Mientras no se esté claro de la grave amenaza que para la región representan las pandillas, calificadas por el FBI como las más peligrosas del mundo, no será posible controlarlas
Editorial.05 de Julio. Tomado de El Diario de Hoy.
De las maras se puede decir que cualquiera las identifica al verlas. Muy pocos dejan de reconocer a sus miembros, ignoran dónde se concentran o desconocen el carácter de sus estructuras y el hecho de que son crimen organizado a nivel regional. Según sectores de la oposición e informes de autoridades, los mareros son los mismos que participan en marchas y bloqueos de calles y los que acompañaron a la extrema izquierda en las pasadas elecciones.
Mientras no se esté claro de la grave amenaza que para la región representan las pandillas, calificadas por el FBI como las más peligrosas del mundo, no será posible controlarlas.
Y menos se logrará si a cada paso se enarbolan las limitaciones de la ley minoril y se pretende que las autoridades están desempeñándose con eficiencia en el combate contra el crimen. Si antes se estaba mal, ahora la situación es de horror y lo es por la falta de ideas, de lógicas estrategias, de voluntad y de claridad de aquellos en cuyas manos reside la responsabilidad.
La población, de acuerdo con la encuesta publicada el viernes de la semana pasada, es clara en sus posturas. Creen que el azote se deriva de la impunidad y que la impunidad es causada por los fallos de los jueces, a quienes la mayoría de salvadoreños califica de corruptos. Pero aquí, como en todo, justos pagan por pecadores, pues las conductas de ciertos jueces, como la que liberó a los descuartizadores a quienes les encontraron prendas de sus víctimas, empañan lo que el resto hace. Para agravar la imagen de los jueces, un grupo de ellos se solidarizó con el repugnante fallo, y se hubieran solidarizado indistintamente de lo que fuera. Los que salieron en defensa de la barbaridad, defendieron a la jueza, que no merece considerarse como tal por el solo hecho de ser parte del grupo y por sus actos y su conducta.
El derecho de las víctimas debe prevalecer
Ese es precisamente lo medular del problema de la criminalidad en este país o cualquier parte del mundo. Sicópatas los hay por todos lados, por lo que darle fuego a un bus lleno de pasajeros o matar personas porque no pagaron los treinta dólares de la extorsión es uno de los claros síntomas del derrumbe de la institucionalidad, de la moral pública, de la razón y de la capacidad de pensar.
No es que estemos cayendo en la barbarie sino que tenemos ya casi medio siglo de que una parte del cuerpo social piensa y actúa como los cavernícolas. La ley de la selva es el imperio de la fuerza sobre la razón, del garrote sobre las ideas, de la banda sobre la institucionalidad.
El solo hecho, y esto a nivel regional, de que un brutal déspota esté financiando partidos políticos con dinero que no le pertenece sino que lo roba un pueblo entero, es uno de los gravísimos síntomas de la podredumbre.
Los griegos acuñaron una frase que define los límites válidos de la conducta: yo amo a Sócrates, pero amo más a la verdad. Yo puedo ocuparme de los derechos de los menores asesinos pero debo ocuparme más de hacer justicia a las víctimas y defender a las comunidades bajo asedio. Es lo que no acaban de entender, por su falta de formación moral, ni ciertos jueces ni los custodios de reos.
elsalvador.com :.: Por algo las calificaron como lo peor del mundo
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