Escrito por Carlos G. Romero. 28 de Marzo. Tomado de La Prensa Grafica.
La parábola del Buen Samaritano nos detalla con gran claridad el precepto cristiano del amor al prójimo, no a través del sentir sino a través de la acción, de la asistencia. Se nos presenta como un precepto superior a la obligación litúrgica, superior a los valores y prejuicios de la sociedad en que vivimos, al interés económico personal y hasta a la propia seguridad personal. Es más, es un mandato: “Vete y haz tú lo mismo”, es una obligación, no está en nosotros como cristianos elegir si asistimos o no al prójimo; el mandato es simple, tajante y claro, no hay donde perderse, no da lugar a interpretación alguna.Hace algunos años se dieron en los Estados Unidos casos que estremecieron a la sociedad estadounidense, por la gravedad de los hechos y por la pasividad de los espectadores. El más notable: Kitty Genovese, mujer de 28 años; 38 vecinos se despertaron a sus gritos, encendieron las luces de sus apartamentos y vieron cómo su agresor regresó tres veces, durante treinta y cinco minutos, para asestarle diez y siete puñaladas, y hasta regresó una vez más para asestarle una puñalada en la garganta para silenciarla, robarle 47 dólares de su cartera e intentar violarla.
Es en este punto que alguien tiene el “valor” de llamar a la policía, que al llegar a la escena en dos minutos encuentra el cuerpo de Kitty sin vida, según consta en el juicio contra el criminal.
Este crimen generó un debate público de reflexión sobre los valores de la sociedad, el individualismo excesivo, el egocentrismo, la responsabilidad del ciudadano y sus obligaciones. El debate llevó a varios estados a promulgar leyes contra el espectador pasivo (passive bystander rules) y a un renovado interés en la ley humanitaria. Hoy día, en Europa existe la obligación legal de intervenir, probablemente un reflejo de su nefasto pasado (el holocausto); en los Estados Unidos no existe la obligación legal de intervenir, el énfasis esta en la omisión como base de la responsabilidad legal.
¿Y en El Salvador? dada la ola de violencia ¿necesitamos leyes contra el espectador pasivo? Contundentemente sí. Las leyes en sí no son tan importantes, los mecanismos para aplicarlas son bastante limitados; lo importante es el simbolismo, el entender la intención del legislador y adoptar como propios los principios y valores expresados en estas; aprender a valorar el bienestar del ser humano como propio; a liberarnos de nuestras propias necesidades y preocupaciones lo suficiente como para apreciar el dolor y el sufrimiento del prójimo; esto es una condición socio-cultural muy importante, y determinante si vamos a combatir con éxito la violencia que nos agobia.
La pasividad es un mal que corroe y degenera al individuo hasta afectar a sociedades enteras que observan pasivamente los actos más horrendos perpetrados contra grupos miembros de la misma. Un clásico ejemplo: El genocidio del pueblo judío en Europa, donde durante muchos años el mundo entero no fue más que un pasivo espectador ante tan horrendo holocausto. Durante mis años de “Chaleco”, en el internado, se nos exhibía una película al mes; el padre establecía los principios y valores en cuestión, los cuales debatíamos acaloradamente por horas.
Nunca olvidaré el debate de la película “El incidente” (1967), precisamente el tema en cuestión; todo colegio e instituto debería de exhibir esta película, sujeta a un fiero y sano debate entre el estudiantado... Estimados lectores, se las dejo de tarea para estas vacaciones. ¡Que Dios los lleve a bien!
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