El periodismo es un oficio muy exigente. Y no se trata de una queja para arrancar aplausos, sino para demandar respeto. Cuando una nota periodística sale publicada en LA PRENSA GRÁFICA –ya sea en su versión escrita, en la web, en la radio o en las otras plataformas informativas, como celulares y pantallas en los centros comerciales–, tras ella hay el esfuerzo del reportero que fue a buscar la información y la corroboró con diversas fuentes. Además, está el editor que guio al periodista y revisó su nota.
Escrito por Luis Laínez.04 de Abril. Tomado de La Prensa Grafica.
Ya encontrar la información y corroborarla da suficiente trabajo como para que aparezcan nuevas trabas, como la multa con que la jueza Segunda de Menores analiza para castigar a este periódico por publicar la foto de un menor de edad cuando asesinaba a un estudiante, en lugar de centrar su atención para administrar justicia para la víctima.
A pocos kilómetros de El Salvador, además, ejercer el periodismo incluso se ha vuelto una actividad peligrosa. Prueba de ello son los periodistas asesinados en Honduras, México y Colombia por denunciar el narcotráfico, grupos criminales o por, sencillamente, pensar diferente.
El ejercicio del periodismo se basa en la libertad de expresión y en el derecho a la información, pilares de las democracias modernas. Cuando una de ellas está bajo presión, algo no funciona bien en una sociedad. Incluso en aquellas con poco desarrollo, el tener medios independientes es una garantía para poder superar ciertas condiciones. El continuo trabajo periodístico permite señalar las debilidades institucionales, lo que obliga a los gobernantes a mejorar. O al menos es una posibilidad que no existiría si los medios estuvieran arrodillados ante el poder.
Sin embargo, los que ejercen el periodismo tampoco deben ceder ante las tentaciones del poder. Una credencial o un carné de periodista no es una licencia de corso. Es lamentable que existan personas que crean que por mostrar su credencial les da derechos para evadir procesos o reclamar trato preferencial. Los periodistas somos ciudadanos comunes y corrientes. No somos especiales porque en el ejercicio de nuestra profesión conocemos presidentes, diputados, funcionarios o grandes empresarios. Por tanto, no debería ni siquiera cruzarse por la mente de un periodista mostrar su credencial para recibir un mejor trato o pasar antes en una fila bajo la amenaza de “si no me tratás bien, escribiré mal de vos”, lo que lleva el peligro de convertir a los medios en plataformas para satisfacer egos. Este comportamiento es una falta al compromiso ético.
La única razón en la que encuentro válido utilizar el periodismo para obtener algo es cuando eso se traduce en beneficios para la sociedad. Ni siquiera para un colectivo reducido, como familiares y amigos, sino para la sociedad. Esto es, por ejemplo, demandar transparencia a nuestros gobernantes. Y, para esto, es especialmente importante la aprobación de una Ley de Acceso a la Información, que permita a la ciudadanía conocer cómo las personas que elige para dirigir el Estado realizan esta labor.
En perspectiva, el periodismo, así visto, se basa en grandes exigencias y respeto. No solo para los dirigentes de una sociedad, que están bajo el ojo vigilante, sino también para quienes ejercen esa labor. Para poder ejercer, además, se necesita de una serie de condiciones, tanto legales como judiciales, en el entorno pero también de una gran dosis de ética por parte del periodista. Desde ahí debe nacer el respeto para esta profesión que Gabriel García Márquez denominó “el oficio más lindo del mundo”.
Honesto y necesario es que Funes condene los asesinatos en Honduras. Honesto es que los medios de comunicacion nacionales se pronuncien y exijan al gobierno vecino el cese a la represion contra los periodistas y contra la oposicion. No es una cuestion de politica o ideologias, es una cuestion de principios morales, honestidad y rectitud.
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