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2010/04/20

RAICES - La vía democrática hacia el socialismo-Periodismo Alternativo desde El Salvador

 Escrito por Carlos Abrego. 20 de Abril. Tomado de Raices.

La situación que he descrito en el artículo anterior presenta varios puntos que obligatoriamente necesitan prolongaciones mucho más extensas de las que puedo darles por este medio. En algunos puntos no he sido lo suficientemente claro. Otros se prestan a conclusiones precipitadas e injustificadas. En todo caso ahora voy a tratar de volver sobre el problema central que se nos presenta ahora en el país. Este problema es el de la perspectiva histórica, de la ventana que se nos ha abierto y que no podemos dejar que se cierre, pues entonces caeríamos de nuevo en las penumbras de los gobiernos de derecha.

Durante décadas las organizaciones de izquierda han presentado la salida hacia el socialismo como la única posibilidad de resolver los problemas estructurales que agobian al país. Para ello siempre se presentó la indispensable toma del poder por parte del partido revolucionario.

No obstante tenemos forzosamente que reconocer que esto se ha planteado siempre como una cantinela, como algo que se repetía sin que concretamente se planteara como realmente factible y por lo tanto no fue pensado como un posible próximo, sino como algo abstracto, casi etéreo que se perdía en un futuro improbable. Por eso hasta pudo parecer escolástica la discusión de las vías hacia el socialismo. No obstante la historia misma nos forzó a intentar una de ellas, la vía armada. Ya sabemos como se terminó. Cualquiera que sea nuestra apreciación sobre el término de la guerra, ya es historia y nos determina en la actualidad. Al mismo tiempo es necesario decirlo de manera definitiva que la vía armada ha desaparecido totalmente de nuestro panorama actual.

¿Qué es un partido revolucionario hoy?

No obstante solamente al enumerar estas cosas vemos aparecer una serie de problemas teóricos que tienen irremediablemente repercusiones prácticas. Uno de ellos es el del partido revolucionario, ¿Qué es un partido revolucionario hoy? ¿Cuál tiene que ser su estructura? ¿Cuál funcionamiento? ¿De qué medios de reflexión debe dotarse? ¿Cuál tiene que ser su práctica en el seno de la sociedad? Obligatoriamente aparece de nuevo el inaplazable problema del marxismo. No solamente para pensar el socialismo futuro, sino para pensar el hoy en el que actuamos. Estos dos últimos aspectos son acuciosos. En realidad ninguno de los pocos que he señalado son aplazables.

Ahora que sabemos que la vía armada ha salido de nuestra historia presente, nada sabemos en concreto de lo que el futuro nos depara, pero hoy por hoy, hasta donde la vista nos permite avizorar, la vía pacífica, electoral, es la única que podemos enfocar como posible.

¿Hemos pensado profundamente en qué consiste en El Salvador la vía pacífica? En realidad no creo. Desde el momento en que la transformación profunda de la sociedad se concibe como un futuro improbable, la participación a la vida pública del Fmln no ha tenido ningún contenido revolucionario. Es a esta conclusión que he apuntado en el artículo anterior. Esto es el resultado de las circunstancias que se fueron presentando y las respuestas que se fueron encontrando contenían contradicciones ideológicas que nunca han sido explicitadas. Desde los años treinta del siglo pasado, el PCS tuvo que actuar en la clandestinidad, tenía prohibido actuar dentro de la sociedad y aún menos participar en elecciones. La estrategia pacífica que pregonaban algunos estaba en contradicción flagrante con la realidad. Nadie, pues, reflexionó seriamente en esta vía en aquellos años, aún menos durante la guerra, tampoco en estos últimos veinte años.

