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2010/04/23

Contra Punto-¿Cómo abordar el problema del transporte público?

 Escrito por Luis Armando González.23 de Abril. Tomado de Contra Punto.

 
Se sigue insistiendo en asuntos que, aunque importantes, no resuelven nada en lo fundamental

SAN SALVADOR-El transporte público es un grave problema para la sociedad salvadoreña. Desde los años noventa se vienen escuchando, por parte de las autoridades, promesas y compromisos acerca de su solución definitiva. La mentada solución nunca ha llegado y, por el contrario, el problema del transporte público se ha convertido en algo tan complejo que pareciera haber llegado a un punto en el cual ya no es posible su solución integral y definitiva. Es decir, se habría llegado a una situación irreversible en materia de transporte público, y a los ciudadanos y ciudadanas de El Salvador no les quedaría más que aceptar vivir de aquí y para siempre atrapados en el caos, el riesgo, la violencia y la contaminación generados por un sistema de transporte público opuesto totalmente a sus necesidades y derechos.
Demás está  decir que nunca se buscó una solución definitiva e integral al problema del trasporte público, pues siempre se atacaron, de manera superficial, aspectos secundarios del mismo. Ejemplos de ello fueron la apuesta que se hizo por normar la situación de los cobradores –a quienes incluso se obligó a usar uniformes--;  los esfuerzos que se hicieron por impulsar una cultura de buenos modales por parte de conductores y cobradores; o la iniciativa de mantener las unidades en buen estado, lo cual contemplaba, además de unas buenas condiciones mecánicas, el cuido de la carrocería y asientos, así como la limpieza exterior e interior de buses y microbuses. Exigencias de esta y parecida naturaleza obsesionaron en el pasado a funcionarios de transporte y,  aunque no siempre lograron hacerlas cumplir en su totalidad, de cuando en cuando –y por algunos periodos de tiempo— se salieron con la suya en algunas de ellas.    
Pero los problemas gruesos –es decir, los de naturaleza estructural— no fueron abordados. Y tampoco lo están siendo ahora, pues se sigue insistiendo en asuntos que, aunque importantes, no resuelven nada en lo fundamental.
En este sentido, es necesario tomar en serio los problemas estructurales del trasporte público y entrar de lleno en su solución, si se quiere comenzar a poner un alto al grave deterioro de la convivencia ciudadana en El Salvador. 
En primer lugar, se tiene  que atender a la concepción del sistema de transporte público, misma que tiene que ser replanteada de manera radical. Es un sistema regido por las reglas del capitalismo salvaje, según las cuales lo único que importa es el lucro empresarial, no el bienestar ni los intereses ciudadanos. En un ámbito que es estratégico para el desarrollo nacional –en los planos económico, social y cultural— el Estado no tiene mayor capacidad de intervención y regulación, salvo la que se refiere a  los subsidios y el otorgamiento de permisos de línea. Pero el sistema de transporte público y su funcionamiento escapan al control estatal, pues está bajo el control de un sector particular de la sociedad –disperso, diverso y siempre en aumento— que es el de los empresarios del transporte colectivo.
En segundo lugar, en el ámbito del transporte público lo que predomina es la violación generalizada y sistemática de las leyes de tránsito y de las normas de convivencia ciudadana. Cotidianamente, buseros y microbuseros violan todas las leyes tránsito y abusan de los ciudadanos y ciudadanas –muchas veces a costa de su vida y seguridad— sin que ninguna instancia o autoridad sea capaz de impedir o castigar tales abusos y violaciones. En no pocas situaciones, las autoridades públicas toleran esas violaciones y abusos, permitiendo que la impunidad cobije cotidianamente a buseros y microbuseros. Sin voluntad decidida de las autoridades por aplicar la ley y los castigos correspondientes a quienes la violan descaradamente, el problema del transporte público va a continuar irresuelto. 
En tercer lugar, la sobreoferta y precariedad de servicios de transporte a los ciudadanos y ciudadanas. Al dejar en manos de particulares la oferta del servicio de trasporte público, éstos han colocado sus unidades donde han creído que la rentabilidad es mayor. Así. San Salvador y las ciudades más grandes se han sobresaturado de buses y microbuses, dándose situaciones en las cuales –como sucede en el centro de San Salvador— en importantes tramos del día muchas unidades circulan casi vacías, invadiendo innecesariamente calles y avenidas. En contrapartida, en el interior del país, hay comunidades que no cuentan con servicio de transporte público o si lo tienen es insuficiente. 
Es decir, gracias a la anarquía impuesta por particulares en el sistema de transporte público, éste concentra excesivamente la oferta del servicio en las ciudades –principalmente en San Salvador--, pero es precario o inexistente en cantones y caseríos del interior del país. Dadas las dimensiones de El Salvador –y con la enorme cantidad de unidades de transporte público que hay— ningún ciudadano, en ningún rincón del territorio nacional, debería tener dificultades para movilizarse, eficientemente y a cualquier hora del día, en autobús o microbús.
Sin una planificación estratégica del transporte público –que oriente la oferta del servicio ahí donde se necesita— la sobresaturación de unidades de transporte público en algunas zonas –y su contraparte, la ausencia del servicio o su precariedad en otras— seguirá siendo la regla de oro del sistema de transporte colectivo. En la misma línea, sin la determinación firme de hacer cumplir la ley en ese ámbito, la impunidad seguirá prevaleciendo, con los costos sociales que ello trae consigo. Esa planificación estratégica del transporte público y esa aplicación irrestricta de ley a buseros y microbuseros que la violan una y otra vez –de manera descarada y artera— son responsabilidad ineludible del Estado.   

¿Cómo abordar el problema del transporte público?

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