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2010/07/02

LPG-Inseguridad e impunidad

 Escrito por Eduardo Cálix.02 de Junio. Tomado de La Prensa Gráfica.

Cada día una cifra escandalosa de muertes violentas despierta a todos los salvadoreños, junto con la sensación de que la inseguridad se emplaza cada vez más cerca, que nos acecha a todo instante y que ningún sitio nos libra del hampa.

Se trata de un problema que nos llena de miedo y ha creado cierta insensibilidad, cierta costumbre insana y resbaladiza que nos tiene adormecidos frente a una realidad devastadora para un grueso de la población menos favorecida, donde anidan las formas más crudas de esa violencia que se lleva a ráfagas vidas, familias y esperanzas.

Es la preocupación primaria de toda la ciudadanía. Gran preocupación. No solo de los habitantes de la capital de la República, sino de todo el país. Esa delincuencia que actúa en la oscuridad de las circunstancias y que cuenta con un aliado importante que se llama impunidad.

Esa delincuencia cuyos valores son los más bajos o mínimos y que destruye hogares, viviendas, negocios. Y lo peor, destruye conciencias. Esa delincuencia que se ha dejado crecer a ciencia y paciencia, y que no se limita ya a las acciones pequeñas, sino que su ambición la lleva a ejecutar operativos bien organizados, que violentan la institucionalidad del país y socaba las estructuras del Estado.

Los Ángeles, Ciudad de México, Nueva York, Chicago, Hamburgo, Sao Paulo, Shanghái, son grandes conglomerados humanos que también tienen su gran dosis de hampa, y que sufren, como nosotros, sus ataques y operaciones ilegales.

¿Las causas? Muchas. Algunas, las más importantes, son la desmesurada explosión demográfica y un fuerte desempleo, ambas con un común denominador que se llama: FALTA DE EDUCACIÓN. Esta problemática no es privativa de nuestro El Salvador. Atañe a la comunidad internacional, y tiene que ver con circunstancias políticas y económicas que se están presentando al inicio del tercer milenio. Y si agregamos a la delincuencia organizada y al fenómeno del narcotráfico tenemos el coctel más explosivo.

En las reuniones nacionales de seguridad pública, y en todos aquellos foros en los que se tocan temas recurrentes a la seguridad, siempre se dice que han acordado fortalecer el Estado de Derecho y hacer más eficiente la procuración de justicia en respuesta a las legítimas y urgentes demandas de la sociedad en ese sentido. Las dependencias involucradas se comprometen permanentemente a colaborar, conforme al marco de sus respectivas competencias, para la investigación de los delitos, para el intercambio de información, para una mejor profesionalización de los agentes del Ministerio Público, cuerpos policiales y peritos, y para abatir la impunidad.

¿Y luego, en dónde están los resultados?

Hay titulares de estas instituciones que tienen nobles y justas aspiraciones para servir a la sociedad desde sus cargos de alta responsabilidad. Pero también los hay aquellos que no se alinean con ese propósito. La ciudadanía mira absorta estas acciones y se lamenta de ver cómo se ha permitido que las aguas lleguen a estos límites. No obstante es imperativo acceder a la cultura de la denuncia, tener confianza en sus autoridades y manifestar, sin temor a represalias, los hechos delictivos de que sean objeto.

Este país merece, y tendrá, mejor suerte, mejores representantes sociales, mejores policías y más seguridad para sus habitantes. Es nuestro país. País que queremos y respetamos. País que tendrá mejores días y placenteras noches. Estamos obligados todos a colaborar, para defenderlo y alejarlo de aquellos que solo males buscan para él.

Inseguridad e impunidad

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