El abandono real del objetivo socialista, por el conjunto de razones que enumeré anteriormente: la imposibilidad en un país como el nuestro de tener una política independiente, dada la proximidad del imperialismo y la influencia en nuestra vida de las relaciones con los Estados Unidos. Esta razón primera, creo, es la de mayor peso en la consciencia de los dirigentes políticos de izquierda y de la mayoría de los salvadoreños. También es imposible olvidar al Ejército salvadoreño que fue durante largas décadas el instrumento principal de dominación de la oligarquía y que asumió directamente la dirección del país. Dicho más claramente, se le tiene miedo a un golpe de Estado. Por otro lado, la fuerza atractiva que tuvo el socialismo se ha ido perdiendo en el mundo hasta desaparecer casi completamente. El derrumbe de los países del “socialismo existente o real” fue un cataclismo social e ideológico que nunca se ha discutido, ni estudiado, hasta el día de hoy, en la izquierda salvadoreña. El modo de pensar el futuro fue siempre bajo el influjo de modelos. Una vez la desaparición del “sistema” que nos alimentó intelectualmente y al que muchos siguen fieles, nos ha dejado huérfanos y en la incapacidad de pensar por nosotros mismos nuestro presente y nuestro futuro.

Otra circunstancia que nos forzó a abandonar en la práctica el objetivo socialista es que nunca antes en la historia del país, las organizaciones de izquierda tuvieron la posibilidad de una actuación pública. Estos últimos veinte años han sido de aprendizaje. Desgraciadamente la escuela ha sido mala, en condiciones de permanentes luchas, luchas encarnizadas, verbalmente violentas, en las que no se tenía realmente experiencia y en vez de oponer nuevas prácticas políticas, se adoptaron los métodos usados por los partidos de derecha. La actividad política del Fmln se redujo a su participación en la vida parlamentaria, recurriendo sistemáticamente a procedimientos dilatorios, con pocas contra-proposiciones, etc. La administración municipal se ejerció sin imaginación, administrando los asuntos corrientes, sin ninguna creatividad. Por último, desde el punto de vista de la gestión, no se puede mostrar que entre la izquierda y la derecha haya realmente diferencia. El partido —los miembros de base— se han convertido en una excelente maquinaria electoral, es decir han actuado realmente en contacto con la gente sobre todo en épocas electorales. Esta experiencia electoral ha sido exitosa y ha mostrado que se puede ir más allá, pero al mismo tiempo ha puesto de manifiesto sus límites, que es necesario analizar. Exitosa lo ha sido en el triunfo obtenido en las elecciones presidenciales y al obtener el primer puesto para el FMLN en la Asamblea, aunque es en esta elección en la que se manifestaron realmente los límites.

La vía democrática

La cuestión de la vía hacia el socialismo ya no se presenta ante nosotros como un dilema. La situación política nacional, como internacional, no nos permite pensar un instante tan solo que se pueda ahora emprender una guerra de liberación. Pero si antes nombrábamos la otra vía, como pacífica, era simplemente por oposición a la vía armada. Ahora que ante nosotros se presenta no como una alternativa, sino como la única salida, no conviene seguir nombrando la vía como pacífica. Se trata de la vía democrática. El cambio de nombre implica una serie de consecuencias. La primera consecuencia es que para llegar al poder se tiene que pasar por la expresión libre y mayoritaria de la población a través del sufragio. En esto es necesario tener presente que el simple sufragio no implica por sí solo la democracia y que el acto mismo del voto tiene que considerarse como el resultado de un proceso democratizador. Este proceso no se puede concebir sin luchas ideológicas, se trata de poner en marcha actitudes, acciones, que ellas mismas contengan los principios transformadores y que tiendan a conquistar a la mayoría de la población. El pueblo no puede ser considerado como un ente que necesita ser guiado por una vanguardia esclarecida.

