Víctor Manuel Valle.29 de Agosto. Tomado de Diario Co Latino.
El Teniente Coronel José María Lemus llegó a la Presidencia en septiembre de 1956, con base en unas elecciones de candidato único, ridículas pero legitimadas por los pudientes y los militares del país y las derechas del continente. Así se mantenía la dictadura militar, como una democracia de escenografía, de fachada.
Lemus era el sexto eslabón de la dictadura militar de El Salvador instaurada en 1931, después de Maximiliano Hernández Martínez, Andrés Ignacio Menéndez, Osmín Aguirre y Salinas, Salvador Castaneda Castro y Oscar Osorio. Después de Lemus vendrían Julio Adalberto Rivera, Fidel Sánchez Hernández, Arturo Armando Molina y Carlos Humberto Romero. Diez presidentes militares en casi cincuenta años, de 1931 a 1979, con unos gobiernos colectivos y hasta un presidente civil y provisional, muy transitorios, unas veces.
Lemus quiso tomar distancia de su antecesor y auspiciador, Osorio y, en cuanto tomó posesión, derogó una ley represiva (Ley de la Defensa el Orden Democrático y Constitucional) y permitió el retorno de políticos exiliados por Osorio. Schafik Handal, un dirigente universitario izquierdista, de escasos 26 años, pudo regresar de su exilio en Chile.
Como coincidencia, El General Anastasio Somoza García –padre del otro General Somoza que fue derrocado por los Sandinistas en 1979- fue baleado fatalmente en 1956, una semana después de la llegada de Lemus a la Presidencia de El Salvador.
El joven que baleó a Somoza, Rigoberto López Pérez, trabajaba en el Ministerio de Salud Pública de El Salvador y salió de San Salvador a León para cumplir su cometido. Tenía muchos amigos en El Salvador, algunos de ellos anti-somocistas organizados. Notoriamente, el nuevo Gobierno de El Salvador no desató ninguna persecución exagerada contra los anti-somocistas.
En 1960, cuatro años después, a Lemus se le complicaron las cosas. Ese año ya el Gobierno revolucionario de Cuba era la oveja negra del sistema interamericano. A propósito de una reunión de la OEA en Costa Rica, cuando ya se censuraba y se hablaba de expulsar al Gobierno de Cuba de la OEA, los anti-castristas propalaban estrofillas como unas que leía Álvaro Menéndez Leal en Telediario y que decían:
San Vicente de Paúl, San Vicente de Paúl, /tráenos a Camilo/y llévate a Raúl.
San Gabriel, San Gabriel/tráenos a Camilo/ y llévate a Fidel.
Santa Clara, Santa Clara/ tráenos a Camilo/ y llévate al Che Guevara.
Camilo Cienfuegos había muerto en un accidente de aviación a principios de la Revolución, en 1959. Los contrarrevolucionarios insinuaban que Camilo había muerto en un atentando urdido por Fidel, Raúl y el Che.
Esto no valió nada, pues el gobierno, en ese período corto y muy represivo de Lemus, cerró el noticiario de Álvaro Menéndez Leal. Tal era la represión. Álvaro leía las estrofillas; pero también leía noticias y denuncias sobre la represión.
En septiembre de 1959, el Presidente Lemus hizo una visita oficial a Estados Unidos donde fue recibido por el Presidente Eisenhower y otras personalidades, con muchos bombos y platillos. Entre sus acompañantes estaba el Dr. Jorge Sol Castellanos, su Ministro de Economía.
A Lemus se le presentaba como un líder democrático que, sin ser izquierdista, podía introducir cambios en las sociedades de países subdesarrollados de América Latina. No obstante, en diciembre de 1959, después de su viaje a Estados Unidos, sus cuerpos policiales reprimieron una manifestación de estudiantes y trabajadores.
A principios de 1960, el Gobierno de Lemus anunció la puesta en marcha del Plan Metalío.
Con esto se pretendía la parcelación de la Hacienda Metalío, Acajutla, para entregar las parcelas a campesinos sin tierra. Era un experimento de re-ordenamiento agrario.
Un día de agosto, la Iglesia Católica liderada por el Arzobispo Luis Chávez y González, organizó una movilización en apoyo al Plan Metalío (Plan Mierdalío le decían las publicaciones de estudiantes universitarios opositores).
Tómese en cuenta que en 1960 aún no había comenzado el Concilio Vaticano II, que dio origen a muchos cambios en las concepciones de la Iglesia Católica, aunque ya había sido convocado por Juan XXXIII. La Teología de la Liberación aún no había sido concebida. Los sacerdotes Gustavo Gutiérrez y Leonardo Boff aún no habían hecho sus aportes en esta materia.
La Iglesia Católica y, sobre todo, su liderazgo, no estaban supuestos a impulsar causas progresistas. Desde hacía mucho tiempo, decir Iglesia Católica era decir orden establecido. Era común y simplista decir que el poder en los países atrasados de América Latina lo ejercía la trilogía compuesta de militares, terratenientes y liderazgo de la Iglesia Católica, trilogía que tenía como mar de fondo el anti-comunismo internacional.
Monseñor Chávez y González había sido nombrado Arzobispo en 1939, durante el Papado de Pío XII –quien no condenaba explícitamente al Nazismo- , y el apogeo del dictador Hernández Martínez, y eso le daba una aureola de conservador y cómplice.
Monseñor Chávez evolucionó y al momento de su retiro ya sostenía posiciones progresistas. Se alineó con las enseñanzas del Concilio Vaticano II. Lo cierto que una manifestación convocada por él para apoyar un plan del gobierno militar, despertaba resquemores y suspicacias.
(Continuará)
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