El totalitarismo no sólo se impone sobre la vida política y la economía, sino sobre la educación, la cultura, la creación literaria, el arte, las comunicaciones
Editorial.02 de Junio. Tomado de El Diario de Hoy.
Muchos venezolanos recuerdan, al contemplar el desastre en que está cayendo su patria con Chávez, la frase del pintor impresionista alemán Max Lieberman cuando vio desfilar las tropas nazis frente a su casa en Berlín:
"No puedo comer lo suficiente para vomitar todo lo que quiero".
Liebermann murió poco después del abominable suceso; su esposa terminó suicidándose por miedo de lo que los nazis pudieran hacerle. La casa de ambos es hoy, en la plaza frente a la Puerta de Brandenburgo, la sede de un centro cultural establecido en memoria de ambos.
Como Liebermann la mayoría de artistas alemanes de su época, una pléyade de creadores y figuras extraordinarias entre quienes se contaban Thomas y Heinrich Mann, trató de detener, sin éxito, el creciente control político sobre la cultura. Un sinnúmero de artistas se vio forzado a emigrar; otros, como el pintor Emil Nolde, quedaron prisioneros en sus propias casas y además inhabilitados para hacer obra alguna. En esos años de catacumbas, Nolde pintaba acuarelas por ser más fáciles de esconder, una serie de fulgurantes composiciones.
El totalitarismo no sólo se impone sobre la vida política y la economía, sino sobre la educación, la cultura, la creación literaria, el arte, las comunicaciones. Los nacionalsocialistas calificaron a los pintores de avanzada de entonces como degenerados, lo que daba pie a perseguirlos y destruir sus obras. No lejos de la Puerta de Brandenburgo, en una pequeña plaza frente a la Isla de los Museos en Berlín, hay una placa de vidrio sobre el piso al través de la cual se ven estanterías vacías en recuerdo de las quemas de libros en la "Noche de los Cristales Rotos". Fue entonces cuando inició el Holocausto.
Como en la Unión Soviética, el ejemplo más lustroso es la Universidad de Moscú, los nazis construyeron las edificaciones pomposas, pesadas y de mal gusto que suelen caracterizar a las dictaduras. Eso acabó con la Bauhaus, un centro de desarrollo de nuevas ideas en arquitectura.
Tras los huracanes renace la vida
Fue como reacción al monumentalismo faraónico nazi que la arquitectura alemana de la actualidad se distingue por la ligereza de los elementos y edificaciones transparentes, como la cúpula de vidrio que cubre el parlamento.
La persecución al intelecto no es una fase intermedia o final de los totalitarismos, sino su inicio, el punto de partida. La ruta hacia el infierno inicia con los indoctrinamientos, la prédica del odio, los lavados de cerebro, la desinformación. Ese es el papel medular que desempeñan las universidades de izquierda del mundo --la fabricación de fanáticos— y es la razón de ser de los jóvenes pioneros comunistas, de las juventudes hitlerianas y de las bandas de defensa de la revolución castristas.
La imposición de esquemas culturales únicos, perseguir la innovación, aplastar la crítica, engañar, son los objetivos que se plantean a las sociedades. La gente debe pensar siguiendo patrones preestablecidos, como ya se anunció para El Salvador. De allí nace el hostigamiento a los medios independientes, a los que se intenta vincular a corrientes políticas adversas al socialismo.
Los huracanes llegan, cobran muchísimas víctimas y desaparecen, tras lo cual renace la vida. Pero la cultura necesita formar su propio suelo, su tierra fértil, antes de nutrir frondosos árboles. Los venezolanos tienen que ir preparando la simiente para cuando les toque reconstruir.
elsalvador.com :.: "No puedo comer suficiente, y vomitar tanto como quiero"
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