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2010/04/15

Contra Punto-Disparen contra la niñez

Escrito por Edgardo A. Amaya Cóbar. 16 de Abril. Tomado de Contra Punto.

Más que un problema de exceso de derechos, es la ausencia del cumplimiento de los mismos

SAN SALVADOR - Esta mañana escuchaba un programa de radio, en el que un ciudadano se refería a la petición del Procurador para la Defensa de los Derechos Humanos para aplazar la entrada en vigencia de la Ley de Protección Integral de la Niñez y la Adolescencia. Según el mal informado razonamiento del ciudadano, el procurador había actuado bien, pues se habría opuesto a un instrumento legal que da demasiados derechos a los niños, lo cual, ha sido la causa del involucramiento de estos en delitos atroces.

Lo cierto es que el procurador pidió una prórroga para la entrada en vigencia de la Ley, dado el escaso nivel de preparación de condiciones para su implementación que conjuraban su fracaso. Lo cual no implica la oposición del procurador al instrumento, por el contrario, ha sido un ferviente defensor del mismo.

Lo indignante de las declaraciones de este ciudadano, era el casi absoluto desprecio hacia la niñez salvadoreña, porque –según él- no se podía darle derechos a los niños porque “hay niños que piensan peor que delincuentes adultos” y, en tal sentido, habría que tratarlos como tal.

Como sabemos, la ignorancia es atrevida y la gente de anima a opinar incluso si la interrogan sobre la derogatoria de la Ley de la Gravedad. Así es el fútbol. Lo preocupante es que esa idea de “a más derechos más delincuentes”, es que no es una idea particular o aislada: es un cliché establecido (framming) en el discurso perverso de algunos medios de comunicación, particularmente en la prensa escrita matutina. Más grave es ver cómo se ha machacado la mente de los consumidores de noticias con la idea de los “menores delincuentes” o niños asesinos, psicópatas, sociópatas, faltos de valores, escrúpulos y remordimientos, al punto de crear una imagen de que la niñez y adolescencia actual es una generación perdida e irrecuperable, y por ello, lo único que merecen del Estado es el control penal. Por supuesto, si escarbamos más, nos daremos cuenta que es una generalización sesgada o a medias, que no incluye a la niñez de colegio privado, vehículo de papá, videojuegos y paseo de centro comercial el fin de semana.

Sin duda, este discurso falaz y perverso es, con toda propiedad, una estupidez, la que definida por la Real Academia Española de la Lengua es, en una de sus acepciones: “1. f. Torpeza notable en comprender las cosas.” Lo que podemos deducir de estos discursos punitivos orientados a la niñez es la visión superficial sobre la problemática y la sobrecarga de juicios morales sobre una discusión fundada en datos y herramientas científicas.

Un primer dato en consideración es que, sin negar la comisión de hechos graves de violencia por parte de menores de edad, se ha tendido a generalizar el problema cuando, los que los datos indican en las estadísticas oficiales de la Corte Suprema de Justicia, es que la criminalidad atribuida a personas menores de edad, no supera el 8% de la criminalidad global y los delitos graves no superan tampoco el mismo porcentaje respecto de ese rubro en términos generales. Entonces, sin restar importancia al tema, no se puede decir que es una tendencia generalizada.

Como consecuencia de la concepción previa, un segundo aspecto a señalar en estos discursos es su respuesta monotemática y poco creativa para abordar el problema: el control penal expresado en duras penas para los infractores, pasando por las propuestas de pena perpetua o pena de muerte. Una visión simplista lleva a respuestas simplistas.

Para comenzar, los menores de edad tienen establecidas responsabilidades penales por sus actos, reguladas por la Ley Penal Juvenil, por lo que la respuesta penal está dada. Ahora, sí menores de edad se involucran precozmente en ciclos de violencia es que algo que se llama “proceso de socialización” no está funcionando según las expectativas sociales, lo cual no es contemplado como parte fundamental del fenómeno. La miopía de quienes proponen respuestas penales coyunturales, no alcanza a ver que mientras no se cierre la llave por la que fluye el problema, éste seguirá creciendo y las posibilidades de su gestión vía control penal se disminuirán. Hay que ir a lo estratégico.

