Funes dejó de lado el tono apasionado de su discurso de toma de posesión para hacer un extenso punteado de una minucia de medidas en diversas áreas del gobierno. Reconoció un par de errores puntuales, identificó cinco golpes de timón respecto de las administraciones anteriores, y pidió a su partido un año de tregua.
Ricardo Vaquerano y Rodrigo Baires Quezada. 02 de Junio. Tomado de El Faro.
Los números que puede mostrar son pobres, admitió el presidente Mauricio Funes este martes ante la Asamblea Legislativa, cuando en su discurso de primer aniversario dedicó menos de una décima parte de su alocución a hablar del principal problema que aqueja a los salvadoreños: la inseguridad pública.
En poco más de 63 minutos, Funes abordó ocho grandes áreas temáticas, aunque las más voluminosas preocupaciones en la mente de los salvadoreños no hicieron grandes apariciones en el discurso. Sin embargo, contrario a sus antecesores, el presidente sí admitió un par de fallas o déficit en este su primer año de gestión, aunque las expuso con las mínimas palabras posibles.
Después de unas líneas de saludo, en tono de excusa, comenzó anunciando que iba a hacer una reflexión sobre la situación en que encontró el país cuando inició su administración. Eso le iba a servir "para contextualizar así las acciones emprendidas, las dificultades encontradas, los aciertos y errores de estos intensos 12 meses de labor", dijo. ¿Errores? ¿Qué presidente alguna vez llegó a admitir ante sus adversarios que cometió errores? Funes mencionó un par de ellos.
Antes de esa introducción a su informe, sin embargo, el presidente había hecho un paréntesis para expresar su solidaridad con las víctimas de Agatha. Y entonces aprovechó para colgarse a sí mismo la primera medalla al mérito, pero también hizo un reconocimiento de error. "Por primera vez, en muchísimo tiempo, el Estado ha reaccionado a tiempo, anticipándose al fenómeno climático", admitió.
Hace menos de siete meses, el sistema de Protección Civil -concebido como una gran red nacional de arterias y vasos sanguíneos hasta en el último municipio del país- existía solo en el papel. Y fue hasta la tragedia de 200 muertos que provocó Ida, a inicios de noviembre, cuando las autoridades echaron de menos un sistema que era inexistente en decenas de municipios, incluido Verapaz. Aparte de eso, el sistema no pudo anticiparse al embate de Ida sino que reaccionó hasta cuando ya había decenas de fallecidos.
Fue después de ese paréntesis cuando Funes comenzó a repasar sus primeros 12 meses de gobierno. Se atribuyó cinco giros en la forma de hacer las cosas en distintas áreas, 11 logros en términos de resultados palpables, una infinidad de medidas -incluida una minucia en el área de seguridad pública y en inversión pública- y lo que podría entenderse como un fracaso.
El presidente se dio crédito por cinco cambios que según él marcan una diferencia respecto de los gobiernos anteriores. Uno es que "ninguna política pública se lleva a cabo sin discutirla previamente con los sectores implicados". Eso lo puso en evidencia cuando confrontó a su partido y lo acusó de irresponsable y populista por promover que de un plumazo se eliminara el cargo básico por telefonía residencial. Se jactó de haber promovido un acuerdo para que los operadores y la Asamblea Legislativa pudieran retractarse y emitir un nuevo decreto, que al final terminó dándole más ingresos a una de las operadoras.
También aseguró que dejó atrás el diseño de políticas públicas con un enfoque asistencialista y clientelista, para dar paso a uno basado en los derechos humanos. Un tercer cambio, dijo, fue la actitud preventiva en el área de protección civil, y uno cuarto fue abrirse para que la comunidad internacional pueda verificar el cumpliemiento de los compromisos en la lucha contra la corrupción.
El quinto golpe de timón que citó fue el de derechos humanos. Destacó la actitud de pedir perdón en nombre del Estado por los abusos y violaciones de derechos humanos durante la guerra. Ahí, ni una palabra sobre la Ley de Amnistía, a pesar de que el sistema interamericano pide su derogación.
