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2010/08/31

LPG-Editorial-Una masacre que desnuda la realidad lacerante

Esta matanza espeluznante debería poner a todos los Gobiernos de la región, incluyendo desde luego al de Estados Unidos, en emergencia ante una problemática que desde hace ya tiempo se les ha ido a todos de las manos.

Escrito por Editorial. 31 de Agosto. Tomado de La Prensa Gráfica.

La espantosa masacre ocurrida en Tamaulipas, México, en la cual fueron sacrificadas por el grupo de Los Zetas 72 personas que migraban de sus países en busca del llamado “sueño americano”, pone una vez más al descubierto el drama humano de los nacionales de nuestros países que se van al Norte, por vías irregulares, con el propósito de alcanzar una vida mejor. El drama comienza, desde luego, en los países de origen, donde no hay suficientes oportunidades de futuro, y donde más bien imperan las más variadas formas de inseguridad. Irse como sea es, entonces, exponerse a cuantos riesgos, amenazas y atentados surjan en el camino con tal de dejar atrás las penurias, peligros e injusticias que menudean en el ambiente propio.

La ruta de las migraciones siempre ha sido tortuosa, en todos los tiempos y lugares, porque es llevar la carga del desarraigo e incorporarse a una nueva vida en la que hay muchos más rechazos que facilidades. En el flujo humano desde nuestros países hacia el Norte se dan complicaciones adicionales: en primer término, se trata de una migración desde el sur, con todas las artificiosas imágenes negativas que eso acarrea; y además, ya no es una emigración para ir a desaparecer, sino lo contrario: para ir a emerger, como lo vemos en las vigorosas comunidades de compatriotas que surgen allá. Para más, en el paso por México, país hermano donde impera cada vez más el crimen organizado, la aventura de los migrantes se vuelve una apuesta a vida o muerte.

Nuestros compatriotas, que lo arriesgan todo con tal de ir al encuentro de las oportunidades del desarrollo, merecen no sólo un trato más humano aquí, en el camino y en el país de llegada, sino una integración de esfuerzos para que puedan realizar su anhelo de superación por el trabajo. Esta masacre es un crudo espejo de lo que no se ha hecho bien hasta ahora.

UNA RESPONSABILIDAD EN MÚLTIPLES SENTIDOS

Esta matanza espeluznante debería poner a todos los Gobiernos de la región, incluyendo desde luego al de Estados Unidos, en emergencia ante una problemática que desde hace ya tiempo se les ha ido a todos de las manos. No hay que dejar que pase la conmoción por este hecho para tomar iniciativas comunes mucho más realistas y creativas al respecto. Como bien acaba de decir el Arzobispo de San Salvador, en frase que no puede ser más gráfica: esto no es turismo, es supervivencia. Y el compromiso no puede darse en una sola vía: tiene que ser en doble vía; es decir, desde los países de origen y desde el país de destino.

El número de víctimas salvadoreñas en la masacre de Tamaulipas ya ascendió a 13 y falta mucha gente por identificar. Esta es una tragedia que enluta al país, y que constituye un impactante llamado a la conciencia nacional para emprender acciones verdaderamente significativas en la vía de ir generando más oportunidades reales para nuestros compatriotas, en especial los jóvenes, de todas las condiciones económicas y sociales. El desarrollo, para que sea de veras tal y pueda sostenerse en el tiempo, tendría que ser para todos y en función de todos.

Venimos insistiendo, desde hace buen rato, en el imperativo de estructurar un sistema de oportunidades en la educación y en el empleo, que empalme con una reactivación económica que pueda ser de largo alcance. Lo social y lo económico son las dos caras de la misma moneda, y la dramática dinámica migratoria lo demuestra sin necesidad de ningún otro argumento. Hay que romper el círculo necesidad-emigración, para estar en línea con lo que nos toca hacer como salvadoreños de hoy.

Una masacre que desnuda la realidad lacerante

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