Por eso, más que un problema de exceso de derechos, es la ausencia del cumplimiento de los mismos. En general la dinámica social que afecta los procesos de socialización de algunas personas tendría a su raíz la incapacidad del estado de satisfacer los derechos de la niñez y la adolescencia de manera oportuna y efectiva, lo que genera déficits o distorsiones en la socialización. Basta revisar la progresiva deserción escolar en cada año de educación y la falta de retención del sistema educativo, para entender algunas de estas cosas. Sin ir a los datos de la mortandad infantil, de la desnutrición, de la niñez en trabajos perniciosos o explotación sexual ¿Demasiados derechos?

Es triste la declaración sobre la irrecuperabilidad generalizada de los menores en conflicto con la ley penal. Aunque ciertamente existen casos complejos de comportamiento violento, la casuística no puede establecer las reglas generales. Sin embargo, existe la tendencia a que por hechos muy particulares se promuevan reformas legales de alcance general. Esta renuncia por la niñez se coloca en contrasentido de las evidencias educativas y psicológicas que muestran que, en términos generales, hay más probabilidades de corregir a un individuo con una personalidad en desarrollo que a uno con personalidad ya definida.

Sobre estos pánicos sociales hacia la niñez y adolescencia, la criminología y los estudios psicosociales han establecido que los ánimos punitivos se enardecen o incrementan frente a ciertos sujetos de acuerdo al lugar o peso que ocupen en los imaginarios simbólicos sociales. De esta forma, investigaciones sobre género y justicia han mostrado cómo las instancias del sistema penal tratan con mayor dureza a las mujeres cuando rompen con el papel simbólico y rol social asignado, verbi gratia, el caso del matricidio. En este caso, la persecución y sanción penal se ven intensificadas por la sobrecarga simbólica de la idea de madre: “una madre no hace eso”, “una madre es amor, no maldad”, en consecuencia, la mujer que causa la muerte de un hijo es una “madre desnaturalizada” y merece un trato más duro que el que recibiría un hombre por un delito similar.

El mismo criterio ocurre con la niñez, considerada ontológicamente como epítome de la bondad, la nobleza y la inocencia. Este modelo idealizado es el parámetro para juzgar las acciones violentas de los menores de edad en conflicto con la ley penal. Obviamente, la distancia entre el tipo ideal y lo real es abismal, en consecuencia, la dureza de la valoración tiende a ser proporcional a esa distancia. Esto es un problema epistemológico cuando se pretende juzgar cuestiones reales con estándares ideales. Hay que comparar manzanas con manzanas y peras con peras. El resultado de dos más dos es cuatro, no es “bueno” o “malo”. Los juicios de valor no dependen de la lógica científica sino de cuestiones morales.

Me pregunto si ese ciudadano que escuchaba esta mañana tiene la misma opinión que manifestaba respecto de sus propios hijos (si los tiene) y estaría dispuesto a usar el control penal como forma de disciplinamiento para ellos. Lamentablemente, es fácil prejuzgar lo que no se conoce. La intolerancia es hija del prejuicio y la ignorancia.

Es paradójica la doble moral de algunos grupos políticos: mientras por un lado piden endurecimiento penal para los menores de edad que cometen crímenes, a los asesinos impunes en sus filas les hacen plazas y monumentos. Que pague “el otro”.

Quisiera que toda persona que opina en los términos de este ciudadano que cité visitara un centro de internamiento y platicara con un par de internos sobre sus vidas y comiera lo que comen ellos. A lo mejor pensaría más antes de volver a opinar.

Finalmente, si con facilidad se dice que la niñez es el futuro de un país, entonces ¿qué clase de sociedad hemos construido los que alguna vez fuimos niños al punto de pretender desechar –y no querer rescatar- al actual futuro en ciernes? ¿Es culpa de ellos o nuestra?

Disparen contra la niñez

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