Hace unos cuatro meses la influenza tipo A H1N1 era enfermedad casi desconocida. Hoy anda de boca en boca y de mano en mano, viaja por todo el mundo y ha ocasionado más de 700 muertes, seis de ellas en El Salvador.
Escrito por Elena María de Alfaro.Jueves, 23 julio 2009. Tomado de La Prensa Grafica.
Las autoridades del país están ejecutando una serie de acciones para combatir la pandemia, pero dichos esfuerzos no son suficientes o adolecen de una adecuada planificación. De seguir así, muy pronto las cifras de infestados y de muertos por la enfermedad podrían alcanzar niveles aún más alarmantes. Como muestra uno... no, más bien varios botones:
1. Se ordena el cierre de centros educativos y se envía a millares de alumnos a descansar, pero no se les orienta en qué ocupar su tiempo mientras permanecen en sus casas sin la presencia de sus padres, ni se les instruye en cómo evitar ser contagiados durante el tiempo de descanso forzado.
2. Se insta a la población a lavarse constantemente las manos, pero no se le da opciones a ese 20% de la población (1.2 millones) que no tiene acceso a ese preciado líquido.
3. Y, finalmente, se pide a la ciudadanía que acuda a las unidades de salud, pero no se cuenta con la infraestructura necesaria, no se han equipado adecuadamente dichas unidades ni se ha reforzado y capacitado eficientemente al personal médico. Las noticias sobre las carencias de medicinas, doctores y enfermeras en las unidades de salud y en los hospitales se leen a diario. En algunos de estos centros no hay ni jabón para que médicos y pacientes se laven las manos.
Todo indica que el gobierno podría ordenar el cierre a gran escala de cines, iglesias y colegios, así como la suspensión de actividades de asistencia masiva. No estoy muy segura de que dichas medidas sean las más acertadas o que por sí solas vayan a poner un paro a la avanzada epidemia. Antes de proceder deberían de agotarse todas las alternativas, ya que la medicina puede resultar mas grave que la enfermedad.
Como dijo Albert Einstein: “No pretendamos que las cosas cambien si seguimos haciendo lo mismo”. Si se siguen tomando medidas de forma descoordinada, sin la participación de la población y sin resolver las grandes necesidades del sistema nacional de salud, la pandemia se puede salir de los límites imaginados y alcanzar las dimensiones de una peste apocalíptica.
Pero la palabra clave, en este caso, no es “cambio”. La palabra clave es “coordinación”. Cualquier esfuerzo que se haga, para que resulte eficaz, debe incluir la participación coordinada y activa de centros educativos, iglesias, directivas comunitarias, asociaciones gremiales y sin fines de lucro, sindicatos y ONG, por mencionar algunas. El potencial de estas instituciones es enorme, por lo que se debería capacitar a profesores y pastores con el fin de instruir a sus alumnos y feligreses sobre la enfermedad, sus causas, efectos y modo de evitarla y combatirla.
El Ministerio de Salud no debe limitarse a ordenar. Se espera que ejerza un verdadero liderazgo que motive a toda la población a participar en el combate de la enfermedad y que dirija los esfuerzos de todos para que no se dupliquen y para maximizar los recursos.
El H1N1 avanza más rápido de lo que pensamos. No hace diferencias de ningún tipo entre sus potenciales víctimas, aunque ataca más al segmento de la población que posee bajas sus defensas o que tiene problemas con su salud. Nosotros, los ciudadanos, estamos obligados a cooperar en la lucha contra el mortal virus si realmente queremos detenerlo. Seamos pues responsables, escuchemos con atención a las autoridades, observemos las medidas de seguridad que nos indican, tomemos medidas preventivas; si estamos enfermos, evitemos contagiar a nuestros parientes, vecinos o compañeros, colaboremos unos con otros, hagamos lo nuestro.
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