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2010/03/20

LPG-Honorable señor relator

Dado que su misiva escrita en Washington, D.C. es, en buenas cuentas, un elogio y un espaldarazo a la decisión que tomó nuestro mandatario al vetar el aumento de los años de prisión para los menores infractores, me permito contestarle, en nombre de los “otros” salvadoreños, de aquellos que no recibirán de usted ni de ningún otro funcionario de la OEA ni siquiera una nota de pésame por las muertes de los seres queridos asesinados bárbaramente por los “niños” que su organización y nuestro Gobierno defienden.

Escrito por Federico Hernández Aguilar. 20 de Marzo. Tomado de La Prensa Grafica.

Leí con mucho detenimiento, honorable señor relator sobre los Derechos de la Niñez, Paulo Sérgio Pinheiro, la carta abierta que en los principales medios impresos de mi país publicó usted dirigiéndose al presidente constitucional de todos los salvadoreños, Mauricio Funes, en nombre de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y de la Relatoría sobre los Derechos de la Niñez de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

Dado que su misiva escrita en Washington, D.C. es, en buenas cuentas, un elogio y un espaldarazo a la decisión que tomó nuestro mandatario al vetar el aumento de los años de prisión para los menores infractores, me permito en esta oportunidad contestarle, respetuosamente, en nombre de los “otros” salvadoreños, es decir, de aquellos que no recibirán de usted, ni de ningún otro funcionario de la OEA (o de la ONU, la UNICEF o la OIJ), siquiera una nota de pésame por las muertes de los seres queridos asesinados bárbaramente por los “niños” que su organización y nuestro Gobierno defienden.

Permítame darle algunos datos, señor relator, que podrán ayudarle a ubicarse en el contexto dramático que vivimos en mi país. Las pandillas juveniles –cuyos niveles de organización y número de miembros sigue siendo un misterio para nuestras autoridades– están reclutando muchachos cada vez menores, en un promedio que oscila entre los 13 y los 17 años de edad. Como producto de esta situación, la cantidad de delincuentes jóvenes se ha disparado, al punto que en enero de este año había unos 250 “niños” privados de libertad por extorsión, otros 250 por hurto y más de 160 por asesinato. La inmensa mayoría de estos “chicos”, por cierto, confirmaba pertenecer a una pandilla.

En su edición del 18 de enero, LA PRENSA GRÁFICA reportó que “ocho de cada 10 extorsiones que fueron denunciadas ante la Policía Nacional Civil durante 2009 tuvieron su origen en el interior de una celda de alguno de los 19 centros penales del país”. De hecho, de las 3,910 denuncias recibidas por la División Antiextorsiones de la corporación policial, un espeluznante total de 3,160 implicaban llamadas originadas en un centro de detención. Las cifras anteriores revelan, en el caso de las extorsiones, un aumento cercano al 600% en comparación con las que teníamos en el año 2008.

A los datos que le proporciono, añada usted el hecho de que el personal que labora en nuestras cárceles es claramente deficitario. Ya en 2007, la Comisión Nacional para la Seguridad Ciudadana y la Paz Social decía que la Dirección General de Centros Penales contaba con apenas 840 agentes de seguridad en toda la institución, lo que significaba una relación de 18.6 reclusos por cada custodio. (Y ni siquiera eso en la práctica, porque los custodios tienen que cubrir turnos, mientras que los reos están metidos en la cárcel todo el tiempo.)

Por lo tanto, señor Pinheiro, el sistema penitenciario de El Salvador no solo se muestra incapaz (por hoy) de rehabilitar a los reos, sino que ofrece casi nulas esperanzas de garantizar que los menores infractores que ingresan a un centro de detención no salgan más violentos y vengativos al cabo de algunos años. Le aseguro que ningún salvadoreño, incluido nuestro presidente Funes, podría prometerle a usted que el “niño” de 17 años que ha “cumplido” su pena de prisión no va a asesinar a alguien –sí, también quizá a otro niño– al atravesar el umbral de la cárcel en que ha estado confinado.

Tan convencido estoy de esta lamentable verdad, que me atrevo a hacerle, públicamente, la siguiente propuesta. Si nuestra Asamblea Legislativa (cuyas veleidades son proverbiales) no consiguiera los votos para superar el veto de Mauricio Funes, le invito a venir a El Salvador cuando el primer menor infractor liberado cometa un asesinato. Entonces voy a pedirle que me acompañe al funeral de la víctima y allí mismo le solicitaré se dirija a los familiares dolientes y les explique, echando mano de las lindas frases de su carta, por qué nuestro país debe respetar esas “Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de Justicia a Menores y las Reglas para la Protección de los Menores Privados de Libertad”.

Me gustaría que en ese momento fuera usted capaz, señor relator, de articular siquiera una frase de alivio a la viuda, los huérfanos o los padres llorosos que allí se encuentren, pero que no sonaran sus palabras “a hueco”, a protocolo internacional garantista y vacío, a burla quemante de funcionario internacional que no padece la angustia que a diario viven nuestras familias.

Entonces sí, señor relator, cuando la mirada de aquellos familiares hayan rebotado en sus ojos con estruendo, mostrándole –¡en un solo gesto!– el dolor indecible que los salvadoreños estamos padeciendo, entonces háblenos usted de los tratados que hemos firmado y en virtud de los cuales un “niño” de 17 años que ha matado brutalmente a varios de sus congéneres merece la atención especial de la OEA, incluso por sobre el niño que ha sido entregado hecho pedazos a sus padres.

Y escriba después una carta, señor relator, calzada con su firma y el sello de su organización, ya no dirigida a nuestro presidente sino a todos los salvadoreños decentes que queremos vivir en paz... ¡y pídanos perdón!

Honorable señor relator

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