Enrique Gomáriz Moraga.31 de Agosto. Tomado de Contra Punto.
SAN SALVADOR - A mediados de los pasados años noventa, en calidad de consultor, tuve oportunidad de opinar sobre la figura institucional más adecuada para constituir el Instituto Salvadoreño para el Desarrollo de la Mujer (ISDEMU). Inmediatamente después fui el recurso humano que el PNUD puso a disposición de esa institución para facilitar el proceso de elaboración de la primera Política Nacional de la Mujer; lo que me permitió ser testigo presencial de un proceso de concertación de política pública difícil de concretar en ese entonces, protagonizado por mujeres de ideologías bastante distintas.
Admito que haber asistido al nacimiento y primeros pasos del ISDEMU me hace difícil permanecer indiferente ante la controversia que se está produciendo acerca de sus recientes actuaciones. Por ello, me permito hacer un breve análisis y algunas recomendaciones al respecto, en defensa del ISDEMU.
Creo que los factores que pueden debilitar la institución son de distinta naturaleza. En primer lugar, me parece que el más importante se refiere al hecho de que el ISDEMU parece decidido a retomar un protagonismo público que había perdido en las dos administraciones anteriores. Lógicamente, no es de extrañar que ello produzca el rechazo o al menos la reticencia de sectores conservadores del país. Pero esto debería ser un dato de partida, sin que sea conveniente olvidarlo por ello.
Pero precisamente porque ha decido abandonar esa pasividad previa, el ISDEMU debe poner atención a otros factores de debilitamiento que es necesario evitar. Uno de ellos refiere a la necesidad de mantener su verdadero papel en el contexto institucional del Estado salvadoreño. El otro, a su propia orientación y desempeño.
Ambos aspectos se han puesto de manifiesto con motivo de la firma por parte de la dirección del ISDEMU del documento regional surgido de la XI Conferencia Regional de la Mujer de América Latina y el Caribe, denominado Consenso de Brasilia. Como se sabe, la controversia ha surgido a propósito del punto 6 del documento, en el literal f), donde se establece el compromiso de "Revisar las leyes que prevén medidas punitivas contra las mujeres que se hayan sometido a abortos”.
A este respecto es necesario examinar tanto el contenido como los procedimientos. En cuanto al contenido, no parece que el asunto sea para tanto: revisar la legislación sobre esta cuestión no significa cambiarla y un punto así podría firmarlo cualquier persona progresista. Sin embargo, la Dirección del ISDEMU debe contemplar este asunto con especial atención, dado que su Estado tiene una normativa restrictiva en esta materia. Según el artículo 4 de su ley fundacional, el ISDEMU tiene prerrogativas de representación ante organismos internacionales, pero siempre “sin perjuicio de las funciones que corresponden al Ministerio de Relaciones Exteriores”. Es decir, lo adecuado debería haber sido hacer la consulta puntual sobre si El Salvador debería poner reserva a este punto, como hicieron Chile, Costa Rica y otros países. ¿Hizo esa consulta su Directora? Más aun, ¿la hizo a quien corresponde: el titular de Relaciones Exteriores? Ese asunto no parece tener todavía una respuesta clara.
Y es importante no confundirse ante el papel institucional del ISDEMU. Organizaciones de mujeres han emitido un comunicado que puede prestarse a confusiones. Afirman que el ISDEMU es el organismo “estatal” rector de las políticas en esta materia. En primer lugar, es necesario saber que el ISDEMU es una institución perteneciente al Poder Ejecutivo y su mandato se extiende a esa Administración pública, pero que carece de mandato directo sobre los restantes poderes del Estado: el Órgano Judicial, la Asamblea Legislativa y los Gobiernos locales. Es decir, es una institución estatal por gubernamental, pero no a la inversa.
