Escrito por Johana Peña. 26 de Marzo. Tomado de Raices.
Nacido a las tres de la madrugada en Ciudad Barrios, departamento de San Miguel, el 15 de agosto de 1917. Es el segundo hijo de ocho hermanos. Sus padres jamás se imaginaron que uno de ellos llegaría ha convertirse en uno de los íconos más importantes de la paz en El Salvador y América Latina, Oscar Arnulfo Romero.
A la edad de 13 años nació en él la vocación sacerdotal. Ingresó en el Seminario menor de San Miguel, luego fue trasladado al Seminario mayor San José de La Montaña en San Salvador en 1937.
Su ordenación sacerdotal se realizó en Roma, en Italia, en el año 1942, en donde vivió las penurias y sufrimientos de la segunda guerra mundial.
Su opción por los pobres, su determinación por hablar con la verdad, hizo que sus palabras tocaran en los corazones de miles de personas.
Con su nombramiento como Arzobispo de San Salvador en 1977 - a la edad de 59 años- fue una gran sorpresa para la feligresía, quienes lo consideraban como un sacerdote de corte ortodoxa, pero él al observar las injusticias hizo una “opción por los pobres”.
“Era una persona pasiva, una persona de andar tranquilo, buena, caritativa, un sacerdote humilde (…) nunca tenía pretensiones de su rango como Arzobispo, era como un sacerdote común y corriente a favor de la clase trabajadora y del pueblo pobre”, mencionó Luis Alonso, un feligrés y amigo Romero.
Conocido como “la voz de los sin voz”, sus homilías se convirtieron en un respiro e inspiración para muchos en momentos cruciales del país, debido a la agitación social que imperaba en el país por las injusticias y los niveles de pobreza.
“Su figura es trascendental ya que sus palabras liberan. Liberó al pueblo, sus deseos de hablar, de actuar, aquellos que no hablaban por miedo y angustia. Si no hubieran matado a monseñor, no hubiera habido guerra”, dijo monseñor Jesús Delgado, un Investigador Histórico de la figura de Romero.
Sus acciones y discursos le valieron fuertes críticas en sectores conservadores de derecha, al tildarlo como “marxista” dentro de un contexto sumamente conflictivo. Hoy en día algunas personas ven en él un símbolo de política.
“A Monseñor, algunos lo ven de forma cultural, de una manera política en la que se puede manipular. Se tiene que ver como un sacerdote que es mucho más difícil de manipular”, mencionó Delgado.
Represión
Las continuas muertes, la represión al pueblo se hacía cada día más grave. La tierra se estaba tiñendo de rojo y, Monseñor Romero sabía que debía hablar, denunciar para evitar más derramamiento de sangre, en su última homilía dijo.
“Queremos que el gobierno tome en serio que nada sirve las reformas, si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios, pues y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuoso, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión”. (Homilía del 23 de marzo de 1980).
El día 24 de marzo de 1980, Romero se encontraba celebrando una misa en memoria de la madre de Jorge Pinto, dueño del periódico “El Independiente” en la capilla de hospital “Divina Providencia” –un hospital para cancerosos en colonia Miramonte San Salvador-.
El acto litúrgico seguía su curso normalmente, el credo, las lecturas y el evangelio. Pero al llegar el momento de la consagración de la eucaristía en el cuerpo de Cristo, un sonido ensordecedor rompió en el ambiente y el cuerpo de Monseñor Romero se desvaneció sobre el suelo, con su vestimenta litúrgica manchada de sangre.
El francotirador con un solo proyectil calibre 22, hirió de muerte a Monseñor Romero causándole una hemorragia, a pesar de todos los esfuerzos de las religiosas y ruegos de los asistentes en la eucarística, la sangre no dejó de salir de su cuerpo, hasta que dio su último aliento de vida a los 62 años de edad.
Según el informe de La Comisión de la Verdad de las Naciones Unidas de 1993, el autor intelectual del asesinato de Monseñor Romero fue el mayor Roberto D'Aubuisson, fundador del derechista Partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA).
El capitán Álvaro Saravia fue declarado como el responsable del crimen en una corte de los Estados Unidos en el 2004.
Trabas en canonización
Dos años después de firmada la paz en 1994, Monseñor Arturo Rivera y Damas, sucesor de Romero, abrió una causa para su canonización. Pero este proceso es largo, existen tres fases para la canonización, siervo de Dios, Beato para luego ascender a los altares como santo.
Para Monseñor Delgado “la causa va adelantada, pero hay varias etapas para avanzar, hay que realizar una investigación. Hay santos en la iglesia (en la que han) tardado siglos en su reconocimiento, (…) así como Monseñor que predicó mucho y escribió mucho es difícil la investigación”.
A pesar de la tardanza de la iglesia en su nombramiento, la feligresía -no solo salvadoreña- ve en Monseñor Romero como el Santo de América.
“Es un pastor que dio la vida por su pueblo, un buen pastor que supo defender a su gente”, dijo el sacerdote Gerardo Méndez de la parroquia San Francisco de Asís, Mejicanos.
Pero su devoción y reconocimiento ha hecho que sea un referente del país centroamericano en todo el mundo, aunque en El Salvador aún existen sectores que no lo aceptan sus enseñanzas.
Monseñor Delgado asegura que “hay que ver la forma sacerdotal en el ejercicio del ministerio profético, que trae paz, para hacer que la sociedad viva”.
“El problema para su beatificación es el entorno político, hay muchos católicos que siguen divididos, que si se beatífica dejan de ser católicos y otros en cambio cantarían en muestra de victoria, el milagro más grande que haría Romero es un solo criterio para un mismo país”, mencionó.
Para muchos salvadoreños es un ejemplo a seguir, al igual que el actual presidente de El Salvador Mauricio Funes, que considera a Monseñor Romero como un “mártir y guía espiritual” mencionó que él trata de seguir sus pasos, además de afirmar su “opción preferencial por los pobres” mencionó en un homenaje a Monseñor Romero frente a miles de salvadoreños.
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