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2009/07/29

De nuevo el transporte es punto de conflicto


Lo que queda bastante claro es que, en lo que toca a estos temas, la institucionalidad se ha venido convirtiendo en una especie de rehén de las circunstancias.


Escrito por Opinión.Miércoles 29 Julio. Tomado de La Prensa Grafica.       

Cuando está a punto de vencerse la vigencia del decreto sobre el que presuntamente se ha estado pagando el subsidio de 800 dólares mensuales para los buses y 400 para los microbuses, el tema del transporte público ha vuelto a mostrar su ya conocida conflictividad. Un sector de transportistas acordó con el Gobierno la rebaja del subsidio, que ahora sería de 500 y de 250, con apoyos colaterales en facilidades para renovar flota y adquirir insumos, entre otras; pero hay otro sector que se opone, alegando insostenibilidad financiera. La cuestión tendrá que se tratada en la Asamblea esta semana, para que la situación no entre en crisis.

Desde luego, lo que se está dando en estos días no es nada nuevo: la problemática recurrente y siempre irresuelta del transporte público deriva de distintas distorsiones estructurales, acumuladas a lo largo del tiempo, desde aquellos ya lejanos entonces en que empezó la “feria de los permisos de línea”, para compadres, allegados y otras hierbas. Ahora, tenemos un sistema de transporte público que lo que menos merece es el calificativo de sistema, y por eso no hay forma de encontrarle solución a la problemática con “parches” como el subsidio, que nació, murió y resucitó al vaivén de los arreglos políticos, muchos de ellos de seguro contaminados de intereses ilegítimos.

No hay escapatoria al imperativo de lidiar con lo inmediato, y en este momento lo inmediato es el subsidio para evitar, al menos en el corto plazo, el aumento de tarifas, que es el argumento estelar de los que manipulan la cuestión; pero en algún momento habrá que enfrentar la verdadera distorsión empresarial que está en el fondo, para ya no patinar.

Enredos crecientes

Lo que mal empieza mal acaba dice la sabiduría popular; y, en este caso, la problemática existente se va cargando de más incongruencias en la medida que se mantiene sin que se desaten sus nudos fundamentales. Y eso acarrea vicios adicionales, como por ejemplo la proliferación de la competencia desleal, la confusión de intereses gremiales e intereses políticos y la desactivación progresiva de la capacidad de las autoridades encargadas para dar tratamiento a los problemas concretos. El alza tarifaria actúa como espada de Damocles, en el entendido de que ningún Gobierno quiere exponerse a las consecuencias sociales de una medida de esa índole.

Lo que queda bastante claro es que, en lo que toca a estos temas, la institucionalidad se ha venido convirtiendo en una especie de rehén de las circunstancias. Hay remedios aparentes de corta duración –el subsidio lo demuestra–, y luego se vuelve a las mismas. Con el elemento agravante de que esto genera otras distorsiones, como la de los 10 centavos que se le cargan a la población en el combustible.

Alguien, en algún momento, tendrá que animarse a enfrentar las cosas como son, con la suficiente voluntad participativa que permita atender todos los intereses legítimos que están en juego con miras a la construcción de un verdadero sistema de transporte público, sin vicios ni chatarras, en el que se ponga el interés ciudadano de recibir un servicio seguro, ordenado y de primera calidad como factor determinante. Eso debe ser parte significativa de la modernización que viene avanzando en el país, pese a todos los obstáculos y dificultades.

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