Si de algo careció el discurso fue de grandes anuncios o promesas novedosas. Recordó que el nuevo puerto de La Unión está listo para empezar a funcionar, que el bulevar Diego de Holguín estaría listo para diciembre de 2011, que se iniciaría la construcción del hospital de Maternidad y que va a construir Ciudad Mujer.Sobre el nuevo Hospital de Maternidad, ya el 3 de septiembre -para poder mostrarlo entre los "logros" de sus primeros 100 días de gobierno- había puesto la "primera piedra". Algo parecido había sucedido con Ciudad Mujer, una de sus más alardeadas promesas de campaña, pues el 8 de septiembre pasado viajó hasta Usulután para anunciar que era de justicia que ahí naciera la primera sede de ese proyecto en favor de las mujeres. En esa ocasión -también para incluirla en los "logros" de sus primeros 100 días- también colocó una primera piedra. Este martes, el presidente se desdijo, pues anunció que la primera sede se construirá ya no en Usulután, sino en Lourdes, Colón, donde comprarán un terreno. La ejecución de este proyecto no tiene fechas.
Así luce el discurso del presidente Mauricio Funes procesado con un programa de computadora que muestra las 50 palabras que con mayor frecuencia fueran citadas por el mandatario.
Funes pide tregua de un año
Funes habló de corrupción, de política exterior, de su estilo de gobierno, de seguridad pública, de la economía cercana al bolsillo de la gente, del área social, de la inversión pública, de derechos humanos, de política exterior y, al final, de lo que pareció una invitación a su partido, el FMLN,a darse una tregua de un año.
Quizás donde más cómodo se sintió fue en el área social y la de inversión pública. Esta última ocupó un tercio de todo el discurso, y el área social una quinta parte. Esta última fue la que arrancó el primer aplauso de sus compañeros efemelenistas, y ocurrió cuando destacó una novedad de este gobierno, que es la entrega gratuita de uniformes, cuadernos y zapatos a los escolares del país.
Ese programa, que no tenía precedentes, lo impulsó el vicepresidente Salvador Sánchez Cerén, el último líder histórico de la ex guerrilla, y entusiasmó parcialmente al auditorio reunido en el Salón Azul de la Asamblea. En ese momento no quedó claro si el aplauso era en realidad a Funes o al dirigente efemelenista, presente en la sesión.
Funes y su partido han venido jugando a distanciarse en una serie de áreas como la política exterior y los cobros de servicios básicos como el agua potabla y, sobre todo, la telefonía. Esas diferencias de visión los han llevado a darse de golpes en público y el mismo vicepresidente desentonó, hace meses, cuando en unas encendidas declaraciones criticaba al gobierno estadounidense por su ofensiva para conseguir acceso a bases aéreas colombianas. En contraste, Funes se esforzaba por hacer notar, en sus primeros meses de gobierno, que no era cierto que iba a entregar al país a Hugo Chávez, y destacaba cuanta vez podía su interés en trabajar de la mano con Barack Obama.
Quizás por el desgaste de esa guerra fría de 12 meses, el FMLN y Funes coincidieron este martes en pedir un poco de paz. "Esperamos que ya no haya estos dimes y diretes públicos", dijo el coordinador general efemelenista Medardo González, pocos minutos antes del discurso del presidente.
Y a pesar de claras diferencias en áreas como la fiscal, la ley penitenciaria juvenil y el manejo de instituciones como el Registro Nacional de las Personas Naturales, el partido de izquierdas saludó al gobernante con un más que amistoso pronunciamiento. El FMLN se dijo satisfecho de este primer año del "gobierno del cambio", en una proclama que leyó en conferencia de prensa.
