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2009/07/19

Vergonzosa capitulación de Zelaya, Triunfó el imperio, perdió el pueblo

Escrito por Hugo Moldiz Mercado. Publicado por Rebelión.

Ya no importa lo que los golpistas vayan a decidir en Honduras o si Zelaya vuelve a la casa presidencial de Tegucigalpa el viernes 24 de julio. Si la información adelantada por varios medios de información se confirma, no habrá más que aceptar el triunfo del imperialismo en la era Obama, la derrota del pueblo hondureño que aspiraba a la ampliación de la democracia y un duro revés a los países del ALBA.

Una primera y rápida reflexión sobre lo que hasta ahora se conoce a través de una declaración de Zelaya a la emisora Radio Globo y difundida por Telesur permite sacar algunas conclusiones.

Si al presidente Manuel Zelaya se le dio por aceptar la propuesta de su homólogo Oscar Arias, a quien la administración estadounidense lo eligió como mediador con libreto incluido (ver Estados Unidos pasa al segundo momento de la política del doble carril: eliminar a Chávez y golpear el proceso “nuestroamericano www.la-epoca.com y www.rebelion.org), lo mínimo que habrá que hacer es reconocer que los intereses de clase del político liberal derrocado por las armas el 28 de junio pasado son mucho más fuertes que los intereses de las clases subalternas que aportaron movilización, muertos y heridos sin lograr absolutamente nada.

Ya no importa si Zelaya –un empresario, terrateniente y ganadero de 57 años-, reflexiona o vuelve atrás, ya sea motivado por los golpistas que rechazaron la propuesta de Zelaya –o al menos eso puede ser que se quiere que se piense como parte del libreto-o forzado por la protesta social que seguramente se dará en los sectores más politizados. Se ha registrado una capitulación y esa no es más que una consecuencia de haber legitimado al gobierno de facto al aceptar, a Hillary Clinton, la mediación de Arias.

La política del doble carril ejecutada desde el principio –apoyo a los golpistas en los hechos y reclamo por un pronto regreso a la constitucionalidad- le han dado al imperialismo una victoria político-militar, no sobre Honduras, que representaba el globo de ensayo, sino sobre los gobiernos progresistas y revolucionarios sin cuyo inmediato respaldo Zelaya no hubiese tenido ninguna posibilidad de hacer escuchar su protesta e indignación.

No ha sido la OEA, a la cual Zelaya pide que forme parte de una comisión de verificación internacional que haga seguimiento a los acuerdos, la que reaccionó inmediatamente en oposición al golpe de estado. Han sido los países del ALBA y eso quedará grabado en la historia.

Las derrotas son duras, pero sirven para reflexionar, hacer balances certeros y emprender el camino hacia nuevas victorias. Hay reveses tácticos que a la larga se convierten en triunfos estratégicos que los construyen los pueblos con su resistencia y perseverancia.

El regreso de Zelaya en las condiciones hasta el momento conocidas, es como si mejor no hubiese retornado. Lo más vergonzoso es que las condiciones planteadas por Arias y aceptadas por Zelaya a la rápida han sido rechazadas por los golpistas y eso puede ser el presagio de una capitulación ulterior más dura de quien volvió al redil de su clase, una burguesía “ayanquizada” que no oculta su desprecio por su pueblo.

En realidad, un seguimiento a las posiciones de la Casa Blanca desde antes y después del golpe, traducidas en esa política del doble carril, permite apreciar que siempre se consideró que los golpistas o se quedasen hasta la celebración de las elecciones generales en noviembre próximo o se produjera el retorno del presidente legítimo en condiciones favorables para los objetivos estratégicos imperiales. En ambos casos, la victoria estaba asegurada.

Es por eso que, entre muchos aspectos, quedaba en evidencia los dos objetivos centrales de la jugada política y militar de los Estados Unidos.

El primer objetivo implicaba generar las condiciones materiales y subjetivas necesarias para iniciar una ofensiva contra los procesos “nuestroamericanos” liderados por Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, por citar a los que mayor dolor de cabeza le provocan al imperio.

El desenlace del caso hondureño demuestra, para los estrategas del imperio, que la combinación de la fuerza en los términos aplicados, con iniciativas de formas aparentes de apego a la institucionalidad, pueden producir resultados esperados y desconcertar a los enemigos.

Esta claro que después de esto el imperialismo y la ultraderecha tratará de aprovechar una hipotética desmoralización de las fuerzas sociales “nuestroamericanas” para ir tras la cabeza de Chávez, Morales, Correa y Ortega, además de seguir apostando a una transición de la democracia en Cuba en los siguientes seis meses, de acuerdo a la intencionalidad política con la que se anunció el levantamiento temporal de la sección III de la Ley Helms-Burtón (una noticia que no es noticia como dice Pascual Guerrero pues ante la imposibilidad de su aplicación los presidentes que precedieron a Obama optaron por lo mismo. Ver rebelión.org).

Contra Chávez hay una arremetida que se ha intensificado en las últimas semanas al presentarlo como “enemigo externo” y presidente de un “Narcoestado”, se pretende deslegitimar a Correa con la versión de que su campaña fue financiada por las FARC-EP, a Morales le pretenden aplicar el modelo Honduras tocando la puerta de algunos cuarteles. Quizá, después de constatar que eso no es posible por la disposición de los pueblos a construir sus destinos con manos propias, el imperio y la ultraderecha retomen los planes de magnicidio.

Esta victoria táctica del imperio, que puede ser arrastrado a subestimar las poderosas fuerzas políticas y morales que sustentan a los gobiernos revolucionarios de “Nuestra América” –que marca la diferencia con Zelaya-, es al mismo tiempo un llamado a recordar el principio levantado por Fidel Castro: convertir las derrotas en victorias.

El segundo objetivo estaba orientado a provocar una profunda desmoralización de las fuerzas sociales hondureñas por la vía de cerrar las puertas a cualquier intento de ampliar la democracia con mecanismos de democracia directa y de separar a su líder circunstancial de las demandas de un pueblo que se mostraba irrumpiendo protagónicamente en la escena de la política, en clara señal de aprendizaje de las lecciones aportadas por otros pueblos.

Renunciar a colocar la cuarta urna en las elecciones de noviembre, cuya instalación o no se iba a decidir el 28 de junio, ya sea para cerrar o abrir el camino de una Asamblea Constituyente, así como el aceptar conformar un gobierno de unidad y reconciliación nacional con todos los partidos con representación en el Congreso, previa amnistía general, implica sentarse con los golpistas y aislarse de los movimientos sociales.

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