Manuel Hinds.02 de Junio. Tomado de El Diario de Hoy.
El control del gobierno por parte del FMLN, un partido que ha declarado abiertamente que su objetivo es destruir la democracia en el país y sustituirla con un régimen como el cubano o el venezolano, puede generar dos actitudes destructivas en los ciudadanos que creen en la democracia y la libertad. La primera es pretender que la presencia de estas personas en el gobierno no importa, que por alguna razón ellos no van a hacer lo que toda su vida han dicho que harían con el poder. Esta es la conocida negación con la que los humanos tendemos a reaccionar ante eventos negativos.
La segunda actitud destructiva es creer que el FMLN ya logró su objetivo y que no hay nada que podamos hacer para evitar que nos conviertan en otra Cuba. Ambas actitudes son destructivas porque llevan a la inacción, que es precisamente lo que posibilitaría la instauración de una tiranía.
Las razones que la gente usa para racionalizar la negación del peligro no resisten un análisis detenido. La más común de ellas es que el presidente Mauricio Funes no va a permitir que el FMLN controle al país. Esta racionalización es muy débil porque cualquier observación de la realidad revela que el poder lo tiene el FMLN y no el presidente Funes. Lo que la gente llama "el doble discurso de Mauricio Funes", es el resultado de una incorrecta apreciación de la conducta del presidente. Él tiene un solo discurso, el de un presidente moderado que quiere evitar que el comunismo capture a nuestro país. El problema es que este discurso contradice sus acciones, que permiten que a través de sus ministros el FMLN capture el país para el comunismo. Su discurso moderado protege a sus ministros radicales.
La otra actitud igualmente destructiva es pensar que el FMLN es invencible. Esto, por supuesto, no es cierto. Un poco de reflexión revela que, en cualquier escenario democrático, el FMLN está en un callejón sin salida. El problema que aqueja al FMLN es el mismo que ha tenido en toda su existencia: en El Salvador no hay camino para el logro de su objetivo fundamental —establecer una dictadura marxista—, porque más de los dos tercios del electorado están opuestos a dicho objetivo. Peor aún para el FMLN, más del 80 por ciento de los electores se opone al establecimiento del Socialismo del Siglo XXI. La elección del ahora presidente Funes demuestra que el FMLN puede ganar elecciones presidenciales, pero sólo si pretende ser algo que no es, un partido moderado.
Por un momento, en 2009, pareció que el FMLN lograría causar un cambio estructural en la política del país, como resultado de dos fenómenos que están probando ser temporales: primero, el presidente Funes logró grandes alturas de popularidad, y, segundo, una buena parte de esta popularidad parecía estarse pasando al FMLN.
El FMLN cantó victoria cuando ARENA alcanzó una preferencia de voto de 14 por ciento y el FMLN una de 47 por ciento. Pero el desgaste del presidente Funes y del FMLN ha sido rápido y profundo. La preferencia por el FMLN ha caído a lo que había sido su voto duro tradicional —el 33 por ciento--, la de ARENA está regresando a lo que siempre fue (alrededor del 27 por ciento) y los no decididos están en su tradicional 40 por ciento. Es decir, el FMLN ha regresado a donde comenzó: puede afirmar su ideología extremista, o puede ganar elecciones pretendiendo moderación, pero no puede hacer las dos cosas al mismo tiempo. Otra vez está en un callejón sin salida.
Esto no quiere decir que el país no debe preocuparse. Al contrario, ya que en estas circunstancias, el haber ganado las elecciones con el presidente Funes sólo puede ser útil para el logro del objetivo fundamental del FMLN si, a través de su control del Ejecutivo, logra erosionar las instituciones democráticas para perpetuarse en el poder. Esto es lo que han hecho los partidos afines al FMLN en todos los países que ahora controlan: Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua. En todos estos países, estos partidos han usado el control del Ejecutivo precisamente para cambiar las reglas electorales, controlar y modificar los registros de electores, intimidar a los votantes y hacer trampa abierta en varios casos. Cuando las instituciones democráticas han llevado a los partidos marxistas a callejones sin salida, éstos han buscado la manera de salir de ellos destruyendo dichas instituciones.
Esto es lo que hay que evitar que pase en El Salvador. El FMLN ya trató de capturar la Corte Suprema de Justicia, que en otros países han usado para permitir las reelecciones; adquirió varios diputados a través de GANA, y trató de controlar institucionalmente el registro de personas y, a través de éste, el proceso electoral. Con la colaboración de otros partidos, ha vuelto difícil el proceso de obtención del DUI, lo cual debilita a la oposición, ya que los del FMLN siempre se van a inscribir, mientras que los de otros partidos, mucho menos disciplinados, no necesariamente lo hacen.
El país nunca ha estado en un peligro tan grande. El que nos va a salvar no es el presidente Funes, que en realidad nos ha puesto en este problema al posibilitar el triunfo del FMLN y al entregarles luego el control del gobierno. Lo que nos va a salvar es la participación ciudadana bien organizada para evitar la destrucción de nuestras instituciones democráticas.
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