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2010/03/24

Contra Punto-“Monseñor Romero perdonó a Roberto (D’aubuisson), no lo dudo”, dijo su hermana Marisa

 La hermana de Roberto D´aubuisson dijo que lo que hizo cambiar a su hermano fueron la Escuela Militar, sin duda, y la Escuela de Las Américas (EEUU). Sabemos lo que la Escuela de Las Américas hizo en América Latina

Escrito por Gregorio Morán. 24 de Marzo. Tomado de Contra Punto.

SAN SALVADOR

- Marisa D’aubuisson es la hermana de quien, según la Comisión de la Verdad, fue el autor intelectual del asesinato de Monseñor Romero: el Mayor Roberto D’aubuisson, fundador del otrora poderoso partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) y también, se dice, de los temidos escuadrones de la muerte.

Con él compartía el mismo espacio familiar, las mismas tradiciones, los mismos colegios. Pero ella estaba a años luz de distancia, ideológicamente hablando.

Las monjas del colegio católico donde ella estudiaba le habían mostrado la realidad salvadoreña: los niños barrigoncitos y caretos de los barrios marginales, las casas de cartón, la tortilla con sal de almuerzo… la pobreza descarnada. La fe y enseñanzas de Romero iluminaron su camino.

Del otro lado del cerco, el Mayor D’aubuisson profesaba una fe anticomunista irracional, una fe ciega que lo llevó ser el líder de la derecha más radical que hizo todo lo que pudo, asesinatos incluidos, por detener el avance del movimiento social que clamaba por justicia.

Marisa le pidió a Monseñor Romero que perdone a su hermano, y dice estar segura de que Romero ya lo perdonó, narró en entrevista con ContraPunto.

Marisa, usted conoció y vivió de alguna forma al lado de Monseñor Óscar Romero ¿Qué hizo este jerarca católico para marcarle a usted su vida?

Mire, para mí lo más importante como cristiana que pude aprender de Monseñor Romero fue ese seguimiento tan radical que él hizo del Evangelio.

Porque todos nos consideramos que somos católicos, evangélicos o creyentes; yo desde joven quise tener un compromiso con la iglesia, pero Monseñor con su vida, su palabra y sus obras, nos acercó mucho a ese Jesús al que nosotros los creyentes seguimos, leemos y tratamos de evitar y Monseñor fue un cristiano sin ambigüedades.

O sea que imitó mucho la vida de Jesús de Nazareth, por eso alguien decía que con Monseñor Romero Dios pasó por El Salvador.

Y ¿usted lo cree?

Yo sí lo creo, claro que sí porque nos mostró a un Dios siempre novedoso, no a un Dios estático aprendido de memoria en un catecismo, que ya sabemos cómo es eso qué se dice de Él. Nos fue mostrando cada domingo, en cada acción suya importante, a un Dios que siempre tenía cosas nuevas qué decirnos.

Y siempre en relación con el compromiso a favor de las víctimas, igual que Jesús.

¿Cree que Monseñor Romero siempre tuvo esa visión de Dios o la tuvo a partir ciertas situaciones de la historia violenta de El Salvador?

Vamos a ver. Esto es un proceso, el desarrollo de la fe y ponerla en práctica. Es un proceso, no se aprende en el catecismo a los ocho años y ya estuvo todo. Monseñor sí tuvo en toda su vida esa actitud sincera de búsqueda de qué debo hacer.

Llegó un momento que cuando asume las riendas del arzobispado en un momento muy delicado políticamente, Monseñor va con esa misma actitud que siempre mantuvo, fue viendo dónde tenía que situarse y entiende que se tiene que situar al lado de la justicia  y de los que sufren violencia y ese caso era la violencia social crónica.

Cuando él era joven, párroco en San Miguel, tenía mucha cercanía con los bolitos (alcohólicos), los reunía en las mañanas para darles café, para decirle algunas palabras.

Se iba con los campesinos a oír a los que cortaban café y en la noche dormían en los portales de San Miguel, abrió su casa en San Miguel para que se resguardaran bajo techo y preparaba en su casa olladas de café y pancito.

