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2010/03/28

LPG-Silencio sobre la injusticia cubana

El gobierno del presidente salvadoreño, Mauricio Funes, no pudo haber escogido un peor momento para reabrir su embajada en Cuba. Si ya habían pasado 48 años sin embajada ¿no podían haber esperado unas circunstancias más propicias?

Escrito por Jorge Ramos. 8 de Marzo. Tomado de La Prensa Grafica.

La bloguera Yoani Sánchez preguntó recientemente: “¿Por qué la mayoría de los gobiernos de América Latina guarda silencio sobre lo que está ocurriendo en Cuba? Necesitamos su solidaridad”.

Sánchez planteó la pregunta en su página de Twitter el 14 de marzo a las 9:36 p. m. (@yoanisanchez).

Hasta ese momento todos los gobiernos de América Latina habían guardado un silencio cómplice y cobarde sobre la muerte del disidente político Orlando Zapata Tamayo, y sobre las violaciones a los derechos humanos en las cárceles cubanas. Mucho tiempo pasó antes de que se escucharan las primeras críticas.

El día 23 de febrero en que muere Zapata Tamayo en La Habana –tras una huelga de hambre de 86 días– hay una foto de los 32 líderes de América Latina y el Caribe reunidos en Cancún, todos sonrientes, incluso Raúl Castro. Ni una palabra dijeron sobre la vida y la muerte de Zapata Tamayo.

Posiblemente, en el instante en que tomaron la foto, los mandatarios no sabían de la muerte de Zapata Tamayo. Pero ya la prensa había informado ampliamente sobre su precario estado de salud.

Luego, aun peor: El presidente brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva, visitó Cuba y, lejos de denunciar la muerte de Zapata Tamayo, la justificó.

“La huelga de hambre no puede ser usada como un pretexto de derechos humanos para liberar a las personas”, dijo a la prensa a su regreso en Brasil, “imagínense si todos los bandidos que están presos en Sao Paulo entrasen en huelga de hambre y exigiesen libertad”.

El presidente de Bolivia, Evo Morales, fue más explícito. Llamó “delincuente” a Zapata Tamayo, a pesar de que Morales mismo había sido encarcelado exclusivamente por su forma de pensar.

“Este es un problema interno de Cuba”, dijo Morales, “pero se hace un escándalo internacional porque un cubano ha muerto en una huelga de hambre”.

El gobierno del presidente salvadoreño, Mauricio Funes, no pudo haber escogido un peor momento para reabrir su embajada en Cuba. Si ya habían pasado 48 años sin embajada ¿no podían haber esperado unas circunstancias más propicias?

Ni el canciller salvadoreño ni la primera dama Vanda Pignato –quien cortó la cinta de apertura de la embajada– se atrevieron, siquiera, a mencionar el nombre de Zapata Tamayo o de Guillermo Fariñas, otro disidente que ya había comenzado su huelga de hambre. Cuando Funes vaya a La Habana próximamente ya veremos si puede pedir para los cubanos las mismas libertades que quiere para los salvadoreños.

En Cuba hay unos 247 prisioneros políticos, según el conteo de Elizardo Sánchez de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN), un grupo formado por disidentes al régimen de los Castro.

La mayoría de los gobiernos latinoamericanos no se han atrevido a denunciarlo.

El primero en romper el silencio fue el nuevo presidente de Chile, Sebastián Piñera, quien denunció la muerte de Zapata Tamayo y pidió una transición a la democracia en Cuba. Le siguió el presidente de Costa Rica, Óscar Arias.

“Los presos políticos no existen en las democracias”, dijo Arias el día 10 de marzo, “Cuba puede hacer todos los esfuerzos de oratoria que desee para vender la idea de que es una democracia especial, pero cada preso político niega en la práctica esa afirmación cada preso político es una prueba irrefutable de autoritarismo”.

Siguió México. “México exhorta al gobierno cubano a realizar las acciones necesarias para proteger la salud y la dignidad de todos sus prisioneros”, dijo con tibieza la cancillería mexicana. La declaración de México no fue tan contundente como la de Arias, pero pone en peligro el tan pospuesto viaje del presidente mexicano, Felipe Calderón, a Cuba.

Otras declaraciones, más o menos fuertes, vinieron después. Pero lo que hay que destacar es que dos disidentes políticos, Zapata Tamayo y Fariñas, cambiaron la manera como el mundo ve a Cuba.

Hoy nadie puede negar que Cuba es una dictadura que tortura y mata a los que piensan distinto. Lo que queremos, me dijo Fariñas en una entrevista telefónica desde el hospital, es “demostrar al mundo la crueldad, la esencia criminal del gobierno cubano”.

Sí, Cuba puede cambiar desde dentro. Fariñas, Zapata Tamayo, Yoani Sánchez y las Damas de Blanco (un grupo de mujeres de Cuba que luchan por la liberación de sus familiares encarcelados). Pero cuando eso ocurre, América Latina no puede –no se debe– quedar callada.

Silencio sobre la injusticia cubana

1 comentario:

  1. Ha visitado el escritor una carcel salvadoreña?. Que dice el escritor de la represion en honduras? Quien levanta la voz por los protestantes hondureños desaparecidos y asesinados? Que dice el periodista sediento de justicia internacional hacia Cuba del trato de nuestros compatriotas por parte de los gringos guardafronteras? No vengan con pretensiones de justicieros por el caso cubano. Hicieron lo imposible por salvarle la vida. No cuenten con apoyos a causas con miles de muertes y de sufrimientos como consecuencia de venderse al gringo. Argumente de otra manera y no de la de un gusano.

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