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2010/03/30

LPG-Las instituciones deben esforzarse por ser confiables

Estamos seguros de que si en el Estado se diera, y fuera evidente y comprobable, un movimiento real hacia la autorreforma remodeladora y transparentadora, habría una significativa respuesta en la confianza ciudadana.

Escrito por Editorial.30 de Marzo. Tomado de La Prensa Grafica.


En el país, nunca hubo una tradición de responsabilidad institucional bien cimentada. Y ello nace del hecho cierto de que, a lo largo de prácticamente toda nuestra historia republicana, no se dio una vivencia democrática real. Sólo cuando se agotaron todos los mecanismos formales del autoritarismo político militar emergió la posibilidad de instalar la democracia en el ambiente, allá a comienzos de los años 80 del pasado siglo, ya en el filo de la guerra interna; y tal surgimiento, producto de la necesidad, no ha sido capaz, hasta la fecha, quizás por esa limitación de origen, de generar una reconversión institucional que siga una línea consistente.

Por cierto que uno de los principales requisitos que deben cumplir las instituciones para ganar confianza es la coherencia. Cuando, por ejemplo, la ciudadanía percibe esa especie de movimiento de zigzag que ha venido caracterizando las relaciones tanto entre el Gobierno y los partidos políticos como entre los mismos partidos políticos, queda una sensación de incoherencia que agrega incertidumbre a la ya existente; y ya no se diga cuando hay tan poca claridad sobre la forma en que se relacionan el Gobierno y su propio partido.

Para que se produzca una efectiva coherencia institucional es indispensable que todas y cada una de las instituciones funcionen a cabalidad dentro de sus atribuciones y ámbitos correspondientes. El presidencialismo tradicional ha sido una retranca para ello, y en buena medida continúa siéndolo. Por consiguiente, es preciso evolucionar también en lo que al rol presidencial se refiere, y a la vez resulta imperioso que cada ente institucional, incluidos los Órganos supremos del Estado, se empodere de su propia función.

Una reforma impostergable

La necesidad de una auténtica y eficaz reforma del aparato del Estado la venimos señalando desde hace muchísimo tiempo, porque constituye un inequívoco imperativo impuesto por la misma realidad. El término “reforma del Estado” ha sido pervertido por el uso arbitrario y de mera apariencia; pero esto no desvirtúa la necesidad aludida, que apunta hacia una remodelación estructural y funcional, que ponga todo el aparato estatal en capacidad no sólo de operar administrativamente bien, sino de hacerlo de manera transparente y al servicio de una visión de veras nacional.

Sobre todo cuando se tienen en cuenta los crecientes niveles de endeudamiento a los que va llegando el país, la urgencia de asegurar que la institucionalidad corrija sus inconsistencias, vicios, desagües, duplicidades y otros defectos se vuelve insoslayable. No hay ninguna justificación para que este gran esfuerzo financiero, que carga sobre las espaldas de los salvadoreños de hoy y de mañana, se vaya por las cañerías dañadas del aparato estatal en buena medida obsoleto.

Estamos seguros de que si en el Estado se diera, y fuera evidente y comprobable, un movimiento real hacia la autorreforma remodeladora y transparentadora, habría una significativa respuesta en la confianza ciudadana. Y es que la confianza se gana con hechos. El Estado debe probar cuanto antes que se mueve hacia una ejemplaridad que sacuda ineficiencias, turbiedades y corrupciones.

Las instituciones deben esforzarse por ser confiables

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