Y a pesar de esas claras diferencias, que se han manifestado también en que Funes acuse a su partido de chantajearlo con los préstamos internacionales, el presidente cerró su discurso con un llamado vehemente pero cauteloso a los "diputados y diputadas". Les pidió hacer a un lado sus agendas partidarias y ponerse del lado de la gente, de un pueblo sufrido pero con carácter. Y aunque lo hacía dirigiéndose a la masa de 84 legisladores que le escuchaban, la verdad es que Funes ha encontrado sus mayores críticos y los más suspicaces parlamentarios en aquellos que pertenecen a su partido.
A ellos, precisamente, les ha dejado claro varias veces que él no es el presidente del FMLN y que, por lo tanto, se despoja de su bandera partidaria para tomar decisiones que beneficien a todos. Y en su cierre de discurso se parafraseó a sí mismo, sin mencionar ni una sola vez a su partido. "Con la autoridad moral que me otorga haber pedido a todos los funcionarios de mi gobierno que prioricen su función de servidores públicos y dejen de lado su militancia partidaria mientras estén en los cargos públicos, con esa legitimidad moral vengo a pedirles que dediquemos todos nuestros esfuerzos a El Salvador. Les pido, diputados y diputadas, un año por la patria. Un año en el que los intereses de partido queden en un segundo plano para que todos juntos privilegiemos los intereses generales de nuestra patria y de nuestro pueblo. Les pido, pues, un año de trabajo en conjunto."
"Sí, acepto"
A esta exhortación el presidente dedicó 430 de las 6 mil 679 palabras de su discurso. El doble de lo que dedicó a hablar sobre corrupción y transparencia, y apenas 22 palabras menos que lo que destinó a hablar de esa economía que tiene que ver con empleos y servicios.
Fue en ese apartado en el que destacó el aumento en las exportaciones y en las remesas en el primer trimestre del año como una muestra que la economía salvadoreña iba despegando. El primero, todavía insuficiente para que la balanza comercial del país tenga un déficit de 903.6 millones de dólares. El segundo, producto del lento despegue de la economía estadounidense y no la nacional.
Lo del FMLN también fue un poco menos voluminoso que lo que tiene que ver con la preocupación número uno de los salvadoreños: la inseguridad pública. A esto dedicó menos de una décima parte de su discurso (un 8.5%). Gran contraste con el 59.3% de los salvadoreños que, según la más reciente encuesta del Instituto Universitario de Opinión Pública (IUDOP), consideran que la delincuencia, la violencia y las pandillas constituyen el principal problema de El Salvador.
Fue en esta breve sección donde el presidente tuvo el detalle de admitir una realidad incontrovertible en el país más violento del continente, con una tasa de homicidios que ya ronda el umbral de los 70 asesinatos por cada 100 mil habitantes. Ese índice significa que El Salvador septuplica el nivel que la Organización Mundial de la Salud considera estado de epidemia.
Después de una breve enumeración de acciones en el área de seguridad pública, y después de recordar que recibió el país ya en la cima del ránking de violencia de América, Funes hizo una concesión: "Quiero destacar también que, aunque las estadísticas aún no reflejen el sacrificio que están realizando nuestros agentes (de Policía), sí hemos logrado avances que merecen ser difundidos."
El 7 de mayo pasado, día del soldado salvadoreño, Funes anunció que iba a prolongar un año el uso del ejército en tareas de seguridad. Esa vez admitió que la decisión no obedecía a que los resultados en la lucha contra la delincuencia lo convencieran, sino el aplauso de la gente. Los salvadoreños, según él, valoraron bien que el ejército apoye a la Policía, y por eso había que seguir utilizando a los militares en el esfuerzo, independientemente de si las cifras de sangre se reducen.
Hasta ahora, al cabo de 12 meses de gobierno, lo que la Policía informó es que la incidencia de homicidios sigue con un promedio entre 12 y 13 diarios, y por lo tanto más alto que los casi 11 con que Funes asumió el poder. Pero en su discurso, entre los 10 grandes logros que destacó en el apartado de seguridad pública, el dato no encontró cabida.
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