Escrito por Redacción ContraPunto
Los jefes actuales, la cúpula (del Ejército) tiene que irse. Tendrá que venir una nueva generación a dirigir las fuerzas armadas, que no esté comprometida con ese tipo de eventos que han ofendido a la Nación, dijo Mel Zelaya
SAN SALVADOR – Los acontecimientos en Honduras han sido reveladores tras el Golpe de Estado del pasado 28 de junio acerca un posible retorno a las dictaduras que antaño pulularon por Centroamérica y que se creían vencidas con el peso que ganaba la democracia.
Quizás en los últimos 100 años un golpe de estado en un país pobre y olvidado no había causado tanto repudio, casi unánime a nivel mundial, como el manifestado a partir de aquel último domingo de junio, cuando a punta de pistola el presidente constitucional de Honduras, Manuel Zelaya, fue sacado de la cama de su casa, en ropa de dormir, subido en un avión y enviado al exilio a Costa Rica.
Es muy probable que la rapidez y la confusión de los acontecimientos hayan impedido confrontaciones más abiertas entre quienes apoyaban al golpe y los que lo repudiaban. Quizás la acción de los militares de abandonar inmediatamente el primer plano también contribuyó a que no haya habido derramamiento de sangre. El poder de facto fue depositado en el hasta entonces presidente del órgano legislativo, Roberto Micheletti, un correligionario de Zelaya en el Partido Liberal (PL).
Dagoberto Gutiérrez, ex jefe de la guerrilla salvadoreña, organizador en la actualidad de movimientos sociales y analista político, afirmó a ContraPunto que “los acontecimientos marcan un quiebre del influjo subjetivo e ideológico de los partidos tradicionales en Honduras, el Liberal y el Nacional, sobre la sicología del pueblo; los acontecimientos también marcan la necesidad histórica para el mismo capitalismo hondureño de superar la figura de la autonomía con que goza la Fuerza Armada”.
La referida autonomía de los militares era algo sui generis. No por gusto alguien dijo: “en el mundo hay tres tipo de constituciones políticas: la abierta, la rígida y la de Honduras...”. Esto y más ha colapsado.
Un grupo de cuatro personalidades hondureñas, encabezadas por Leo Valladares, un destacado defensor de los derechos humanos, suscribió muy recientemente un documento, al que tuvo acceso ContraPunto, mismo que fue enviado al presidente Oscar Arias, de Corta Rica, quien actúa como mediador entre Zelaya y Micheletti. El documento debería ser contemplado como iniciativa en un intento de resolver la crisis de Honduras, misma que ha cobrado gran trascendencia internacional.
En dicho texto las personalidades hondureñas manifiestan que lo que ocurre en su país tiene base en el “agotamiento y ruptura del pacto de élites que dio origen a la transición política en 1982”, estado que ha regido los destinos de Honduras durante 27 años de normalidad democrática electoral.
Agrega que al estar mediando Arias entre las dos fuerzas “que llevaron a cabo la ruptura institucional y que encarna el modelo” –pacto entre las élites de los partidos tradicionales-, lo más probable es que la “negociación” se convierta en un “diálogo entre sordos o de intransigentes”.
Difícil retorno a la normalidad
No está fácil el encuentro de soluciones. Las Naciones Unidas (ONU), Organización de Estados Americanos (OEA) y Unión Europea (UE), han exigido el retorno de la institucionalidad, que implica la restitución de Zelaya. Ningún gobierno ha reconocido a los golpistas.
Tal como indica Dagoberto Gutiérrez, los acontecimientos generados tras el golpe están provocando hechos inéditos. “Los acontecimientos también sitúan a Estados Unidos en un papel hasta ahora desconocido. El presidente Barack Obama tiene una posición, que necesita prestigio y autoridad; por eso no puede apoyar ningún golpe de estado. Al contrario, el establishment de la política tradicional si puede apoyar el golpe de estado. Hay dos corrientes”.
“Este acontecimiento ha sido un test histórico”, aseveró el analista, quien agregó que “se refiere a que su ámbito no es Honduras, no es Centroamérica, sino que es todo el continente. Está relacionado a la necesidad de los poderes tradicionales de suspender el proceso político actual”.
“Por ello cuando los gobiernos latinoamericanos están rechazando el golpe de estado, se están defendiendo a sí mismos; se trata de un enfrentamiento entre la democracia y la democracia, es decir, la representativa a la participativa”, agregó.
De acuerdo a Gutiérrez, y en ello coincide con el grupo que lidera Valladares, la democracia representativa ha sido incapaz de enfrentar los dilemas de la pobreza y la exclusión socio-económica de las mayorías.
“El ejercicio del voto ha sido una arena donde los pueblos pierden, pero ello ha comenzado a cambiar”, sentenció el analistas.
Zelaya: ¿el insurgente?
Roberto Micheletti quizás no midió bien el impacto internacional adverso que se granjearía. Tres semanas después del golpe de estado, el repudio mundial y su acción de entorpecer el proceso conciliatorio propuesto por Arias en San José, lo han puesto en un rincón aislado. Pero sigue fuerte y soberbio en su batallar. Sus poses son de prócer nacionalista defendiéndose de las intervenciones extranjeras.
Pero su prestigio está por el suelo, aunque no es lo que reflejan los grandes medios conservadores de Honduras.
Zelaya, en cambio, se está moldeando una figura de “salvador” y de “esperanza” para el retorno de la paz.
Hace pocas horas en declaraciones exclusivas a la Agencia Alemana de Prensa (dpa), Zelaya reiteró que regresará a Honduras de “manera inminente”.
Ello podría desencadenar la violencia. Arias advirtió de una guerra civil y de un derramamiento de sangre que “los hondureños no se merecen”.
"Los jefes actuales, la cúpula (del Ejército) tiene que irse. Tendrá que venir una nueva generación a dirigir las fuerzas armadas, que no esté comprometida con ese tipo de eventos que han ofendido a la Nación", dijo el depuesto presidente en un mensaje velado a las bases del ente castrense, que hasta el momento no ha mostrado fisuras desde el día de la asonada.
"La base de ellos (los golpistas) es el poder militar y se sostienen a pura represión, con censura de prensa, control mediático, restricción de libertades públicas, atemorización, es un régimen terrorista", agregó.
“La presión internacional ha sido muy significativa, habla muy bien de lo que significa la sociedad del siglo XXI, que está defendiendo principios valiosos y no solamente intereses. Antes los golpes de Estado se aplaudían, ahora se rechazan", afirma Zelaya.
Dagoberto Gutiérrez en su experiencia de insurgente sabe que una guerra civil en Honduras no sería instalada a corto plazo, “requiere de condiciones históricas y no son acontecimientos que se dan a corto plazo, pero en ninguna circunstancia conviene –pienso yo- dejar a los pueblos sin salida y sin alternativa”.
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