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2011/05/05

EDH-La obediencia y la violencia

 Mario Vega.05 de Mayo. Tomado de El Diario de Hoy.

Se trató de un experimento que podría clasificarse de terrorífico. Los resultados horrorizaron a la comunidad científica de los años sesenta, no tanto por los cuestionables métodos éticos utilizados como por sus terribles resultados. El psicólogo de la Universidad de Yale, Stanley Milgram, desarrolló una serie de pruebas sobre la obediencia.

El experimento consistió en seleccionar personas de todos los estratos sociales: abogados, bomberos, obreros. Se les dijo que participarían de un estudio sobre aprendizaje y castigo. Un médico con bata blanca les conminaba a actuar como "profesores". Debían leer una lista de palabras que un "alumno" debía asociar con otras desde otra habitación en la que no se lo podía ver pero sí escuchar.

Si el alumno se equivocaba, el profesor debía castigarlo con una descarga eléctrica, cuya intensidad se iría incrementando con cada respuesta incorrecta. La primera era una descarga leve de 15 voltios. La más alta era una peligrosa descarga fuerte de 450 voltios.

El verdadero experimento no tenía nada qué ver con el aprendizaje de los "alumnos", sino en medir el grado de crueldad que personas comunes podían alcanzar. A los 180 voltios el alumno, que en realidad era un actor, gritaría desesperadamente diciendo que ya no soportaba el dolor. A los 300 diría que ya no deseaba continuar con la prueba. A los 330, sólo habría silencio y se le informaría a los "profesores" que el "alumno" tenía problemas con su corazón.

Para sorpresa de todos el 65% de los sujetos llegó a aplicar la descarga máxima de 450 voltios, a pesar de todas las manifestaciones de dolor y el supuesto peligro de muerte. Sobrepasaban sus escrúpulos morales y humanos para seguir las instigaciones del médico de bata blanca.

El experimento se ha repetido en diversos países como Australia, Alemania, Jordania y otros, pero siempre con los mismos resultados. Con niveles idénticos de obediencia tanto en hombres como en mujeres. La investigación demostró a las claras cómo personas normales y equilibradas podían ser inducidas a cometer actos de crueldad inhumana, simplemente por la presencia de una figura de autoridad. Los hallazgos han sido útiles para explicar grandes atrocidades como el Holocausto, la matanza de My Lai, el genocidio de Ruanda y otros.

Al pensar en los hechos inhumanos que se producen en nuestro país como resultado de la violencia social, las pruebas de Milgram demuestran que no necesariamente se necesita ser un perturbado mental o un desequilibrado, ni siquiera un narcotraficante, para ejecutar las acciones más crueles y macabras contra cualquiera, se le conozca o no.

La prueba también demostró que cuanto mayor es la distancia psicológica del sujeto respecto de su víctima, más probable es que siga las órdenes hasta un final fatal. Si el "profesor" sólo leía las preguntas pero no administraba las descargas, el 90% concluía el experimento; pero si tenía que tocar al alumno para castigarlo, sólo el 30% llegaba hasta los 450 voltios. En la medida que la aplicación de la crueldad se personaliza, mayor disuasión produce al victimario. Por ello, la preferencia a operar en grupo. Los ataques colectivos establecen una distancia psicológica entre el agresor y su víctima. Al final, quizá ni se sepa cuál fue el tiro certero y cuál el errado. Cuál la puñalada decisiva y cuál la contingencial.

El ser humano muestra una pasmosa obediencia a figuras de autoridad cuando se trata de infligir daño a otros. De allí la urgencia de liderazgos de compasión, tolerancia y perdón. Ellos son la única vía para formar valores éticos y morales que son la última barrera que separa al ser humano del salvajismo.

elsalvador.com, La obediencia y la violencia

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