El corazón del gremio magisterial salvadoreño está de luto, lamentando la pérdida de tres vidas que la población las vio nacer y crecer hasta llegar a verlas formadas en seres útiles a la sociedad.
Escrito por Salvador Edmundo Candray Sánchez .22 de Abril. Tomado de La Prensa Gráfica.
A los ejecutores de tan nefasto hecho les dedico el titular de esta columna, de que han hecho mal a quienes les hicieron un bien, pues se les olvidó que por ellos pueden leer y escribir; y ahora, usando los más viles medios, quieren someter a la población educativa para que les sirva de vivero y realizar sus planes macabros, no importándoles, si están también dañando a un niño o niña inocente o un joven que están en espera de buenas calificaciones para honrar a sus padres y proyectarse para ser útiles a la patria.
Se sabe como hecho cierto que los buenos maestros o maestras ven en cada alumno todos los años un nuevo hijo adoptivo, y que estos ven recíprocamente a sus mentores como una madre o padre que los adopta y conviven con ellos hasta su formación.
Las víctimas del crimen que aquí comento, como maestros ofrendaron sus vidas, según ha trascendido, al no acceder a propósitos del crimen organizado o posiblemente a manos de vulgares pandilleros.
Hoy solo falta que a los hechores se les capture y luego sean liberados por algún juez por “falta de pruebas” y mientras los juzgadores seguirán realizando sus reuniones encaminadas a defender solo sus intereses.
Honremos la memoria de las maestras Felipa Audelia Barillas y Marlene Barillas y la del profesor Tomás Antonio Gómez Valdizón, cobardemente asesinados al inicio de esta semana en San Juan Tacachico del departamento de La Libertad y solidaricémonos ante el dolor que sufren sus respectivas familiares.
Digo a sus dolientes, que no tengan ninguna duda que en este momento están haciendo compañía al Señor, por haber brindado sus servicios a su Pueblo y dado su vida en el acto y compromiso de servir a su patria.
Es inconcebible que mientras suceden con horrible frecuencia estos hechos criminales, un honorable ciudadano salvadoreño haya tenido que dar explicaciones tan solo por haber autorizado en circunstancias de flagrancia una publicación de un hecho criminoso.
Propongámonos los diferentes estratos de la población mantener un estilo de conducta de denuncia contra los criminales. Denunciemos valerosamente como lo hizo en su momento el presidente de este medio informativo, licenciado José Roberto Dutriz, al defender el derecho del pueblo a ser informado.
Pero estos sucesos que enlutan a la población salvadoreña ojalá Dios mediante fecunden y fructifiquen en fuentes de comprensión y se concreten en las medidas enérgicas y eficaces que están en el deber de tomar quienes tienen en sus manos las posibilidades de cambiar el rumbo de la república extirpando el cáncer de la violencia que nos acecha.
Los maestros de la república y el personal ejecutivo, directivo y periodístico de este diario deben estar seguros de que no están solos; que los acompaña todo el pueblo que está y estará respaldándolos y pidiendo a Dios que les dé salud, sabiduría y bienestar.
Y en cuanto a los que han ofrendado su vida en las diarias tragedias que vive el país, como son agentes de la PNC, motoristas y cobradores de buses, taxistas, empresarios, bomberos, periodistas nacionales y extranjeros, digo a sus dolientes, que no tengan ninguna duda que en este momento le están haciendo compañía al Señor, por haber honrando su existencia cumpliendo su compromiso de altos servicios a su patria.
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