Todo eso a Monseñor lo fue acercando a la población marginada y excluida y a preguntar y entender por qué (ocurren determinadas cosas), lo cual no hace mucha gente ante situaciones aberrantes en las calles.

Entonces preguntó por que los campesinos viven tan miserables y cortan café y algodón y los dueños de los cafetales y algodonales son tan millonarios, por qué esas diferencias astrales y fue valiente al darse las respuestas para decir al lado de quién tiene que estar.

Y ese es el paso que no todos damos, no solo conmovernos si no ver qué hacer en este mundo.

Le preguntaba lo anterior porque inicialmente a Monseñor Romero se le criticó por su “cercanía con los oligarcas del país”.

Monseñor Romero no era enemigo de nadie, no consideraba a nadie sus enemigos, ni siquiera a los que confabularon contra él. Pero incluso cuando estaba en San Miguel, él era amigo de los terratenientes, los conoció, les bautizaba a sus hijos, aceptaba ir a la finca de ellos, así como visitaba a los pobres y a los campesinos.

Luego cuando estuvo en San Salvador efectivamente Monseñor estaba tratando siempre de… se compromete en problemas serios de país, como por ejemplo ayudar a la familia Borgonovo Pohl, para encontrar a este señor que lo secuestraron y ponerse a sus órdenes y a estar al lado de su esposa y dolerse por ese suceso de la muerte de (Mauricio) Borgonovo Pohl que fue un 10 de mayo que encontraron su cadáver.

Y ¿cuál fue la respuesta?, el 11 de mayo asesinan al Padre (Alfonso Navarro) de la (parroquia) Miramonte, por considerar que es la iglesia guiada por Monseñor Romero la culpable de que estos casos sucedan.

Luego Monseñor estuvo cerca también de esa gente, pero fueron ellos los que se alejaron de Monseñor Romero, no fue Monseñor  Romero de ellos, porque él era el pastor de todos y de todas.

Pero llamándonos a todos, igual que Jesús, ponernos al lado de las víctimas y si usted ha leído el Evangelio se dará cuenta que Jesús tuvo palabras muy fuerte contra las autoridades de su tiempo, llamándolos “sepulcros blanqueados”, “raza de víboras”, Monseñor no llegó a palabras tan fuertes como las que están en el Evangelio.

Más le vale a alguien atarse una piedra en el cuello y tirarse al río que escandalizar a uno de los más pequeños, dijo Jesús. Entonces le digo que en esa línea estaba Monseñor Romero en El Salvador y no estábamos acostumbrados a eso, sino a una jerarquía de la iglesia muy cómoda.

Acostumbrados a ese tipo de iglesia ¿la sorprendió el discurso de Monseñor Romero?

Hubo momentos que sí, por supuesto, me estremecieron. Pero no me dio miedo, me llené de gozo al escuchar a un pastor hablando como cristiano, como creyente en el Dios de la vida, después de escuchar a una iglesia conservadora que hablaba de un Dios extraterrestre, que nos enseñaba a sufrir aquí porque íbamos a obtener un premio. Eso ayudó muchísimo en el tiempo de la Colonia, para mantener a los campesinos en la peor explotación.

¿Usted estaba cerca de esa iglesia cómoda y experimentó un cambio con el papel de Monseñor Romero?

No. Fíjese que yo tuve una suerte porque todavía estaba joven, allá por los años 60, yo andaba por mis 18 años, cuando sucede el Vaticano II que da un giro bastante importante para la iglesia.

Haber estudiado el Vaticano II fue importante porque después vino la concreción del Vaticano II en América Latina. El Papa para entonces dijo “esta iglesia huele a viejo, abramos aunque sea las ventanas para que entre brisa fresca”.

Eso es importante, el sentido que esto tiene y empieza un movimiento fuerte en América Latina para decir “cristianicémonos más” porque estamos encerrados en una iglesia vetusta que ya no le dice nada a la gente, encerrados en una doctrina que no nos compromete a transformar el mundo.

