En otras palabras, el Mes Cívico debe ser escenario para la autorreflexión sobre lo que es nuestro país y sobre lo que significa para cada uno de nosotros y para todos en común.
01 de Septiembre. Tomado de La Prensa Gráfica.
Este día, como todos los años, inicia el Mes Cívico, en conmemoración de la Independencia centroamericana, proclamada sin violencia el 15 de septiembre de 1821, en Guatemala. Y cada año se repiten las ceremonias, los desfiles y los discursos, sin que todo esto tenga en realidad la significación inspiradora que debería tener. Mucho de lo que se hace durante este mes muestra sentido más bien coreográfico, porque a lo largo del tiempo, y sobre todo en los decenios más recientes, el sentimiento patriótico ha tendido a languidecer. Ahora, por otras causas, está mucho más vivo en las comunidades de salvadoreños en el exterior que dentro del territorio nacional.
En la medida que el conflicto interno fue acercándose a su expresión bélica, los valores cívicos fueron mostrando su situación crítica; y es que hay que reconocer que el civismo anterior estaba montado sobre bases falsas, porque una sociedad tradicionalmente dividida no puede sostener valores compartidos. Esto implica que, dentro de la reconstrucción democrática de nuestro tejido social, económico y político, se tienen que hacer todos los esfuerzos necesarios para revivir el sentimiento de nacionalidad, o sea el patriotismo activo y comprometido, que le provea al proceso la savia vivificadora que necesita para ser un proceso histórico verdadero.
El trabajo tiene que ser asumido por todas las estructuras de la sociedad: la familia, la escuela, las organizaciones de toda índole, las instituciones públicas y privadas, y el Estado como tal. El civismo no es una simple asignatura dentro del currículo de la enseñanza formal: es un enfoque fundamental de la vida en común, que comprenda y potencie todas nuestras características nacionales. En estos días debería fomentarse este tipo de enfoques, en vez de que todo se quede en las superficies de la actividad puramente decorativa.
Hacer patria viviéndola
El Mes Cívico es el momento oportuno para impulsar una nueva manera de ver al país, de asumir el destino del país y de comprometerse con la suerte y con el futuro de todos los que pertenecemos a la salvadoreñidad, que no sólo nos distingue como conglomerado nacional sino que nos permite incorporarnos, con personalidad propia y voluntad identificable, en la gran corriente globalizadora que recorre el mundo de nuestros días. En otras palabras, el Mes Cívico debe ser escenario para la autorreflexión sobre lo que es nuestro país y sobre lo que significa para cada uno de nosotros y para todos en común.
Hay que despertar el sentimiento nacional, tomando conciencia de que hay un alma nacional y un acervo de vida que nos unifica en el tiempo. Ya no somos la sociedad dividida que, antes de que estallara esa misma división bajo la forma de un conflicto bélico, buscaba a toda costa sostenerse en la fractura irreconciliable. Hoy somos la sociedad que está construyendo su integración, a partir del reconocimiento formal de que la paz interna no sólo es posible, sino necesaria. Tenemos gravísimos problemas, pero ya no estamos en aquella condición sin salida.
El civismo que hoy se hace imprescindible es el que surge del imperativo de dar vigencia permanente a valores esenciales como la libertad, la justicia y la solidaridad, en un ejercicio real de virtudes ciudadanas, tanto públicas como privadas, que asegure el futuro de estabilidad y de desarrollo que nuestra sociedad merece, para beneficio de la totalidad de sus integrantes. Ese es el civismo que se tendría que estar promoviendo en estos días.
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