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2010/04/17

LPG-De diez en diez

En 1969, cuando el Partido Comunista Salvadoreño apoyó la acción militar salvadoreña en represalia por los gravísimos abusos a los derechos humanos de los salvadoreños en Honduras, se abrió el escenario para el surgimiento de las fuerzas guerrilleras, que muchos creían imposibles en el país.

Escrito por David Escobar Galindo. 17 de Abril. Tomado de La Prensa Grafica.

 

Los juegos cronológicos son inquietantes y fascinantes a la vez. Estamos en 2010. La cifra para mí ya tiene una señal: 20-10. Una parte de la cifra es el doble de la otra, y por ende ésta es la mitad de aquélla. Quizás este año sea algo así como una muñeca rusa. ¿Cuántas otras cifras podrían caber en ésta? Al menos las que terminan en 0. Y, al pensarlo, se me vienen a la mente los años terminados en 0 de los que puedo tener algún tipo de recuerdo: 1950, en la primera infancia; 1960, en la adolescencia; y los siguientes, en la juventud y ya en la madurez… Voy, entonces, a recoger imágenes principalmente políticas, aunque las podría haber de muchos otros tipos, memoria en ristre:

1950. Fue el año de la Constitución del medio siglo, la llamada precisamente Constitución del 50. En El Salvador hemos tenido dos Constituciones emblemáticas: la de 1886, la Constitución liberal, cuya vigencia básica llegó hasta 1950, y la de 1950, la Constitución liberal-social, cuya vigencia básica llega hasta nuestros días. El ideario contenido en esta Constitución todavía no ha sido desarrollado en lo esencial, y por eso tiene aún suficiente sustancia histórica. Yo, que en 1950 era un niño en la primera infancia, viví el momento muy directamente, porque el Presidente y principal inspirador de dicha Constitución fue Reynaldo Galindo Pohl, hermano de mi madre, y en cuya casa, allá al fondo del Pasaje Rovira, vivía yo con mi abuela, su madre, en aquellos tiempos. 1950 está muy lejos, pero toda aquella vivencia sigue estando muy cerca.

1960. El año en que se inicia el último ciclo de la era de la gestión militar del poder político en el país. El 26 de octubre de aquel año, un golpe de Estado de talante renovador, movido por el ex Presidente Osorio, derribó al Gobierno del coronel José María Lemus, que se despeñaba en un despotismo personalista imprevisible. Pero el hecho, visto en perspectiva, fue mucho más que su propia coyuntura. Desde aquel momento, se abre la segunda fase del desgaste del modelo de gerencia militar del poder político en el país. Ya tal fórmula, que culminaba la gestión de la alianza histórica de las tres cúpulas principales del país —la económica, la militar y la eclesiástica—, estaba en crisis terminal; una crisis que se iría desangrando en los 20 años siguientes, hasta llegar al estallido inevitable del conflicto bélico interno.

1970. A comienzos de este año, toma su primera forma el sujeto insurgente que sería la fuerza detonadora de la guerra interna. En 1969, cuando el Partido Comunista Salvadoreño apoyó la acción militar salvadoreña en represalia por los gravísimos abusos a los derechos humanos de los salvadoreños en Honduras, se abrió el escenario para el surgimiento de las fuerzas guerrilleras, que muchos creían imposibles en el país. En abril de 1970 surgieron las Fuerzas Populares de Liberación FPL, bajo el comando de un carismático líder sindical: Salvador Cayetano Carpio, que sería conocido en la clandestinidad como Marcial. Después surgió el Ejército Revolucionario del Pueblo ERP. La guerra estratégicamente había comenzado, pese a que históricamente tuviera ya tantos años de gestación y aunque técnicamente se pusiera en el terreno hasta en 1980.

1980. Estalla la guerra ya como enfrentamiento directo entre las dos fuerzas militares que serían los protagonistas militares de la misma: la Fuerza Armada de El Salvador y las organizaciones guerrilleras que constituirían el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional FMLN. Fue un estallido que despertó ilusiones fallidas, como la de la llamada Ofensiva Final del FMLN, lanzada el 10 de enero de 1981. La guerra duraría hasta dar de sí, y esto ya era perceptible en 1989, cuando se estableció el proceso negociador de la paz. Fue una guerra que los salvadoreños fuimos construyendo a lo largo de mucho tiempo, y que al estallar ya era inevitable desde hacía mucho. Moraleja: las guerras de familia nunca son efecto instantáneo, sino reacción acumulada. Y esta guerra nuestra traía al hombro la alforja de la paz, aunque casi nadie quisiera darse cuenta.

1990. La negociación de la paz entra en fase irreversible. La Comisión de Diálogo del Gobierno de Alfredo Cristiani y la Comisión correspondiente del FMLN comenzamos a negociar la paz posible e inevitable (parecen contradictorios los términos, pero no lo son) el 13 de septiembre de 1989. El 11 de noviembre de aquel año, el FMLN lanza su Ofensiva hasta el Tope. ¿Hasta el tope de qué? Aunque no era eso lo previsto por ninguna de las dos fuerzas armadas en contienda, aquella Ofensiva fue el final de la guerra militar. A comienzos de 1990 todo apuntaba hacia la negociación como última y única salida. A fines de marzo de aquel año, unas reducidas comisiones nos reunimos reservadamente en México a negociar el Acuerdo de Ginebra, que se firmaría el 4 de abril. De ahí en adelante, ya no habría retroceso posible. La paz estaba marcada por la historia.

2000. La globalización estrena milenio en todas partes, y también en El Salvador. La paz se firmó, como todos sabemos aunque parezca que no siempre recordemos, el 16 de enero de 1992, en México. La lógica dinámica del proceso democratizador catapultado por la solución política de la guerra traía entre manos un acontecimiento que debía ser casi insólito la primera vez para luego hacerse natural: la alternancia derecha-izquierda y viceversa en el manejo del poder político. Todo estaba listo para que ocurriera en 1999, menos los sujetos políticos, y en especial el sujeto alternante. El hecho tardó un decenio. Pero aquella posibilidad real, frustrada por inexperiencia histórica, vale como signo revelador. Los salvadoreños somos expertos en no estar políticamente preparados a tiempo; pero hoy lo alentador es que esa “experticia” ya nos está cayendo mal a nosotros mismos.

2010. La alternancia política ya no es anécdota electoral: es ejercicio probatorio de la madurez del proceso. La paz salvadoreña se mide a sí misma. La experiencia no deja tranquilo a nadie. Es por hoy una mezcla de melodrama familiar y de comedia de las equivocaciones. Pero no escandalicemos más de la cuenta. El país, pese a todo, funciona.

De diez en diez

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