Editorial. 17 de Marzo. Tomado de Raices.
Hace un año -por primera vez desde la década de los ochenta- la izquierda aglutinada en el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln) ganó las elecciones presidenciales con lo que se puso fin a veinte años de gobiernos de la derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena).
El periodista Mauricio Funes celebró el triunfo junto a la cúpula del partido que lo llevó al Ejecutivo, en medio de llamados a la unidad nacional que levantaron muchas expectativas en sectores políticos, económicos y sociales. El programa de gobierno de Funes-Fmln trajo a cuenta necesidades muy sentidas del pueblo salvadoreño.
Hasta ahí las cosas resultaron novedosas, pero hay que revisar, aunque de manera amplia, los saltos y sobresaltos que han ocurrido a lo largo de 10 meses desde el uno de junio cuando Funes asumió el cargo. Las baterías no han faltado desde diversos ángulos, en especial de sus enemigos de la derecha y de sectores desconfiados de la izquierda.
Así las cosas, desde la derecha política y económica resalta el machaqueo mediático en torno a que existen diferencias claras entre el presidente Funes y el Fmln, máxime que desde un principio el mandatario se ha dado el lujo de regañar a miembros de su gabinete, algunos de los cuales ha desautorizado de manera pública.
A la vez, ha delimitado su accionar, especialmente en sus relaciones internacionales, en abierta sintonía con la política estadounidense y bajo el aura del gobierno brasileño, pero a distancia de gobiernos de izquierda como los de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, agrupados en la Alianza Bolivariana, algo que disgusta al Fmln.
En tanto, desde sectores de izquierda, se achaca al presidente Funes y a su gobierno un alejamiento de posiciones tradicionales del Fmln sobre el ejercicio del poder desde la gente –tal como fue promesa de campaña- frente al privilegio por alianzas con familias pudientes y el abandono de medidas que minimicen la carga de los más pobres.
Sin embargo, el gobierno tiene como carta la eliminación de cuotas en los hospitales, la entrega de uniformes y útiles a los escolares, las pensiones a personas de la tercera edad, la entrega de títulos de propiedad a campesinos y gestos políticos como, por ejemplo, el perdón por el asesinato de los padres jesuitas y del Arzobispo Oscar Arnulfo Romero.
El dolor de cabeza del gobierno de Funes realmente lo representa la incontrolable espiral de violencia cotidiana (con 13 muertes al día) y la crisis económica que abate a los salvadoreños. Si bien en las encuestas el mandatario aparece con puntajes altos, los rubros de seguridad y economía familiar son las asignaturas pendientes.
La penetración del crimen organizado y el narcotráfico a las esferas del Estado salvadoreño es otro ingrediente que preocupa al gobierno de izquierda. El espaldarazo reciente del presidente Barack Obama en su encuentro con Funes también está sujeto a acciones concretas de combate frontal del narco, un trago amargo en Centroamérica.
Mientras algunos sectores de la derecha local y estadounidense insisten en que debe investigar el manejo de fondos en el anterior gobierno de Elías Antonio Saca, desde la izquierda del Fmln le demandan a Funes que trabaje cerca del partido y que escuche a la dirigencia. Que recuerde que el gobierno es de ambos y ellos están dispuestos a ayudarle
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