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2010/04/20

LPG-Hay que resaltar los buenos ejemplos de responsabilidad

Cuando fallan sensiblemente valores como la honradez, el respeto y la solidaridad, es muy difícil que prospere la paz, que se haga sentir la seguridad y que el progreso arraigue.

Escrito por Editorial. 20 de Abril. Tomado de La Prensa Gráfica.

 

El caso del teniente José Julián Hernández, que falleció en el cumplimiento esforzado y sacrificado de su función como bombero, nos pone ante el ejemplo de un ciudadano sencillo y laborioso que ha dejado un ejemplo de esa heroicidad que es la que más vale: la que se da en el ejercicio de vida cotidiana y que no aspira a pergaminos, estatuas o recordatorios formales. Alrededor del teniente Hernández ha habido todo un despliegue de cariño y de admiración por parte de sus familiares, amigos, compañeros de trabajo y personas sensibles a este tipo de conductas ejemplares. Era, evidentemente, un hombre responsable y bueno, que cumplía su labor arriesgada con gran profesionalismo y entrega.

Las notas negativas y conflictivas son las que más circulan en el ambiente; pero no hay que perder de vista que hay también, y en volumen mucho mayor aunque no tengan la misma resonancia pública, infinidad de expresiones positivas, que provienen de las comportamientos solidarios, serviciales y desinteresados de personas que casi siempre quedan en el anonimato. En este caso, la notoriedad del acontecimiento heroico debería servir para destacar la enorme calidad humana de muchísima de nuestra gente, en la que, pese a la crisis de valores que sufre la sociedad, sigue estando presente el espíritu del servicio y la bondad fundamental.

Es muy importante evidenciar los ejemplos de responsabilidad y de fraternidad que se dan en la vida cotidiana. Como reiteramos cada vez que se presenta la oportunidad, la escuela más efectiva es la del ejemplo. Y en tanto más ejemplaridad haya, mejores serán las posibilidades de consolidar las bases de una segura y próspera convivencia.

Cultivar valores en la práctica

Las sociedades en todo sentido más avanzadas son las que han logrado convertir la práctica de los valores fundamentales para una convivencia pacífica y productiva en formas espontáneas de vida. La enseñanza de los valores es útil, pero nunca lo es tanto como la práctica social de los mismos. En una sociedad tradicionalmente dividida, excluyente y descuidada de su propio futuro, los valores se van volviendo plantas de invernadero. Para que la atmósfera nacional sea capaz de autopurificarse constantemente y ser espacio propicio para la agricultura del progreso, es indispensable que los valores se vuelvan vegetación exuberante extendida por todas partes.

Lo natural, por supuesto, sería que el principal y más representativo ejemplo de esa efectiva y convincente práctica de valores viniera de arriba, es decir, desde los diferentes liderazgos del país. Pero tal ejemplo ha faltado, y entonces la autoridad en sus distintas expresiones carece de la suficiente fuerza moral para hacerse sentir como tal. Cuando fallan sensiblemente valores como la honradez, el respeto y la solidaridad, es muy difícil que prospere la paz, que se haga sentir la seguridad y que el progreso arraigue.

El ejemplo siempre habla por sí mismo; de ahí que cada buen ejemplo sea una lección con vida propia. El ejemplo del bombero que muere entre el fuego en el cumplimiento estricto de su deber nos pone ante el espejo de las conductas verdaderamente aleccionadoras, que son las que construyen sociedades fuertes y seguras.

Hay que resaltar los buenos ejemplos de responsabilidad

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