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2010/03/26

LPG-Hacia una política inteligente de seguridad

Hay, pues, que prepararse en todas partes para una lucha compleja y frontal. Y, una vez preparados, animarse a pasar en serio a la acción, con todos los instrumentos y recursos que sean necesarios.

Escrito por Editorial.26 de Marzo. Tomado de La Prensa Grafica.

 

Hasta la fecha, las distintas estrategias de seguridad puestas en práctica durante la posguerra han sido ineficientes, y el defecto principal proviene de haber sido determinadas por el interés político coyuntural, y no como debe ser: por una comprensión real de los fenómenos generadores de inseguridad y criminalidad, y de un compromiso sustentado para enfrentar y resolver dichos fenómenos. El fracaso institucional en este campo genera, como es de esperarse, dos efectos muy dañinos: que la autoridad esté a la defensiva, tanto frente al embate del crimen como frente a los reclamos de la ciudadanía.

Esa doble actitud defensiva, que se hace patente en el día a día, constituye seguramente la principal retranca institucional para avanzar hacia una estrategia de alta eficacia. Es claro que ninguna estrategia, ni aun la más inteligente, dará cosecha abundante de inmediato; pero de lo que se trata es de hacer sentir, en primer lugar, que la autoridad está a la vanguardia, y que las conductas antisociales y criminales la tendrán cada vez más difícil. Esto implica un despliegue vigoroso y bien calculado de la fuerza de la ley, un plan operativo integrado entre las instituciones responsables claves, como la PNC, la FGR y el Órgano Judicial, y una política que vaya engarzando interactivamente la punición y la prevención. Es como un rompecabezas, cuya totalidad de piezas deben estar en línea.

¿De dónde puede surgir la imposibilidad de llegar a esa planificación que desemboque en la deseada y necesitada práctica? No se ven causas insuperables, como no sean el arraigado feudalismo institucional, la obsesión por llevarse la palma de méritos inexistentes o el temor a un cambio profundo y real. Hay que superar todo eso. Ya.

El crimen organizado en auge

En la posguerra, una vez que se desarticularon los mecanismos del conflicto bélico, que ejercían una especie de trágica contención en el ambiente, el crimen organizado empezó a crecer de manera acelerada y expansiva, aprovechándose de la permisividad del sistema legal y de la inefectividad progresiva de las instituciones. Y al dispararse este fenómeno, ya fue imparable, pues la institucionalidad entró en una especie de despiste crónico, con la sola obsesión de refugiarse en las estadísticas. Como aquello que podría dramatizarse así: “Las cosas van mejorando, porque en vez de 13 homicidios diarios son ahora sólo 12”.

Es cierto que hay una creciente presión ciudadana, desde distintos ángulos de la estructura social, para que la lucha antidelincuencial sea efectiva de veras y con resultados comprobables; pero prácticamente no hay análisis de fondo sobre cuestiones palpitantes como la naturaleza, el arraigo y las protecciones profundas en las que se ampara el crimen organizado. Es como si siempre se hablara de temas más bien abstractos, cuando habría que ir al fondo de las cosas para entender y manejar la realidad.

Y ahora temas y problemas como éstos están cada vez más regionalizados y globalizados. Basta con ver lo que pasa en países desarrollados de Europa, donde funcionan y circulan las mafias con gran libertad. Hay, pues, que prepararse en todas partes para una lucha compleja y frontal. Y, una vez preparados, animarse a pasar en serio a la acción, con todos los instrumentos y recursos que sean necesarios.

Hacia una política inteligente de seguridad

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