Hay en la actualidad tres proyectos de ley que la frágil democracia salvadoreña necesita a gritos, que está siendo discutida en la asamblea, pero cuya aprobación es bastante improbable. Son tres leyes condenadas a un mismo destino: el ostracismo.
Escrito por Ernesto Rivas Gallont.25 de Julio. Tomado de La Prensa Gráfica.
Me refiero a la ley de Medicamentos, la de Transparencia y la de Partidos Políticos. Las tres están destinadas a sufrir una muerte lenta. La de Medicamentos por los grandes intereses que se mueven en la industria farmacéutica; la de Transparencia, porque al gobierno no le conviene; y la de Partidos Políticos porque no le conviene a los partidos políticos.
Hay atenuantes que podrían ser introducidos a la ley, que burlarían su espíritu y a los ciudadanos que abogamos por su aprobación. Por ejemplo, podrían quitar de la ley de Partidos Políticos la obligación de rendir cuentas sobre el origen y el destino de los fondos; podrían excluir de la de Transparencia a Casa Presidencial, Defensa, Justicia y Seguridad, PNC y Gobernación, etc.; podría eximir a las medicinas producidas por laboratorios nacionales del control de precios, o exonerar por su nombre y por el nombre del laboratorio a ciertos medicamentos que se consideren “esenciales”.
Es decir, burlar el espíritu de la ley y la expectación ciudadana es fácil en una democracia precaria como la nuestra.
La ley de Medicamentos tiene su origen en que en El Salvador las medicinas son más caras que en cualquier otro país. Autoridades de Salud Pública hablan de márgenes de utilidades obscenos. El clamor de los ciudadanos crece cada vez que uno tiene que ir a la farmacia a comprar medicinas y muchos se encuentran en la trágica disyuntiva de alimentar a sus hijos o comprar medicinas para la mujer enferma.
Tengo grabada en mi memoria, aquella famosa frase del ex presidente Antonio Saca: “Ley de Transparencia ¿para qué?, si mi gobierno es transparente”. Esa lapidaria frase seguramente dio lugar a la promesa de campaña del candidato Funes de que su gobierno sería transparente. ¿Pero transparente al estilo de Saca o transparente como lo queremos los ciudadanos? He allí la disyuntiva y por ello el Ejecutivo se metió a un complejo proceso de consulta ciudadana que más resultó en aquel legendario dinosaurio dibujado por un comité, que en un proyecto de ley consistente cuya aprobación satisfaga los intereses de la democracia.
¿Y la de Partidos Políticos? ¡Ay, Dios!, más fácil que le quiten el control de la Corte de Cuentas al PCN que los diputados aprueben esa ley que ningún partido político quiere ver aprobada, porque ninguno quiere rendir cuentas.
Cuando el profesor Orellana del PCN era presidente del legislativo, contrató a dos encopetados consultores, uno colombiano y otro uruguayo, si mal no recuerdo, para que elaboraran un proyecto de ley de partidos políticos. Pasó un año y los ciudadanos y muchos diputados no sabían si los consultores habían cumplido con su compromiso.
Por fin, alguien descubrió que el proyecto de ley había sido enviado a un recóndito rincón del palacio legislativo a acompañar otro proyecto de la misma ley que fue elaborado hace como tres o más años, bajo el patrocinio de la USAID.
Hay también una cuarta ilusión, porque no se le puede llamar proyecto de ley, que es el de la reforma al sistema electoral, para que sean los ciudadanos y no los partidos políticos quienes elijan a los candidatos a diputados.
Y así camina esta nación, que como decía aquel anuncio de Xerox, “El Salvador no tiene copia”.
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