Este último término es necesario desmenuzarlo. De entrada la palabra “vanguardia” surgió en el discurso revolucionario en épocas en que el pasaje al socialismo se planteaba obligatoriamente como el resultado de un proceso en el que dominaba la violencia, que comprendía la guerra. El partido se consideraba como la elite, como los más aguerridos, que abnegadamente se sacrifican y sacrificaban sus vidas por la revolución. Es por ello que es imposible pensar el proceso, sin meditar sobre el carácter del partido y su forma de funcionamiento. El centralismo que en definitiva se volvió en mero verticalismo, necesita una transformación. No olvidemos que la idea leninista del centralismo se acompaña de un adjetivo importantísimo, democrático. En esto hubo una desastrosa confusión, que conllevó demasiadas consecuencias destructoras del movimiento revolucionario, que lo anquilosó. Pues en la mente y en la práctica de Lenin el centro no era una persona, ni un grupo de personas dirigentes, el buró político, sino que el congreso del partido. Y el congreso era el centro de las luchas ideológicas en el seno del partido. Recordemos que el mismo Lenin tuvo que aceptar ser minoritario en varias ocasiones. El concepto de democracia no es solamente una cuestión de voto y aceptación del voto. Se trata de la participación activa de todos en la elaboración de las políticas que es necesario llevar adelante. La participación implica plena información de lo que está en juego, el derecho a la deliberación, el derecho a disentir, a tener su propia opinión. También implica que en una discusión no se puede hacer valer el cargo, el puesto en la jerarquía partidista. En los congresos —que es donde se elabora la política— todas las voces tienen que ser iguales, se expresan en el mismo plano. El resultado no es la simple aceptación de la opinión del otro, sino la convicción de la veracidad del punto de vista común.

Hay quienes se ofuscan cuando oyen a Mauricio Funes negar con énfasis que su gobierno no está construyendo el “socialismo”, ni se lo propone, ni lo prometió. Esto es más que cierto. No creo que mi acuerdo con Funes descanse en las mismas convicciones, no obstante lo que afirma es la pura verdad. Su gobierno no construye el socialismo, ni pone las premisas para la construcción del socialismo. Pero esto no es así, porque él lo haya decidido, como la persona que en última instancia decide de todo en el gobierno. Su gobierno no construye el socialismo por razones históricas y sociales que tienen mayor peso que un individuo, aunque tenga una poderosa voluntad. Las razones son profundas, nos determinan a todos. La principal razón por la que ahora no se construye el socialismo, ni se ponen los fundamentos socialistas, es que para ello es imprescindible la participación consciente de los trabajadores, el socialismo no se construye desde el gobierno, el socialismo no se limita a la gestión estatal, por importante que esta sea, el socialismo es la transformación de abajo hacia arriba de toda la sociedad. El eje central es la participación activa y constante de la gente a todos los niveles. Esto por el momento es imposible en El Salvador. Por eso es irrisoria la declaración del diputado del Fmln en la que afirmó que desde el primero de junio se estaba poniendo las bases socialistas y que la gente no se daba cuenta... ¿De qué socialismo habla este diputado?

Con estos escritos apenas estoy iniciando un debate, un debate que me gustaría se diera asimismo en el seno de toda la sociedad salvadoreña, que cada uno se exprese, manifieste su modo de pensar, sus inquietudes, sus dudas, como también sus certitudes. El socialismo salvadoreño lo definirá el pueblo salvadoreño y tendrá la configuración que los salvadoreños quieran darle.

Nosotros estamos apenas aprendiendo a usar la democracia representativa. Por el momento se ha hecho factible, por las relaciones de fuerzas nacionales e internaciones, la alternancia en el poder Ejecutivo. Esto es un logro que tenemos que medir en toda su importancia. Pero esto no es aún nada del otro mundo. En esta alternancia no estaba en juego una alternativa social. Para que se pueda plantear una alternativa social es menester profundizar los mecanismos democráticos, es necesario crear nuevas instancias de democracia participativa, en la que la gente, toda la gente aprenda a enfrentar posiciones contrarias, a confrontar intereses, a evaluar soluciones, a controlar la ejecución de las decisiones tomadas en común.

Como se puede apreciar, las tareas de iniciar el proceso democrático hacia el socialismo no puede ser puntuado exclusivamente con los períodos electorales, ni pensar solamente en las próximas elecciones como un hito histórico que va a suplantar todo el trabajo diario de conscientizar.

RAICES - Periodismo Alternativo desde El Salvador

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