¿Cuántos planes o estrategias se habrán realizado en este país por parte del gobierno y de entes privados? ¿Cuántos diagnósticos? ¿Cuántas propuestas? ¿Pero y los resultados? El primer Plan Quinquenal que yo recuerdo haber leído fue el elaborado a principios de los setenta, en el período de Arturo Armando Molina 1972-1979, coordinado por una Secretaría de Planificación, cuando todavía no había aparecido el Ministerio de Planificación.
Escrito por Rafael Rodríguez Loucel. 20 de Marzo. Tomado de La Prensa Grafica.
Ese plan era voluminoso (dos tomos) con objetivos generales que 38 años después se han convertido en anhelos, porque no se han concretado. Para los estudiantes de economía era lectura obligatoria y como parecían ladrillos, también les servían de cuñas para que las puertas no se cerrasen en los días de mucho viento.
Definir metas ha sido usual. Ejemplos, en lo económico, una alta tasa de crecimiento del PIB, incrementar los niveles de ingreso por habitante, incremento y diversificación de las exportaciones, reducción de los déficit comercial y fiscal, reducción sustancial de la deuda publica y privada; en lo social, objetivos ambiciosos e ilusos también, erradicación de la pobreza, incremento en los niveles de educación, mejoramiento de los índices que miden la salud por habitante; en lo político, consolidar la democracia, lograr un gobierno representativo, votar por personas y no por colores, etc. Pero ese procedimiento ha sido lo usual de planes y estrategias de mediano plazo que en el pasado no reciente por cierto (1972, por ejemplo) ya eran lugares comunes como los enunciados “de lograr un crecimiento sostenido y equitativo” “y asegurar una mejor distribución de ingreso”.
Se han presentado varias estrategias de entes como FUSADES, ENADE, Comisión Nacional de Desarrollo, entre otros, con más propuestas, algunas de ellas viables. La carencia de voluntad o predominio de intereses de minorías no ha permitido la realización de proyectos que pudieron ser factibles. El panorama nacional y mundial ha cambiado y en la actualidad tenemos que hablar del renacer de una sociedad en el sentido integral, “reinventarse”, con proyectos congruentes con las demandas que surjan de un Plan de Nación como producto de una concertación nacional y no de un Plan de Gobierno, como los elaborados en el pasado y de los cuales siempre las siguientes autoridades hacen caso omiso y hasta elaboran otro quinquenal, en un proceso de suma y resta o de borrón y cuenta nueva. Tiene que ser un Proyecto Nación, ya que la práctica de trabajar “con planes de gobierno o sin planes improvisando medidas emergentes, trascendentales e inconsultas (se hace camino al andar)” definitivamente no ha permitido avanzar en productividad, competitividad, diversificación productiva, calidad de vida y los impulsores del crecimiento se agotaron: Se ha terminado exportando el factor productivo y no el producto final.
Habrá que iniciar un proyecto para gestar las bases de una nueva sociedad, semejantes a los realizados en países que concertaron la decisión seria y desinteresada de cambiar. Se estaría hablando de crear consensos básicos relacionados con educación, salud, apoyo decidido a la innovación y a la tecnología, renovación del agro, rediseño de una infraestructura exportadora, un sistema financiero al servicio de la factibilidad de los proyectos, etc. Si en algo estamos de acuerdo con lo manifestado recientemente por las autoridades de gobierno es que la agenda de investigación debe ir al encuentro de la agenda de desarrollo económico y social. Si todo lo expuesto se le sigue considerando como una ilusión, el desarrollo del país será siempre un sueño inalcanzable y la continuidad de medidas y reformas aisladas (financieras, comerciales, fiscales, sociales, ambientales, etc.) seguirán siendo parches con efectos segundarios negativos, que inevitablemente nos situarán en la calificación de un Estado fallido.
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