Siguiendo mi costumbre de explorar los anaqueles de las librerías, en una de las más grandes descubrí el libro “América Latina hoy -¿reforma o revolución?” de varios autores auto denominados de izquierda.
Escrito por Ivo Príamo Alvarenga.21 de Abril. Tomado de La Prensa Gráfica.
El fanatismo de los escritores causa escalofríos. Con el ropaje a veces de un lenguaje científico, exponen un pensamiento fanático, unilateral, que mira todo el mal hacia un lado, el capitalismo, y solo el bien su única alternativa, el socialismo. Algunas entre muchas perlas que nos exhiben son:
1. Durante el siglo XX el capitalismo fue causante de 50 millones de muertos en guerras.
Ahora está agonizante, pero en su deceso amenaza llevarse consigo a la humanidad entera, se supone que con la destrucción del medio ambiente.
Para esta mente cautiva, los millones y millones de vidas que se cobró el socialismo para tomar y conservar el poder no existen. Stalin, Mao, Pol Pot, no existen. Las masacres cometidas por rusos y cubanos en África fueron sueños, no pesadillas.
Olvida también la catástrofe ecológica que significó el socialismo real, especialmente la Unión Soviética, que aparte del desastre atómico de Chernobyl, depredó no solo sus propias aguas y tierras, sino que vació los mares de cualquier ser viviente de valor económico en las costas de países “protegidos”, como Angola.
Por cierto uno de ellos en un ataque de ceguera estupefaciente, dice que las condiciones de vida en la URSS eran mejores que en Europa Occidental.
2. No le conceden nada al reformismo, empezando por Eduard Bernstein, gran crítico del marxismo y prácticamente fundador de la social democracia. Para ellos ningún reformista merece respeto. Los tildan por igual de “ideólogos del capitalismo”. A los contemporáneos les dan el título peyorativo de socialliberales.
3. En cambio Marx es infalible. Sus críticos lo que han hecho es falsear, tergiversar, las ideas de aquel. En realidad Marx ha sido sólida y científicamente refutado. Por ejemplo Eugen Von Bohm-Bawerk en “La conclusión del sistema marxiano”, demuele la teoría trabajo del valor, sin la cual el marxismo se queda sin pies. Con razón, según Friederich Hayek, al no poder confutar las doctrinas de los economistas clásicos, Marx urdió el estratagema de la polivalencia. La mente burguesa y la mente proletaria no pueden coincidir en las mismas ideas, pues cada una tiene las que provienen de su clase.
4. Todo desarrollo capitalista ha sido fruto de la explotación o del saqueo imperialista colonial o neocolonial.
En vez de capitalismo digamos economía de mercado y el sistema de libertades, y encontraremos que fomentan y hallan su mayor empuje en la creatividad del individuo, la cual el socialismo marxista achata o aplasta.
5. Más allá de la indispensable auto crítica, es necesario que las izquierdas social y partidaria cooperen activamente con los llamados gobiernos de cambio, para impulsar desde dentro la destrucción del capitalismo y la imposición del socialismo.
6. Los regímenes de cambio pueden y deben caminar por las reformas estructurales. Solo así serán de izquierda y revolucionarios. Deben cambiar el sistema económico sin traiciones ni claudicaciones; sin titubeos ni cálculos políticos, sin concesiones. Hay que aprovechar el estertor del escorpión capitalista, para construir el socialismo “sin mirar al pasado” (NB para no ver los horrores del socialismo).
Concluyendo, el día que tales ideas llegaran a gobernarnos, tendríamos la dictadura del proletariado, o sea del partido y su grupito dominante.
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