No es de extrañar, entonces, que las dificultades, lejos de entrar en fase de solución, vayan tomando más volumen, y que los ambientes estén cada vez más sobrecargados de rayos y centellas.
Escrito por Editorial.26 de Julio. Tomado de La Prensa Gráfica.
Las dificultades, sobre todo cuando son tan críticas como las que prevalecen en el presente, tanto en nuestro país como en la región y en el mundo, estimulan las trampas emocionales cuando lo que más se necesita es el libre juego de la racionalidad. Dice la sabiduría popular que el que se enoja, pierde; pero este tipo de consejos orientadores de la conducta tanto personal como colectiva parecen estar escritos en un idioma ininteligible para aquellos que tienen mayores responsabilidades en la conducción de los asuntos tanto nacionales como internacionales.
Un típico ejemplo de esto se viene dando en las relaciones entre Colombia y Venezuela, que acaban de ser rotas oficialmente por el Gobierno venezolano. Acusaciones van contraacusaciones vienen, y en ese pimpón parece que cada quien se enorgullece de mantener la disputa in crescendo. Ahora, sin esperar a ver si un nuevo Gobierno en Colombia puede generar una atmósfera diferente, el Presidente Chávez da un sonoro portazo. Y es que la acritud en los gestos y en las respuestas, de no controlarse, se vuelve adictiva.
Otro tanto está pasando con la situación de Honduras en el sistema centroamericano. Los participantes en el mismo, salvo Nicaragua, decidieron formalizar el reingreso de Honduras. Nicaragua ahora responde rechazando que tal hecho sea una decisión, y dejándolo en el plano de la propuesta. Desde El Salvador se rechaza el rechazo nicaragüense. Pero hay que tener en cuenta que esto no puede resolverse con una guerra de palabras, que enconará más las cosas. El reto no es incorporar a Honduras al margen de Nicaragua, aunque el Gobierno orteguista esté en posición desfasada y estéril, sino lograr estratégicamente que todos lleguen al acuerdo. Es decir, política de atracción en vez de gesticulación que hace que las posiciones se crispen más.
Es tiempo para la alta política
Cuando las dificultades se intensifican y se complican, como vemos en la actualidad por todas partes, se tiene que pasar constantemente de la política a la alta política. Esta verdad es tan elemental como los hechos irrefutables de la vida; sin embargo, parece que hoy se queda casi siempre fuera de los manejos de los problemas, y por ello éstos se van volviendo enjambres de avispas incontrolables. Es muy importante, pues, subrayar que este es momento para la alta política, en la que predominan el autocontrol, la sutileza de los movimientos estratégicos, y la habilidad para imaginar y viabilizar soluciones.
Tanto en nuestro país como en los entornos centroamericanos y latinoamericanos, y como en el ámbito global, se nota la insuficiencia en la aplicación de la alta política. Ésta le da un rodeo al hígado y se va directamente al cerebro, tomando muy en cuenta la incidencia de los efectos emocionales en cualquier manejo adecuado de la realidad. Es decir, pondera y considera todos los ingredientes del comportamiento humano, sin dejarse atrapar excluyentemente por ninguno.
Pero lo que vemos en los hechos cotidianos como prevaleciente es el descontrol emocional, la detonación de las reacciones y el atrincheramiento autodefensivo, aun en los más altos niveles, que es donde precisamente la alta política tendría que prevalecer. No es de extrañar, entonces, que las dificultades, lejos de entrar en fase de solución, vayan tomando más volumen, y que los ambientes estén cada vez más sobrecargados de rayos y centellas. Algo significativo hay que hacer al respecto; y, en nuestro caso, lo primero es advertirlo.
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