Livia Rodríguez Delis.03 de Julio. Tomado de Granma Internacional.
PABLO Frías, administrador de uno de los mejores huertos que se encuentran en La Habana, narró así su vivencia tras el paso en el 2004 del huracán Charley: "Yo no pude llegar esa mañana en automóvil al trabajo, tuve que seguir a pie. Las calles de la ciudad estaban intransitables, colapsadas; 16 días sin corriente, sin abastecimiento de agua. Tuvimos que cosechar las áreas que estaban destinadas al autoconsumo, pero el organopónico dio una respuesta y a la gente no le faltó la hortaliza, no le faltó condimento".
En una situación de catástrofe natural o de guerra es una posibilidad quedar incomunicados con los territorios vecinos, pero podemos tener alimentación dentro de la ciudad si desde tiempo de paz respetamos el concepto de agricultura urbana, dijo Frías, quien transformó del 2002 a la fecha la reputación del organopónico considerado en años anteriores el de menos producción de los que existen en la capital.
Otro ejemplo ilustrativo es la Unidad Básica de Producción Cooperativa El Mango, ubicada en la occidental provincia de Pinar del Río, que después del paso en el 2008 de los huracanes Ike y Gustav logró recuperarse en sólo tres meses. Bajo los embates de los vientos, los trabajadores de la instalación abastecieron de leche a niños del territorio a través de dos centros de distribución y en solo 30 días ofertaron a la comunidad rábanos, acelgas y cebollinos.
Si existía alguna duda sobre la factibilidad del desarrollo de la agricultura en las ciudades o en terrenos periféricos, esta se disipó cuando las producciones en patios, pequeñas parcelas y azoteas fueron bien acogidas por el pueblo, mientras la agricultura convencional del occidente del país se recuperaba lentamente del desastre provocado por los intensos meteoros.
En la actualidad, el calentamiento global ocasiona importantes cambios climáticos con graves implicaciones para la productividad agrícola, lo que trae como consecuencia el aumento de la incidencia en Cuba de los fenómenos meteorológicos de gran intensidad.
En ese panorama, la agricultura urbana despunta como una solución efectiva para incrementar la disponibilidad de productos agrícolas a la población, y abarca no solo especies vegetales, sino también la cría de variedades de ganado, la acuicultura y la producción de biofertilizantes a partir del humus de lombriz.
Asimismo, ha pasado a ser una vía con un peso significativo en la producción de alimentos a escala local en muchos países del mundo, pues constituye una alternativa para la seguridad alimentaria y un modo de supervivencia para sectores sociales inmersos en la pobreza.
Además de la producción de más de tres millones de toneladas de verdura fresca al año para 11 millones de habitantes, ese movimiento ha multiplicado en la Mayor de las Antillas las zonas verdes en las ciudades, lo que contribuye a descontaminar el medio ambiente y proporciona focos de integración social.
El doctor Adolfo Rodríguez Nodals, jefe del Grupo Nacional de Agricultura Urbana, recordó que la idea de los huertos intensivos fue impulsada en la década del 70 por el líder de la Revolución Fidel Castro, con la instalación en cada municipio del país de los llamados huertos especiales que mantenían siembras de 20 ó 30 variedades de hortalizas.
Actualmente en la Isla funcionan 10 mil 493 organopónicos a cielo abierto, semiprotegidos y huertos intensivos, luego de que el presidente Raúl Castro orientó generalizar esa idea por ser una experiencia altamente productiva.
Esa intención se debe en gran medida a las necesidades del país caribeño de desarrollar una infraestructura agrícola en las ciudades y sus zonas aledañas para tener una respuesta alimentaria, en caso de una emergencia que dificulte la llegada de productos provenientes de otras regiones.
La preocupación responde, entre otras razones, a la vulnerabilidad de la Isla, por su situación geográfica, a eventos climatológicos adversos, los cuales han provocado afectaciones considerables al sector económico, en especial a la esfera agropecuaria.
Como la agricultura urbana continúa sumando adeptos en todo el país, es comprensible la necesidad de preparar a las personas en el manejo integral de las cosechas y el modo de acción ante desastres naturales, tecnológicos y sanitarios.
Con ese fin, un conjunto de especialistas cubanos, apoyados por el Ministerio de la Agricultura, elaboraron un manual de estudio basado en experiencias técnicas acumuladas por científicos, productores y funcionarios del Grupo Nacional de Agricultura Urbana, tras recorridos realizados luego de la presencia de fenómenos hidrometeorológicos.
El libro intenta, además, preparar a los campesinos para el enfrentamiento a otros desastres como sismos, maremotos e intensas sequías, con vistas a perfeccionar la etapa de recuperación y prevenir muchos de los daños causados por esos fenómenos, que son cada vez más recurrentes en el ámbito internacional.
Pero todo no descansa en la capacitación de los productores, en el último período en la nación caribeña llueve un 25 por ciento de lo que debía haber llovido en esta época del año, situación que solo puede ser revertida, según expertos, por condiciones meteorológicas extremas.
Para mitigar los efectos de la sequía en la producción de alimentos, las autoridades elaboraron un conjunto de medidas, de las cuales las más significativas son la creación de reservas de semillas, la intensificación de la siembra de yuca y especies con baja necesidad de agua y la disposición de forrajes para la alimentación animal.
Con esa intención se procedió en las tierras dedicadas a la agricultura convencional a la cosecha escalonada de plátano, malanga y boniato, fundamentalmente, y a acumular las producciones del tubérculo dulce por su rápido crecimiento.
La agricultura en las ciudades o cerca de ellas llegó a Cuba para quedarse, desarrollarse y extenderse como un medio de vida, que contribuye a la seguridad alimentaria de la población, antes y después de eventos climatológicos adversos.
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