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2010/04/10

LPG-Los ilícitos y la ingobernabilidad

Ilícito. Cómo traficantes, contrabandistas y piratas están cambiando el mundo”, es el título de un libro de Moisés Naím. Este mundialmente reconocido analista político sostiene que el proceso de globalización, y los grandes cambios políticos y tecnológicos ocurridos en la década de los noventa que lo han acompañado, al tiempo que han favorecido procesos democráticos y la expansión del comercio internacional, también favorecieron la consolidación y expansión de una potente red de operadores y operaciones ilegales de todo tipo, la cual está cambiando los sistemas políticos y las economías alrededor del planeta.

Escrito por Roberto Rubio-Fabián. 10 de Abril. Tomado de La Prensa Grafica.

Sin negar las bondades de la globalización, esta también ha favorecido el comercio de los ilícitos: drogas, armas, órganos, inmigrantes, mujeres e infantes para la prostitución, medicamentos prohibidos, desechos tóxicos, piratería... Es impresionante el nivel que este comercio ha llegado a alcanzar: fuentes citadas por Naím estiman que este comercio puede llegar a representar ¡ni más ni menos que el 10% del PIB mundial! Suficiente dinero y poder para incidir en el destino de la humanidad.

Con las reformas neoliberales de los noventa se desregularon los mercados, se debilitaron los Estados, se abrieron sin mucho control los flujos del comercio y la inversión. Esto fue aprovechado por las redes ilícitas para incrementar y expandir sus fuerzas y operaciones. Al mismo tiempo, del desarrollo de las comunicaciones, del internet, de las operaciones financieras virtuales y la complejidad de los instrumentos financieros, etcétera, también el comercio ilícito ha sabido potenciar su movilidad, su flexibilidad, la velocidad de sus transacciones, su cobertura geográfica, sus mecanismos de defensa y alerta temprana.

Todo ello ha aumentado el poder político de los ilícitos. Como dice Naím: “El mundo interconectado ha abierto nuevos y lucrativos horizontes para el comercio ilícito, y lo que los traficantes y sus cómplices están encontrando en esos nuevos horizontes no es solo dinero, sino también poder político”.

Frente a este creciente poder, nos encontramos con Estados débiles cuyas instituciones rayan con la complacencia y el temor, con déficit fiscales que no permiten destinar recursos suficientes para combatirlos, y con Estados “distraídos” con el combate al terrorismo o con la delincuencia (como es el caso de El Salvador), que les desvía la atención sobre el comercio de los ilícitos.

Esa red de ilícitos ya viene dando importantes señales de colonización y presencia dentro del Estado y la sociedad salvadoreña; siempre merodeando y tentando las instancias y personas que ostentan algún poder, sean de izquierda, centro o derecha, sean funcionarios del Ejecutivo, diputados, magistrados y jueces, alcaldes, policías, empresarios, ONG. Aunque todavía no alcanzamos los niveles que poseen estas redes en Guatemala o el norte de México, los riesgos de la contaminación severa del sistema político y de la ingobernabilidad están hoy más que nunca presentes en nuestro país.

Los ilícitos y la ingobernabilidad

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