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2009/07/19

Doble moral democrática

El acto de mayor cinismo ocurrió cuando el dictador Raúl Castro pidió, también en Managua, el regreso de la democracia a Honduras cuando a él y a su hermano nadie los eligió gobernantes en votaciones libres y multipartidistas.


Escrito por Jorge Ramos. Domingo 19 de Julio de 2009 Publicado por La Prensa Grafica.

Me parece sensacional que haya tanta preocupación internacional por la democracia en Honduras. Nunca había visto algo parecido en América Latina. Pero es inexplicable que no se luche con la misma intensidad por la democracia en Venezuela y en Cuba, dos países con gobiernos autoritarios.

Ha sido sorprendente ver a varios presidentes latinoamericanos viajar por todo el continente para apoyar al derrocado presidente de Honduras, Manuel Zelaya. La presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, y el presidente de Ecuador, Rafael Correa, por ejemplo, volaron hasta la capital salvadoreña de San Salvador para aparecer solo por unos minutos en una conferencia de prensa con Zelaya.

Ni la crisis económica en Ecuador ni la epidemia de influenza en Argentina evitaron que sus presidentes salieran del país. La democracia hondureña era más importante.

Por su parte, Bolivia y Nicaragua retiraron a sus embajadores de Tegucigalpa. Y 33 países miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA) suspendieron a Honduras por el golpe de Estado. Actuaron con energía y rapidez.

Ningún país del mundo reconoció al gobierno interino de Roberto Micheletti. El presidente norteamericano, Barack Obama, dijo claramente que no estaba de acuerdo en muchas cosas con Zelaya, pero llamó golpe al golpe y pidió su restitución al poder.

El esfuerzo por defender a un presidente elegido democráticamente no tiene precedente en el hemisferio. Todos los gobiernos con Zelaya. Ninguno en contra.

Y ahora, me pregunto ¿por qué no se ha hecho lo mismo en los últimos años para denunciar la falta de democracia en Cuba y Venezuela? Es una doble moral democrática.

El presidente Felipe Calderón condenó en Managua, Nicaragua, “a nombre del pueblo y del gobierno de México, nuestro más enérgico rechazo al golpe de Estado ocurrido en Honduras”.

¿Condenará Calderón, con la misma fuerza, la total ausencia de democracia en Cuba durante su próximo viaje a La Habana? Lo dudo. Y eso que la situación en Cuba es mucho peor que la de Honduras.

El acto de mayor cinismo ocurrió cuando el dictador Raúl Castro pidió, también en Managua, el regreso de la democracia a Honduras cuando a él y a su hermano nadie los eligió gobernantes en votaciones libres y multipartidistas. O sea, Raúl quiere democracia para Honduras, pero no para Cuba.

A Calderón, y a muchos presidentes latinoamericanos, les parece espantoso lo que ha ocurrido en Honduras. Pero no se atreven a decir nada sobre el medio siglo de dictadura de los hermanos Castro, con sus prisioneros políticos, sus disidentes, sus muertos, su flagrante violación de las libertades individuales y su falta de elecciones multipartidistas.

Es pura hipocresía. No hay otra palabra. Solo este año, los presidentes de Panamá, Ecuador, Guatemala, Chile, República Dominicana, Argentina, Nicaragua y Bolivia han visitado Cuba sin hacer una sola denuncia sobre violaciones a los derechos humanos. Y el mismo Zelaya –que ahora tanto pelea por la democracia y se queja de los dictadores– se quedó callado cuando visitó a Fidel Castro en marzo. Ojalá Zelaya pidiera para los cubanos lo mismo que él quiere para los hondureños.

La misma doble moral se aplica con Venezuela. A pesar de sus victorias electorales, Hugo Chávez se ha comido la democracia en Venezuela. En ese país decide un solo hombre.

Chávez controla la Asamblea, el Tribunal Supremo de Justicia, el ejército, el Consejo Nacional Electoral y la mayoría de los medios de comunicación. Además, cambió la Constitución para reelegirse a su antojo. Pero yo no he visto ninguna indignación continental por los abusos y excesos de Chávez en Venezuela.

El mismo Chávez reconoció el viernes pasado que engañó a los venezolanos en las elecciones de 1998.

“Yo fui candidato para llamar a una Constituyente”, dijo con una sonrisa cínica en una rueda de prensa.

O sea que ya desde entonces pretendía eternizarse en el poder, pero no lo dijo. Se hizo pasar por demócrata. Hoy sabemos que no lo es.

El caso más reciente del peligro a la democracia en Venezuela ocurrió tras la elección a la Alcaldía de Caracas del opositor Antonio Ledezma con el 52 por ciento de los votos. Chávez, inconforme con el resultado de la votación, ordenó quitarle todos los recursos y poderes a Ledezma. Y le puso encima un jefe de gobierno elegido por dedazo. Eso no es democracia.

Ledezma, quien ha denunciado el “comportamiento neo-dictatorial del régimen de Chávez”, está pidiendo a la OEA “el mismo celo, interés y prontitud aplicado en el caso de Honduras”.

Pero esa “respuesta urgente” que quería Ledezma no ha llegado.

No tiene ninguna lógica que haya urgencia por restablecer la democracia en un país y no en otro. ¿Con qué cara la OEA pide democracia en Honduras y se olvida de Venezuela y Cuba? Y mientras no se apliquen los mismos principios democráticos a todos los países, seguiremos padeciendo caudillos y dictadores.

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