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2010/07/16

EDH-A orar se aprende en casa

 Carlos Mayora Re.17 de Julio. Tomado de El Diario de Hoy.

Venimos de lejos con esto de querer introducir oficialmente la lectura de la Biblia en las escuelas. No dudo de que sea una manera, entre muchas, en que el Estado podría hacerse cargo de la educación de los ciudadanos. Pero, por muchas razones, parece más bien contraproducente.

Hay muchos peros a la propuesta, que han sido señalados atinadamente. Tanto de cuño religioso como pedagógico, jurídico o político. Todavía no he leído o escuchado las respuestas a esas objeciones. Quizá, para ello, habrá que esperar al veto o a las observaciones que el Presidente quiera hacer a la propuesta legislativa.

Mientras tanto, esto de que se quiera convertir a los maestros en formadores con competencias en el ámbito de la religión, puede servirnos para reflexionar acerca de los verdaderos protagonistas en la transmisión, no sólo de la fe teórica, sino de la religión vivida, que es lo que muchos echan en falta como remedio eficaz para contener, aunque sea en parte, las olas de la violencia.

Es cierto que la escuela juega un papel importantísimo en la formación de las personas, pero no tiene ni toda, ni la responsabilidad más importante al respecto.

La religión se aprende principalmente en casa. Se aprende hecha vida, no teoría como puede ser transmitida en las aulas. La moral como tal, puede ser enseñada con fines culturales o religiosos, pero lo más frecuente es que sea transmitida junto con la religión, y por eso quienes pueden enseñarla de manera mucho más eficaz son la familia y las instituciones religiosas, porque son las únicas cuya tarea abarca la vida entera de las personas, y cuyas enseñanzas son transmitidas como vida vivida o no son aprendidas en absoluto.

La historia enseña que tanto un Estado totalitarista, en el que la religión pasa a formar parte de sus competencias, como un Estado que se desentienda por completo de la moral pública, no ayudan en absoluto a formar ciudadanos de bien.

Sin embargo, esto no obsta para que las instituciones de educación formal refuercen lo que los niños y niñas deben aprender primero (en sentido temporal y en el sentido de su importancia) en sus hogares. La escuela no hará sino apuntalar, proporcionar una base teórica en ciertos casos, de lo que cada uno ha aprendido en su casa. Pero pretender que sean las escuelas quienes fomenten en las personas una vida religiosa o unas actitudes éticas, desligándolas de la familia y de las instituciones religiosas, es en cierta manera ilusorio.

De hecho, lo que en materia de moral y costumbres no se aprende en casa, es sumamente difícil que se aprenda fuera de ella. Los valores no se hacen propios desde la teoría, sino desde el ejemplo. El respeto no nace de la especulación, ni del miedo, sino desde la valoración de uno mismo y la consideración de la similar dignidad de los demás. El temor y el amor de Dios no es un asunto de lecturas bíblicas, sino de una vida recta que cobra sentido en la creencia de Dios como Padre.

Un buen profesor puede ser un excelente maestro de vida (y lastimosamente uno malo puede ser una influencia nefasta), pero no porque lea o no la Biblia, ni siquiera porque hable de Dios todo el tiempo, sino por ser un hombre de bien. Y si un maestro puede hacer tanto ¿qué no podrán hacer los padres y las madres que quieren lo mejor para sus hijos?

Es importante, me parece, recordar una verdad que podría quedar de lado: a orar aprendemos en el hogar y, lamentablemente, a no orar, también.

*Columnista de El Diario de Hoy. carlos@mayora.org

elsalvador.com :.: A orar se aprende en casa

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