En realidad, hay dos visiones que no corresponden al papel del ISDEMU. La primera, la que se acaba de mencionar, entendiendo al Instituto como una institución panestatal, algo que por cierto no se resuelve en absoluto convirtiéndolo en Ministerio, como se piensa en algunos círculos. La segunda, considerarlo como una organización de mujeres dentro del Estado. El ISDEMU no es de las mujeres, como alguna vez se dice, sino que es una institución pública que obtiene sus recursos del conjunto de la ciudadanía, mujeres y hombres. Es decir, es la institución que las y los salvadoreños se han dado para la promoción de la mujer y la equidad de género. Pensar el ISDEMU como una organización de mujeres grande sólo debilita la institución. De igual forma, colocar al ISDEMU como una institución cautiva de las organizaciones civiles, ideológica y políticamente, presenta un alto riesgo de que su orientación pierda la perspectiva pública que le corresponde.
Mantener esa perspectiva de entidad pública es crucial, para que le permita al ISDEMU procesar las reivindicaciones de la sociedad civil, pero manteniendo el rumbo que el Gobierno legítimamente elegido por la ciudadanía quiere imprimir a las políticas públicas en esta materia. Su elevada capacidad de iniciativa, que le otorga la figura de entidad autónoma, debe realizarse en consulta con el Gobierno legítimo y en particular con el Presidente de la República.
Ello también debe privilegiar la búsqueda de la inclusión de los temas referidos a la equidad de género en la perspectiva integral de las políticas gubernamentales, algo que no siempre se ha cuidado, sobre todo en algunos temas sensibles. Pero eso también guarda relación con el tipo de enfoque de género que oriente al ISDEMU: hay que superar una orientación poco actualizada que no busca sistemáticamente la equidad a partir de la corresponsabilidad de mujeres y hombres y que no pone atención a la necesidad de evitar la percepción errónea de que el enfoque de género persigue la separación de mundos (masculino y femenino), sino que procura unas relaciones equitativas y democráticas entre mujeres y hombres, sin necesidad de considerarlos idénticos, porque no lo son.
En suma, la recuperación del protagonismo y la capacidad creativa del ISDEMU requiere de un reconocimiento acabado del papel institucional que le corresponde y de los procedimientos adecuados dentro de la administración pública, así como de un enfoque y planteamientos amplios e integrales, no cautivos de ningún sector de la sociedad civil, sino producto de su autonomía y de un relacionamiento constante, sobre todo en los asuntos controversiales, con el Gobierno al que pertenece.
No hacerlo de esta forma, abre enormes flancos de debilidad que serán sistemáticamente utilizados por quienes desearan fragilizar el ISDEMU. Y la respuesta a estos sectores tampoco puede consistir en pintar de negro las relaciones de género en El Salvador, como siguiendo la estrategia de cuanto peor mejor. He visto un titular en un diario salvadoreño que dice: “El país, uno de los más desiguales en género”. Algo que no es exactamente cierto. Desde hace veinte años, cuando realizamos los trabajos de FLACSO sobre Mujeres Latinoamericanas en Cifras, hasta hoy, cuando junto a Rosalía Jovel, preparamos el informe para el Cuaderno de Género del PNUD, la imagen que ofrece El Salvador no es tan negativa: se sitúa en el nivel intermedio en materia de equidad de género, como le sucede en cuanto a su Índice de Desarrollo Humano (IDH). De hecho, la brecha entre IDH e Índice de Desarrollo Humano relativo al Género (IDG) se ha ido cerrando desde el año 2000. Dicho de otra forma, El Salvador ha avanzado considerablemente, pero todavía le queda por avanzar.
Para defender al ISDEMU no es necesario caer en la exageración y el fundamentalismo, tampoco en el plano del diagnóstico. Más bien, tratar de defenderlo desde estas actitudes resulta ser contraproducente y, por tanto, muy poco recomendable para fortalecerlo efectivamente.
En defensa del ISDEMU - Noticias de El Salvador - ContraPunto
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