Editorial. 06 de Abril. Tomado de Raices.
Finalizadas las vacaciones de Semana Santa, entramos de nuevo a la realidad incómoda y preocupante con su secuela de víctimas y la crisis económica. De plano, fue ilusorio que evadiéramos del todo lo que nos golpea por cuanto cada día nos recetaron los violentos la lista acostumbrada de asesinatos mientras las autoridades se encogen de brazos.
Lástima por lo último ya que como en el pasado reciente las autoridades no encuentran una salida adecuada al problema. Al menos una característica no compartida de las actuales es que no han hecho alarde de sus “planes”, al contrario les acusan de que no los tienen, pero es que quedamos hartos de la “mano dura” y “súper mano dura” sin resultados.
El último tramo recorrido en el país sobre la delincuencia y la crisis de la seguridad pública nos deja un mal sabor en la boca, porque no se ve claro. Los berrinches de la empresa privada y la angustia de la gente, en especial de la que vive en lugares peligrosos, no son simples campañas mediáticas a pesar de que una acción eficaz necesita de la solidaridad.
En ese sentido, allende las críticas empresariales que son válidas, estos deben corresponder con lo que les toca. Resulta como muletilla oficial, pero es necesario y urgente que pongan su cuota de sacrificio en aras de la paz ciudadana, puesto que el Estado puede asumir los retos de frente si cuenta con los recursos adecuados. Si así no puede pues ahí sería otra cosa.
La correspondencia empresarial requiere una respuesta positiva y coherente de parte de todos los órganos de Estado. Los políticos en la Asamblea Legislativa tienen que hacer lo propio, más ahora que solo se han dedicado a parchar huecos de cara a la grave situación que nos aflige. Lo mismo se puede decir del sistema judicial si no que hablen los mismos delincuentes.
Cuando referimos las fuerzas políticas cabe mencionar el papel que deben jugar los institutos políticos, así como los poderes locales. Hasta ahora los partidos no son ni reactivos sino que simples observadores de la vorágine, no digamos las alcaldías municipales. La gente necesita organización local, pero parece ser que los políticos están más interesados en la campaña del año que viene.
Y nuestra gente, como no está organizada ni educada para ello, se queda obviamente paralizada frente a la violencia que nos agobia y parece ser que en la evasión compartida celebra que los violentos sean combatidos de manera ilegal y también con lujo de violencia. La ley del talión piden a gritos en pleno siglo XXI.
Como hemos insistido en otras oportunidades, los cambios necesarios y urgentes que requiere El Salvador pueden quedar frustrados si no le andamos a tiempo. La violencia de las maras, ahora compartida con el crimen organizado y el narcotráfico que han permeado las instancias del Estado, requieren de una estrategia integral. No cerremos los ojos ni nos hagamos los pendejos.
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