Escrito por Sigfrido Munés.07 de Abril. Tomado de La Prensa Grafica.
Estimado ciudadano: Dicen que usted es uno de los aspirantes para la candidatura presidencial en 2014. Está en su derecho y si consigue su postulación, podrá ganar o perder.
Si gana, puede que la tarea y los retos le resulten grandes y talvez abrumadores. Con sentido común y una dosis apropiada de pragmatismo, usted u otro que resultare ganador podrá superar situaciones, siempre que respete y se inspire en la opinión pública. Esta tiene que ser identificada con claridad y precisión, por sobre dogmas ideológicos ya superados. Valga el ejemplo del presidente Funes y su antecesor, quienes interpretaron –respectivamente– que los electores dieron su voto por la moderación y por una mayor cuota de sensibilidad social.
Sí; creo que hay que refrescar el ambiente con un lenguaje menos denso y más accesible para el ciudadano promedio, bombardeado por las numerosas y a veces encontradas opiniones de expertos y politólogos. ¡Gracias al cielo que existe este juego de ideas!
Yo no tengo la capacidad para aconsejarle, señor o señora aspirante, pero los ciudadanos debemos hacer oír nuestras opiniones e interrogantes, particularmente a quienes pretenden gobernarnos.
Sería prolijo enumerar los problemas que reclaman solución como la seguridad y la economía, pero para enfrentarlos se necesitan estabilidad y unidad.
Quien gane la Presidencia en 2014 deberá tener presente que con la violencia generalizada, la crisis, el desperdicio de recursos, las divisiones internas y la sensible reducción de las inversiones productivas, las disponibilidades económicas del Estado se vuelven cada vez más insuficientes para atender las necesidades de la población. Agregue a este panorama el incremento de la deuda externa y el alza de intereses correspondiente al bajón de las calificaciones crediticias del país. Más deuda y más cara, significa más carga sobre las espaldas de los ciudadanos y de las empresas generadoras de empleos. (El cambio de los diputados que antes bloqueaban los préstamos es impresionante.)
Creo que usted y otros aspirantes deben comenzar temprano no sus campañas electorales, sino la planificación de lo que correspondería hacer desde la Presidencia. Las circunstancias hacen imperativo no dejar rendijas para la improvisación.
Todo gobernante hereda el producto de las administraciones anteriores, pero debe conservar las cosas buenas y necesarias. Bien hace el gobierno actual, por ejemplo, en seguir adelante con los programas sociales establecidos por su predecesor, como la Red Solidaria y el FOSALUD. Lejos de restarle méritos al presidente Funes, este es un indicativo de que es posible que la visión de país pueda manifestarse en El Salvador más allá de los eventos electorales y por encima de las diferencias partidarias.
La actual “partidocracia” tuvo su razón de ser en la transición de los gobiernos autocráticos al régimen civil, pero ya está fuera de lugar no porque lo estén los partidos, sino por la aspiración y el derecho de la gente de sentirse representada de manera clara y geográficamente precisa por sus diputados, identificando previamente sus candidaturas por nombre y foto en las papeletas, libres de ataduras de partido, y compatibles en una etapa inicial con las planillas propuestas por los institutos políticos. Esta fórmula puede hacer factible el cambio y estamos a tiempo. La fuerza acumulada de una opinión pública insatisfecha obliga a la dirección política del país a una reforma electoral total.
Los precandidatos presidenciales bien harían en aterrizar con una oferta de cambios específicos, comenzando por la modernización del sistema electoral, que incluya el voto residencial y el de los hermanos emigrantes.
Los nuevos políticos deben ver y sentir con los ojos y los corazones de sus electores. Como debe ser.
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