Y en El Salvador eso fue lo que pasó con Monseñor Romero, él decía que su predicación no era etérea, que suene igual en China como en Suecia, yo quiero que se viva aquí donde yo predico. Él tenía tres bases, la primera era la Palabra de Dios, la segunda era el magisterio de la Iglesia y tercero la realidad de El Salvador.

Creo que el Vaticano II sacudió a Monseñor Romero, algunas cosas quizás no logró entenderlas porque temía entrar en conflicto con las autoridades civiles, como teme todavía la alta jerarquía católica.

¿De qué forma la influyó a usted Monseñor Romero?

Más que todo me ayudó a continuar en esa línea de búsqueda, porque tuve la suerte de caer en un espacio de gente un poco inquieta para cuestionar a esta misma iglesia, de alegrarnos por lo que dijo el Vaticano II, de emocionarnos muchísimo por la línea de Medellín y comprometernos en esa línea.

Y luego viene el profeta Romero a animarnos, para mí eso era fortalecernos muchísimo y que me ha marcado, tratando de tener una vida un poco acorde con las exigencias evangélicas.

¿Cuál de los mensajes de Monseñor Romero le marcó la vida a usted?

Para mí haber escuchado a Monseñor domingo a domingo me marcó muchísimo. Esa valentía y ese compromiso sin ambigüedades que lo hizo tomar partido como lo hizo el mismo Jesús, partido con los pobres y marginados. Jesús fue parcial y Monseñor también, fue parcial a favor de los pobres. Eso me marcó.

¿Usted corrió riesgos por estar cerca de él?

Digamos que hubo momentos difíciles que me hicieron retirarme por dos meses del país y luego regresaba cuando pasaba la tormenta, pero más que todo los riesgos eran porque mi familia no aceptaba esta línea de Monseñor Romero y yo tenía un hermano que no estaba ni por cerca dispuesto a aceptar a Monseñor Romero.

Entonces la respuesta tan radical que Roberto (D`aubuisson) tuvo contra él y contra todo el movimiento popular de El Salvador, me traía conflictos. Por ser familia, por ser señalada también por parte de los amigos del grupo que rodeaba a Roberto de estar en otra línea, en otra postura.

A propósito de su hermano. Fueron criados y educados de la misma forma ¿qué fue lo que lo cambió?

La Escuela Militar sin duda y la Escuela de Las Américas. Sabemos lo que la Escuela de Las Américas hizo en América Latina.

Ustedes nacieron siendo católicos…

…sí, por supuesto, estudiamos en colegios católicos.

¿Siguieron de alguna manera la línea católica de manera un poco más comprometida?

En mi casa fuimos católicos tradicionales. La típica familia donde sus hijos tienen que hacer su Primera Comunión, que el bautismo, que la fiesta, en fin…

¿Qué es lo que le despierta a usted algo más que esa tradición?

Mire, creo que siempre hay personas en la vida de cada uno que lo marca. En mi caso fueron las religiosas de la Asunción. Desde pequeña en el colegio me inculcaron ese compromiso con los pobres, me llevaron a los barrios marginados a dar catequesis a los niños y eso me fue impactando y me abrieron los ojos.

¿Eso le generó conflictos con su misma familia? Si es así ¿hasta donde llegaron esos conflictos?

A romper relaciones en algún momento. A un distanciamiento.

¿Viviendo en la misma casa?

Bueno, viví con mi familia hasta los 19 ó 20 años. Ya Roberto se había marchado, él era cinco años mayor que yo…

…¿La fustigaba él por su visión diferente?

No, el problema comenzó con él a finales de los 70s, como trabajadora social, en trabajos de comunidades, organización comunal, promoción de infraestructura en barrios marginados.

¿En realidad qué es lo que a su juicio llevó a su hermano y a otros hasta el asesinato de Monseñor Romero?

Aquí confabuló contra Monseñor Romero alguna gente poderosa, entre ellas los dueños de los medios de comunicación social escrita y radial de aquel momento, sobre todo de los más fuertes, como La Prensa Gráfica, El diario de Hoy, la Radio Nacional, junto con los dueños del país, los dueños del gran capital salvadoreño.

