Marvin Galeas.01 de Julio. Tomado de El Diario de Hoy.
Una de las características de "el socialismo", en todas sus variantes, es su connotación justiciera. La sola palabra evoca sentimientos de solidaridad entre los seres humanos y de esperanza en un mundo mejor. Un mundo libre de desigualdades, de la "opresión del hombre por el hombre". Un mundo feliz.
En 1932 se publicó por primera vez la más famosa novela del escritor británico Aldous Huxley titulada, precisamente, "Un Mundo Feliz". Por esos tiempos Stalin estaba empeñado en la construcción del socialismo en la Unión Soviética. En el empeño millones estaban siendo asesinados, torturados o desterrados.
Sin embargo los apologistas del socialismo vendían, dentro y fuera de la Unión Soviética, la imagen de una sociedad donde obreros musculosos, empuñando el martillo y la hoz levantaban rojas banderas de dignidad mientras que niños rubios y sonrientes cantaban La Internacional… "¡Arriba los pobres del mundo, de pié los esclavos sin pan!" Un mundo feliz, pues.
La novela de Huxley era en una ácida crítica a los modelos políticos totalitarios de izquierda y derecha, pero sobre todo se refería a lo que estaba ocurriendo en la tierra de Lenin. De hecho los nombres de dos de los principales protagonistas de la trama hacen alusión a Karl Marx y a Lenin: Bernard Marx y Lenina Crowne. En la obra, ese mundo casi perfecto se logra mediante la manipulación de la conducta humana combinando la tecnología reproductiva y la hipnopedia.
En las primeras décadas del siglo pasado la biotecnología y la neurofarmacología no estaban aún desarrolladas, pertenecían más bien a la esfera de la ciencia ficción. De manera que los intentos de manipulación del comportamiento humano para lograr fines políticos, como en el caso del comunismo soviético, el fascismo y el nacionalsocialismo se hicieron por medio de la repetición de consignas, programas escolares, centros de re educación, campos de concentración, la vigilancia permanente y la represión violenta desde el todopoderoso Estado.
Al final aquellas ideologías que tenían como denominador común el afán de construir sociedades perfectas, ya sea en nombre del proletariado, la raza aria o la grandeza del antiguo imperio romano, terminaron en verdaderas tragedias: espantosas guerras, genocidios y ruina económica y moral.
En la novela de Huxley el "Mundo Feliz" también se hunde. En la consecución de la permanente felicidad colectiva lograda por medio del desarrollo de la tecnología y la hipnosis se había eliminado la familia, el amor, la atracción sexual, el deseo de superación, la idea de Dios y otros atributos y valores de la naturaleza humana.
Lo de Huxley es literatura. Del fascismo y del nazismo sólo quedan pequeños grupos extremistas en algunos países del mundo. Lo que sigue siendo una amenaza vigente para nuestros países es el socialismo marxista, hoy encarnado, para peor, por el llamado socialismo del Siglo XXI. Del siglo pasado o del presente el socialismo persigue lo mismo: el fin del ominoso capitalismo y la construcción de "un mundo igualitario y feliz".
Para llevar a cabo tal construcción, es necesario que haya ingenieros sociales, superhombres que se conviertan en los líderes supremos, los guías luminosos, comandantes en jefe. Ellos al frente de destacamentos de seres también extraordinarios (El Partido) harán realidad la utopía. Estos seres, para llevar adelante este gran cometido histórico, deben concentrar todo el poder. El totalitarismo. Ello explica por que aparecieron Stalin, Hitler, Mussolini, Mao, Pol Pot, Castro y Chávez entre otros.
El gran talón de Aquiles de las ideologías totalitarias, de izquierda y derecha, pero en especial del socialismo marxista, es que atentan contra la naturaleza y la dignidad humanas. Los que ofrecen paraísos terrenales, sobre todo en campañas electorales, son peligrosos porque son farsantes.
Pero los que creen en realidad que pueden construir paraísos piensan que son dioses. Esos son los peligrosos; los que una vez en el poder se creen infalibles, condenan al fuego eterno a los pecadores disidentes, exigen cultos donde se repiten sus nombres y se promete eterna lealtad (para lo que sea, cuando sea y como sea, ¡comandante en jefe, ordene!)
No hay mundo feliz. No hay vida permanentemente feliz. A veces, no importa si se es rico o pobre, somos dichosos y a veces desgraciados. A veces nos visita el dolor y otras la alegría. Todo ello es parte de la naturaleza humana. Atentar contra esa dignidad por justiciero que suene el vocablo, explica el gran fracaso del socialismo.
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