La masacre pone de manifiesto una terrible realidad: que estamos sumidos en una guerra, que toda la región está victimizada y, por lo mismo, sólo podemos defendernos uniendo fuerzas
31 de Agosto. Tomado de El Diario de Hoy.
Setenta y dos personas que iban hacia Estados Unidos, entre ellos trece salvadoreños, fueron masacradas en México por narcotraficantes, barbarie que se suma al horror que se ha desatado sobre la región. Hace cuatro días fueron los desdichados inmigrantes, luego el fiscal asignado para investigar la carnicería, después unos policías, antes periodistas… la cadena de espantos sigue sin abatir pues al narcotráfico se agregan secuestros y extorsiones.
El sábado, el consulado de Estados Unidos en Monterrey, México, anunció que iba a repatriar a los hijos de empleados y funcionarios por el grave riesgo que corrían. El consulado, que es el más grande en el mundo, también reducirá su personal.
La masacre fue perpetrada por esbirros de los cárteles que se disputan el control del narcotráfico y que quisieron forzar a los inmigrantes, que iban ilegales, a dar el nombre de parientes en Estados Unidos para extorsionarlos. Al negarse los asesinaron.
México está bajo ataque, como Centro-América también sufre la agresión de los narcos. Es una guerra no declarada que se pretende combatir con procedimientos y leyes de tiempos de paz.
La droga proviene principalmente de las FARC, que, a su vez, han trasladado de Colombia a Venezuela sus centros de comando, sus campos de entrenamiento, sus refugios.
En Colombia quedan las siembras de coca, los laboratorios clandestinos, las redes de encubridores. La droga, de acuerdo con informes de inteligencia y lo que se publica por todo el mundo, se trasiega en su mayor parte a Venezuela, desde donde parten vuelos "no identificados" al Caribe, a pistas clandestinas en Centro-América y a África.
Poco antes de finalizar, el gobierno del expresidente Uribe denunció que Venezuela está involucrada con las FARC y entregó a la OEA y a otras entidades las pruebas de los nexos FARC/Venezuela, incluyendo vídeos, fotografías aéreas, testimonios y documentos.
Las pestes no reconocen fronteras
Entre la plantita de coca que se siembra en Colombia, los cultivos en el altiplano andino, principalmente en Bolivia, a las matanzas en Tamaulipas o el coche bomba que estalló frente a una sede de Televisa en Ciudad Víctoria, hay una red de complicidades, de bandas criminales y de contactos provenientes de Colombia, Ecuador, Venezuela, Perú y Bolivia, hasta las calles de Phoenix y Chicago. En la infernal trama encajan desde grupos criminales que operan en las barriadas de San Pedro Sula, el norte de Guatemala y Soyapango, hasta las estructuras de lavado de dinero que se extienden por todo el globo.
El azote ha crecido porque es muy cómodo para muchos, incluyendo gobiernos, hacerse los desentendidos, pretender que es un problema de delincuencia de barrio, que se trata de una dolencia "social", que las cosas se van a solucionar con "prevención, rehabilitación y reincorporación". Que nada tiene que ver con Venezuela, esa gran democracia que está alumbrando el futuro de América, según lo asegura el propio Hugo Chávez.
La masacre pone de manifiesto una terrible realidad: que estamos sumidos en una guerra, que toda la región está victimizada y, por lo mismo, sólo podemos defendernos uniendo fuerzas, intercambiando información y persiguiendo a los criminales donde estén. Un proceso contra asesinos en México es un proceso que busca proteger mexicanos pero asimismo a salvadoreños y costarricenses, como los criminales liberados aquí amenazan al resto de países.
Al igual que las pestes, las fronteras no detienen al crimen organizado.
elsalvador.com :.: La masacre, narcotráfico y la guerra regional
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