Salvadoreños en el Mundo- El Salvador, GANA + El FMLN = Monstruo de dos cabezas

Escrito por José Manuel Ortiz Benítez.23 de Abril. Tomado de Salvadoreños en el Mundo.

La consigna de un partido político es el avance uniforme de los que pretende gobernar. La ideología es una herramienta, pródiga e infinita, que se debe utilizar, no para solventar problemas entre ciudadanos, sino para fortalecer la cohesión y los principios. El 95% de los problemas de cualquier sociedad es de carácter técnico. En los principios, que sólo son declaraciones, no hay ganadores, ni perdedores, sino intenciones, meras intenciones, que no es poco, sino mucho, muchísimo. Pero, al final, lo que cuenta son los hechos, no los principios. Una sociedad avanza cuando los dirigentes políticos anteponen sus intereses colectivos e individuales al servicio de las personas, no al del partido, proseguía el prestigioso académico delante de los descendientes salvadorensis en la sala de Estudios Estratégicos para América Latina en la Universidad de Berkeley, California en el verano del año 2052.
De aquella gran hazaña del 2009, ya no queda nada, sólo agua y un mal recuerdo. Aquel 15 de marzo de 2009 la historia de El Salvador amenazó dar un giro hacia la esperanza, el candidato presidencial don Mauricio Funes Cartagena, de 50 años de edad, abanderado por el partido de izquierda Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), se hizo, por primera vez, con las riendas del poder, bajo el grito del cambio, la unidad, la inclusión y la lucha contra la violencia y la corrupción.

Nada pasó, sólo fueron 5 años relámpago de ilusionismo, de credulidad insatisfecha, pero el cambio llegó y provocó una reacción en cadena sin precedentes en la política salvadoreña, llegando a producir incluso un interesante “crack” en la infranqueable objetividad de los medios de comunicación de aquel diminuto país. Una tumultuosa brecha partió en dos el omnipresente partido conservador Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) y esto a su vez provocó un brusco deslizamiento de tierra en las salas de redacción de los medios de información, que duró medía década.
Aquí va “arder Troya” gritó un visionario, pero todos tomaron la frase por el lado equivocado. Al poco tiempo, el ex primer ciudadano de la república don Elías Antonio Elías Saca era puesto de patitas a la calle del partido ARENA, el partido de sus amigos que lo había llevado al poder en marzo de 2004. Sus ex compañeros lo acusaron de violación reiterada de los estatutos internos del partido y de malversación de fondos públicos durante su período presidencial 2004-2009. Pero de eso tampoco pasó nada. Saca lo tenía todo bajo control, como en un estudio de locución.
SACA tomaría a ARENA –el partido que un día amó– de las patas, le abriría una herida en el pescuezo y lo arrastraría por la plaza hasta hacerlo morir, sin piedad, sin venganza, sin sentimientos.
Saca era una especie de político de los que la vieja historia salvadoreña siempre recordará y juzgará –para bien o para mal– por su preponderancia en los acontecimientos salvadoreños en las primeras dos décadas del siglo XXI. Era extremadamente habilidoso, intuitivo, lingüísticamente superior a todos los demás y el efecto dinero con el que contaba convertía en realidad todos los objetivos que se planteaba. Era una clase de político inédito, continúa, como una enciclopedia de dos patas, el profesor Karl, ante la atención absoluta de los asistentes invitados.
Así nació GANA, Gran Alianza por la Unidad Nacional, en la turbulenta primera de 2010. La GANA del Sr. Saca fue una réplica nominal de la GANA Guatemalteca, pero mucho más feroz, con más mandíbula política, menos piedad en la negociación y un asombroso cargamento de cash fresco para el gasto diario.
En menos de dos lunas, el Sr. Saca consiguió dotar a GANA de una estructura política funcional. Pero su objetivo iba más allá de una representación compuesta de 14 efímeros diputados en la Asamblea Legislativa. El licenciado Saca quería hacer del proyecto GANA una aplanadora política permanente, con él a la cabeza, en aquel pequeño y peligroso territorio centroamericano. Al final lo conseguiría, pero a un precio antológico: la muerte de la democracia salvadoreña y la implementación del nefasto socialismo del siglo XXI.
El caso Saca no tiene precedente en la política latinoamericana. Hay que explicar todas sus fases. Primero, el Sr. Saca se hizo cuidadosamente con el control de 219 millones de dólares, cuyos orígenes nadie supo investigar. Después, intimó y sustrajo valiosas piezas humanas de su ex partido político ARENA, al que, más o menos, quebró en dos. Finalmente, Saca hizo un pacto tenebroso con el demonio, al liarse con los dirigentes del partido FMNL, el partido ex guerrillero al que, en sus años de presidencia, él mismo regañaba todos los días al atardecer en las cámaras de televisión.
El pacto entre GANA y el FMLN inevitablemente se consolidó y el suceso constituyó el gran acontecimiento de la historia moderna salvadoreña: la creación de un monstruo político de dos cabezas, que se gestó en privado con un objetivo particular: destruir la Alianza Republicana Nacional creada por aquel reverenciado patriota llamado Roberto D’aubuisson.
ARENA, un partido noble, modélico, transparente y patriótico, que defendió con su vida los valores de El Salvador y entregó a los salvadoreños 20 años de paz, prosperidad, justicia, seguridad y abundante democracia, aguantó las primeras envestidas del monstruo de dos cabezas. Pero a finales de la segunda década de nuestro siglo desapareció. Esta extinción sería el segundo gran suceso de la historia moderna salvadoreña.
Pero se equivocan los que dicen que nadie advirtió, con anticipación, de la muerte de aquel entrañable partido político que gobernó durante 20 años la nación más chiquita y compleja de nuestro hemisferio, dice el profesor en un tono más sobresaltado.
Hubo un alumbrado analista político llamado Rafael Castellano, quien dijo en un periódico local: “se enfrentan a un enemigo de dos cabezas que no deben subestimar... el socialismo del siglo XXI llegará,” concluye el profesor Karl, según coloca suavemente sus gafas en la base superior del atril.

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