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2010/04/24

La Página- Firmes y adelante contra el abuso infantil en la IglesiaDiario digital de noticias de El Salvador

 El silencio no santifica a nadie. Mantener ocultas tales fechorías es un clavo más en el madero del Calvario histórico, una espina extra que sangra la esencia de nuestros valores. La ignorancia, la falta de sentido común y la maligna complicidad han sido el oxígeno perverso que ha mantenido con vida  a este fenómeno

Editorial por Dirección.24 de Abril. Tomado de La Página.


Sería injusto condenar a la Iglesia por el crimen y el pecado que cometen sus malos hijos. Sería injusto y doloroso culpar al Cristo por los abusos sexuales de sacerdotes católicos y pastores evangélicos cuya publicidad ha estallado en estos días como pústula dentro de nuestra sociedad occidental.

Esto no impide, sin embargo, rechazar con energía el execrable daño que se comete en criaturas inocentes, sobre todo cuando el oprobio procede desde la silla que sin merecer ocupan quienes deberían representar al Nazareno como guías espirituales hacia la Eternidad.

Ya desde San Pedro Damián hace mil años se buscaba cerrar y castigar estas afrentas que el secreto ignorante, malicioso o hasta cómplice ha protegido con la máxima equivocada de mantener la pureza pública de la Iglesia como institución histórica. Y nos referimos a la Iglesia en su término incluyente que abarca y donde converge una variedad de cultos.

El daño que se comete a una criatura al mutilarle la inocencia es un trauma que muchas veces persiste durante toda la vida. Y esto no debe continuar bajo ningún pretexto.

Aplaudimos los esfuerzos que desde el Papado de Benedicto XVI han comenzado a hacerse para quitar el blindaje que por siglos han tenido pederastas y violadores de sotana, corbata y Biblia en mano, aunque desearíamos que la fiereza con que se ataca este mal tuviera mayor resonancia en todas las versiones de la religión cristiana.

Aplaudimos también los esfuerzos que surgen desde las iglesias evangélicas por desnudar a los impíos que se atreven a usar el nombre de Dios en vano con tal de saciar sus apetitos humanos de concupiscencia.

Pero también creemos que es indispensable apuntar el dedo hacia otro gran actor dentro de esta triste historia de abusos: la complicidad de familiares y personas cercanas a las víctimas.

Durante siglos en el catolicismo, y décadas en el protestantismo, el voto del silencio ha sido uno de los alimentos más efectivos para hacer crecer a este maléfico monstruo social.

Padres, hermanos, tíos, abuelos y demás parientes han callado el sufrimiento con tal de no causarle daño a la Iglesia. La ignorancia, la falta de sentido común y la maligna complicidad han sido el oxígeno perverso que ha mantenido con vida  a este fenómeno. Esto ya no debe continuar así.

Todos tenemos la obligación moral y jurídica para denunciar ante las autoridades eclesiásticas y ante los tribunales laicos a todo aquel que se aproveche de su condición de líder religioso para mancillar a niños y adolescentes.

El arzobispo capitalino, monseñor José Luis Escobar Alas, ha sido claro ya al decir hace algunos domingos que se deben presentar denuncias no solo contra curas católicos, sino contra cualquier otro pastor evangélico que abuse de la grey.

El silencio no santifica a nadie. Callarse no hace más santa a la Iglesia. Esconder al criminal no glorifica a nuestro Señor. Todo lo contrario: mantener ocultas tales fechorías es un clavo más que se incrusta en el madero del Calvario histórico, una espina extra que sangra la esencia de nuestros valores. El silencio de los inocentes es otra lanza maldita y repugnante que cercena el costado de nuestra sociedad.

En LA PÁGINA admiramos con firmeza el estandarte de la justicia que comienza a ondear como guía de nuestras acciones para proteger a aquellos de quienes el Hijo del Hombre dijo: Dejad que vengan a mí... porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Diario digital de noticias de El Salvador

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