción ni chiste esotérico, tiene múltiples dimensiones en las que se distribuyen las personas: el tiempo-espacio de la modernidad burguesa, de unos pocos: “el iPhone 4 tendrá un precio de 199 y 299 dólares, según la capacidad de almacenamiento del dispositivo, definido en 16 y 32 GB, y estará disponible a partir del 24 de junio en Estados Unidos”; el tiempo-espacio oscurantista, de otros muchos: “fumigación masiva para eliminar el zancudo transmisor del dengue”; el tiempo-espacio del espejismo sin coordenadas ni mapas, del actual ciudadano promedio. Es hasta entonces que cobra vida la compleja reflexión de Cortázar de que «lo mejor que podemos regalar a alguien es, sin duda, nuestro tiempo», pues, en el fondo significa acercar los tiempos distintos en los que vivimos y, en materia social, el punto de unión lo establecen las políticas públicas.
El tiempo-espacio del salvadoreño promedio (sexto grado de escolaridad; al menos un teléfono celular; al menos un familiar en Estados Unidos o en la cárcel; centavos arriba del salario mínimo; conservador en lo político-mental y liberal en lo lúdico-genital; víctima de los ríos y de los sismos de más de un grado de intensidad en la Escala de Pobreza; fiel amante del fútbol y del atol de maíz tostado; devorador de al menos tres pupusas a la semana y una sopa de patas al mes… -sí, ya sé que un poco distinto a las trescientas dos personas urbanas con las que a diario te topas-) es sui géneris.
Ese abstracto pervertidor-pervertido del que, por ser promedio, tanto gustan los economistas, abogados, poetas, locutores, payasos, pastores, entrenadores y políticos, se troca en una soledad circular –el espacio exterior del laberinto de Octavio Paz- que nos impide ver que la historia continúa su curso sin su complemento directo (“él”, como sujeto histórico) porque éste cree en dioses endiosados que (“mientras tanto y por joder”, dice un poema) rebajan al ser al nivel de oración lírico-folclórica, en la que el sintagma nominal y el sintagma predicado se anulan –o se matan entre sí- porque carecen de los verbos transitivos básicos… amar: a alguien, aunque sea en secreto; tener: algo o alguito, o no tener nada; escribir: palabras propias; estudiar: el texto correcto y re-escribirlo.
En el tiempo-espacio del salvadoreño promedio (al que llamo sociedad espejismo, y que fue retratado, genialmente, por Roque Dalton como el “guanaco hijo de la gran puta”) la Tierra sigue siendo el centro del Universo, el orgasmo femenino es una enfermedad mental, y la verdad se decreta, ilumina o encubre, nunca se descubre.
Esa sociedad espejismo (“sociedad-ratonera”, dice mi amigo Luis Valdizón) ignora que el Universo es todo centro, y eso significa que cada uno de nosotros debemos ser el centro de todo, porque sólo así se resuelve el problema de la injusticia social en un entorno democrático, previa definición de lo que “eso” significa en palabras mundanas.
La relatividad sociológica, revela que las personas se encuentran perdidas, por un lado, en el tiempo, ya que se obstinan en ver futuros que son inalcanzables, por contemplarlos sentados y por carecer de un presente; ya que se obstinan en adorar pasados que son infinitos, por reincidentes y, por ello, las personas no encuentran un cuándo en su dónde ya que no son quiénes. Y, por otro, están perdidas en el espacio, debido a que se colocan en el irregular borde de lo infinitesimal (su cotidianidad reincidente).
Por ello, también, no conocen un dónde ni pueden definir un quién. Ningún salvadoreño promedio –ese que cree que existe una “derecha social”- es poseedor particular de un día, y no se encuentra en algún lugar (con lo que es legible el verso “los que nunca sabe nadie de dónde son”) y no sabe cuál es el tamaño de sus manos, pues, como rito imbatible, exhuma la creencia de que “dios proveerá”, o sigue confiando –cuando algo ha leído- en que el Mago de Oz le dará todo lo que necesita y le urge, es decir: lo que siempre ha necesitado en estos interminables siglos. Pero, si no podemos platicar con el universo, no podemos oírnos tal cual somos: seres secretos que tienen una vida pública revelada.
Por concebir así al tiempo, por sufrir así el espacio, la historia salvadoreña es la historia de la misma parábola inocua (generalmente política o sexual), lo cual provoca que el salvadoreño no tenga sentido histórico, porque no tiene un hoy: tiene un ayer y delira un mañana en que todo será mejor; porque prefiere someterse al examen de la historia sin haberla estudiado ni vivido; porque está exornado de supersticiones, tan invariables como paralizantes.

“Hoy no se fía… mañana sí” (1) | 09 de Junio de 2010 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

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