Roberto lideraba un movimiento, como usted lo recuerda, de unificar a la derecha en la línea aquella de la guerra de los dos bloques, en la defensa de lo que llamaba la seguridad nacional; en esa línea formada por la Escuela de Las Américas, protegiendo el patio trasero de Estados Unidos, etc., intentaron que a Monseñor se le odiara.

¿La Comisión de la Verdad tiene razón en el señalamiento contra su hermano (de ser el autor intelectual del crimen)?

Tiene razón, creo yo ha hecho una investigación, yo quisiera que no tuviera razón. Pero desgraciadamente todas las pruebas que ellos nos dan nos llevan a eso.

Menciona personas muy cercanas a Él. Incluso a uno de los mencionados que se llama Álvaro Saravia, el capitán, que se fue a vivir a Estados Unidos, porque toda esa gente huyó de aquí después.

Allá, un hermano de Monseñor Romero le abrió un juicio civil en 2008 y allí fue donde las pruebas que se dieron basadas en lo que dijo la Comisión de la Verdad y no sé que otras pruebas tuvieron enfrente, el jurado lo condena y después públicamente lo reconoce y menciona que sí participó, pero que no fue solo él.

Aunque su hermano nunca aceptó su participación, usted sí está convencida de que tuvo que ver en esa muerte ¿lo perdonó antes de morir? ¿Se reconciliaron luego de las diferencias en la forma de ver la realidad del país? ¿Murió él en paz en ese sentido?

Sí. En los 80s estuvimos muy distanciados. Él sabía cuál era mi postura, claramente yo se lo había dicho, no comparto lo que tú andas haciendo, no comparto esta represión, esta ideología tan brutal anticomunista que hace tanto daño a la gente.

¿La amenazó en algún momento por eso?

No. No era amenaza, solamente me decía: si te llega a pasar algo no voy a mover un dedo por vos, si te capturan atenete a las consecuencias.

Pero al final de su vida, cuando estaba muy enfermo siempre lo fui a visitar, yo creo que logramos reconciliarnos. Es decir, al menos logramos darnos un abrazo de hermanos manteniendo la misma postura: “nuca estuve en tu camino ni tú en el mío, pero al fin de cuentas somos hermanos”.

¿Eso les habría dado un poco de paz a ambos?

Bueno, yo he tratado de no perder nunca la paz, porque la paz la dan otras cosas más profundas, pero al menos logramos tener un acercamiento y un poder decirle “como hermano yo te quiero” si yo he estado en contra tuya es por tu postura ideológica, o yo lo he estado por tu postura de militar y de militar represivo jamás te he aceptado.

¿Le pasó por su mente pedirle perdón a Monseñor Romero por el crimen de su hermano?

No, a mí se me ocurrió decirle a Monseñor que lo perdonara a él y estoy segurísima que así como Jesús en la cruz perdonó a sus asesinos, Monseñor perdonó a Roberto, no lo dudo. Monseñor no era un hombre de odios, nunca entendieron eso sus contrarios que lo calumniaban y odiaban.

No, no daba cabida al odio Monseñor Romero. Entonces yo en ese caso le pedí  a Monseñor “perdónelo Monseñor, no sabía lo que hacía”.

Y 30 años después del crimen ¿qué espera usted de la muerte de Monseñor Romero?

Espero que se abra el juicio de Monseñor Romero y que por fin se conozca la verdad y que este gobierno, además de manifestar su admiración por Óscar Romero y decir que se rige por las enseñanzas de Monseñor Romero, cosa que me parece muy bonita y satisfactoria, derogue la Ley de Amnistía.

Una de las cosas en las que este gobierno se niega a dar los pasos es en derogar la Ley de Amnistía y los casos de lesa humanidad no están amparados en la Ley de Amnistía, de manera que aunque no se derogue, el caso de Monseñor Romero se puede abrir.

“Monseñor Romero perdonó a Roberto (D’aubuisson), no lo dudo”, dijo su hermana Marisa

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