Escrito por Helga Cuéllar-Marchelli.26 de Marzo. Tomado de El Diario de Hoy.
Doce días pasó la Universidad Nacional de El Salvador (UES), invadida por treinta encapuchados que exigían aumentar el número de estudiantes admitidos a la universidad este año. El rector de dicha institución pidió apoyo a la Policía Nacional y a la Fiscalía General de la República, pero ninguna tomó cartas en el asunto.
Los partidos políticos no se pusieron de acuerdo sobre qué hacer, y el Ministerio de Educación (MINED) se sumó a aquellos que alegaron que este asunto no era de su competencia, porque la universidad es autónoma. A la UES la dejaron sola porque apoyarla podía interpretarse como un atentado a la potestad de autorregirse que le otorga la Constitución de la República y la Ley General de Educación.
Fue gracias a la mediación del Procurador de Derechos Humanos que se logró resolver el conflicto. Los ocupantes ilegales aceptaron liberar el campus con la condición de que se revisaran más de doscientos expedientes de aspirantes a la universidad que no fueron seleccionados. Sin embargo, la solución negociada no borró la enérgica condena de las autoridades, los docentes, profesionales y el sector estudiantil hacia los hechos violentos.
Mi impresión es que la comunidad universitaria está, además, consciente de las debilidades administrativas, financieras y académicas de la institución y comprende que debe mejorarse. Si en la UES existe el deseo de buscar su modernización y se reconoce que tales objetivos no pueden lograrse actuando en soledad, vale la pena reflexionar acerca de su autonomía.
Según la ley, la Universidad Nacional es autónoma en lo docente, lo económico y lo administrativo, pero tal atributo no justifica dejarla en abandono ni eximirla de su obligación de buscar la excelencia. La autonomía universitaria solamente tiene significado si garantiza que la investigación y la formación sean moral e intelectualmente independientes de ideologías políticas, para crear conocimiento y proponer soluciones a problemas sociales con rigor científico.
A todos los actores, dentro y fuera de la UES, les debe importar que la universidad cumpla con su mandato, y, unos más que otros tendrán la responsabilidad de crear y/o contribuir a mantener un clima institucional ejemplar, que promueva la investigación, la innovación y el respeto a la libertad académica y los derechos humanos.
La incapacidad de la única universidad pública para absorber el número creciente de aspirantes de nuevo ingreso, ha puesto al descubierto problemas vinculados con el ejercicio de su autonomía. Por ejemplo, la política de admisión a la universidad parece estar desvinculada del contexto educativo y carecer de suficiente transparencia. Su revisión es fundamental para que los solicitantes confíen en el proceso y sientan que hay igualdad de oportunidad en el acceso en función de méritos académicos.
A la UES muy poco se le exige que mejore su eficiencia y su capacidad para rendir cuentas a la sociedad sobre sus resultados, a pesar de que ambos aspectos son asiduamente cuestionados por la opinión pública. Simultáneamente, su lucha constante por obtener una mayor asignación presupuestaria no produce el eco deseado. Sin financiamiento sería imposible concretar los planes de ampliación de la infraestructura, la contratación de más profesores e implementar programas de educación a distancia, entre otras acciones, para mejorar el acceso y la calidad de los servicios.
La Universidad Nacional no puede seguir escapando a las exigencias de la historia. Hoy es cuando una mayor coordinación entre esta institución y el MINED, por afinidad política es más factible, lo cual permitiría alinear esfuerzos y recursos para mejorar la educación superior pública en la misma dirección. En mi opinión, tanto en la UES como en la sociedad, ha llegado el momento de asumir su autonomía con mayor responsabilidad.
elsalvador.com :.: Repensando en la autonomía de la Universidad Nacional
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