Hay que trabajar de inmediato y a fondo en toda esta problemática, y si se toman medidas extremas, habrá que hacerlo con la máxima responsabilidad, sometiéndose a un calendario estricto de verificación de resultados. Ya no más tiros al aire para hacer ruido.
Escrito por Editorial.02 de Junio. Tomado de La Prensa Gráfica.
Los crímenes más recientes de las pandillas han levantado la ola del repudio ciudadano y estimulado las propuestas para acabar de una vez con este flagelo. Desde luego, lo que ha venido creciendo prácticamente sin resistencias institucionales efectivas por casi veinte años no va a desaparecer de un plumazo; y esto es lo que hay que ponderar a la hora de hacer valoraciones pragmáticas dentro de una lucha antidelincuencial que ya entró en fase desesperada. Habría que tomar de una vez por todas la lección: si no se hacen las cosas bien y a tiempo, se corre el riesgo de tener que hacerlas a destiempo y mal.
Frente a las pandillas, que han venido creciendo y organizándose libre y abiertamente, se esgrimen en este momento dos medidas extremas, que de seguro son necesarias pero que habría que precisar y estructurar de tal manera que puedan resultar de verdad efectivas en los hechos: la criminalización y la militarización. Si se aprueba la legislación correspondiente, según propuestas que están sobre la mesa, las “maras” serán grupos criminales en sí y sus miembros punibles por su pertenencia a las mismas; y la ejecución de tales disposiciones será una operación militar, no policial.
El solo hecho de que se haya tenido que llegar a este tipo de propuestas, polémicas y complejas en sí, indica que la delincuencia le está ganando la carrera a los mecanismos normales de control. Es pasar a una fase de emergencia extrema, que como tal siempre será riesgosa. Por eso es indispensable proyectar y actuar con cabeza fría y estratégica, pues lo peor que podría pasar es que las medidas extremas, más allá de las cuales ya no hay más disponibles de ese tipo, no fueran capaces de dar los resultados que prometen.
Es contra el crimen organizado
Resulta curioso que en el cúmulo de propuestas que ahora mismo se discuten en las más altas esferas del poder tanto ejecutivo como legislativo no haya nada que ataque a fondo el actuar creciente del crimen organizado, que está en la entraña de todo este fenómeno. Las “maras” se han ido volviendo organizaciones del crimen, justamente porque se dejó hacer con impunidad, tanto al crimen como a las pandillas. Vistas las cosas en su verdadera realidad, habría que desmenuzar bastante más el fenómeno para poder implantar estrategias de lucha que tengan visos de efectividad sostenible. Tal como están las cosas, de poco pueden servir los palos de ciego o las patadas de ahogado.
Por todo esto es que venimos insistiendo en estructurar un esfuerzo que no sea un mero calendario de reuniones, sino una verdadera conjunción de dinámicas políticas e institucionales, con miras a crear y darle vida a ese proyecto integrador que tanto y tan urgentemente se está necesitando. Porque si no, muchos cabos sueltos seguirán quedando en el camino. Pongamos un ejemplo hipotético: se penaliza la pertenencia a pandillas, se logra capturar a todos los mareros, ¿y adónde se les va a llevar, si las cárceles actuales ya rebalsan, con todos los efectos nefastos que eso acarrea?
Hay que trabajar de inmediato y a fondo en toda esta problemática, y si se toman medidas extremas, habrá que hacerlo con la máxima responsabilidad, sometiéndose a un calendario estricto de verificación de resultados. Ya no más tiros al aire para hacer ruido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios que incluyan ofensas o amenazas no se publicaran.